Guillermo Samperio

A Mikel Lecumberri Lo más atractivo sobre el Premio Nobel de Literatura para el escritor Mo Yan es que ya es un premio, en esta ocasión, aceptado por China, su país, y por Occidente, quedando fuera de importancia y sin recordar a los Premios Nobel de la Paz de esa misma China, uno de ellos, en 1989, el denominado Dalai Lama, Maestro Espiritual del Tíbet, quien vive en el exilio en la India, y otro ya nacionalizado francés y propuesto también para el Premio Nobel de la Paz (por el Pen Club Internacional), Liu Xiaobo y ganado en 2009; Liu sigue en la cárcel en China y cumple una condena de once años por defender los derechos humanos, mientras su esposa acata la misma pena, pero en otro sitio por similar motivo. Algunos países y organizaciones no gubernamentales le plantean a China que libere a Liu Xiaobo y a su mujer. Así también ya lo expresó Mo Yan, tiene esperanza de que el disidente chino, Premio Nobel de Paz 2010, quede en libertad lo antes posible. Howard Goldblatt, traductor de la obra de Mo Yan, describe al escritor como una persona tranquila y callada; y nos dice además que es un profundo autodidacta. Es un hombre con una fuerte conciencia social y en extremo interesado en los diversos niveles de la sociedad china, ya sea para elaborar relatos festivos o siniestros, por mencionar los extremos. Surge controversia a su alrededor, pero eso ya no le molesta. Mo Yan tiene tantas cosas en la cabeza que muchas veces no le alcanza el tiempo para tratar con el mundo exterior y prosigue en su monólogo en una silla, en su sillón, en la cama de su casa. Como la gente que escribe en China, sabe las reglas y son lo suficientemente flexibles, por lo cual puede escribir sobre cualquier cosa, siempre y cuando no esté en contacto con los tres temas tabú: Tíbet, Taiwán y Tiananmen. Después de un largo tiempo en el que escribió tres novelas y dos libros de cuentos, de pronto Yan describe su obra comentando que nota cierta influencia de Dickens, al cual había releído varios años atrás antes de haber emprendido la gran caravana de obras. Es indecente cuando quiere ser él: intrépido y enorme, con un montón de adjetivos y oraciones largas. Lo visual es estupendo. Cuando describe una escena lo hace con todas las herramientas en su caja. Le da vuelta a las cosas en la cabeza y las hace ser lo que nunca podrían ser en la vida real. En las manos de Mo Yan, incluso las escenas más horribles tienen una delicada belleza semejante al mejor Dickens. Hay que decir que Mo fue parte de una generación de escritores posteriores a la Revolución Cultural, que se puso a mirar la sociedad china, especialmente en el campo a través de nuevos ojos fuera de la línea del Partido. Durante un tiempo largo el realismo chino era un socialismo que buscaba la persuasión realista, por lo que Mo tomó distancia de mensajes ideológicos y políticos, procesándolos de otra manera para que resultaran narraciones muy suyas. Por otro lado, hay que tomar en muy cuenta el Premio Nobel de Literatura reciente obtenido por Mo Yan (tal nombre es un seudónimo que adoptó el escritor y cuyo significado es “No hables”). En el pasado, como se vio, lo obtuvo el disidente Liu Xiaobo y el Dalái Lama. Esta trama podría tal vez pensarse como resultado del empuje de China como país fuerte y tal vez una presión extra (no comprobable; ya lo sabemos) desde allí a la Academia Sueca. Al final buscaría equilibrar las preseas para China a favor de un ciudadano chino, Mo Yan (quien no habló de la censura ni de los recortes a libros de su autoría), deudor explícito nada menos que de Gabriel García Márquez, (Conde­coración Águila Azteca en México [1982], además un Nobel prematuro), un García Márquez colmado, y en la época del presidente colombiano Belisario Betancur, en cuyo ejercicio de gobierno se expandió la exportación de diversos químicos. Así podemos afirmar ya que se ha gestado, en rigor, un cierto equilibrio, entre los premios Nobel chinos y, en estos momentos, seguirán los festejos con luces circenses en medio de la oscuridad y los dragones gigantes movidos por la magia de millares de chinos entre primuras de aquel país oriental. Agradezco a los medios The Washington Post, El ABC y The Guardian los tips que me ayudaron a elaborar esta especie de crucigrama narrativo.