Antonio Cerda Ardura
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, anunció este domingo que, tras casi diez años de persecución, “se ha hecho justicia” y Osama bin Laden, el cerebro de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y Washington, está bien muerto, y su cadáver “lo tenemos bajo custodia”.
Durante el anuncio, hecho desde la Casa Blanca, se explicó que Osama fue ubicado y eliminado esa misma madrugada por un equipo de fuerzas especiales de Estados Unidos, en una residencia de Abbottabad, Paquistán. Junto con esa nueva, la Unión Americana emitió una alerta mundial sobre probables represalias de grupos terroristas.
Negro historial
Nacido en 1958, Osama bin Laden era uno de los 57 hijos del magnate de la construcción de Arabia Saudita, Muhammad Awad bin Laden, cuya fortuna ascendía, a finales de la década de los 90, a 5 mil millones de dólares.
Sospechoso de haber financiado los ataques con bombas contra el World Trade Center de Nueva York (el 26 de febrero de 1993, con un saldo de seis muertos y mil heridos), contra las Torres Khobar en Dahran, Arabia Saudita (el 26 de junio de 1996, que mandó en ataúdes a sus casas a 19 estadounidenses); del intento de asesinato del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak (26 de junio, 1995), y de la planeación de atentados contra el ex presidente Clinton y el Papa Juan Pablo II, entre muchas otras fechorías, Bin Laden tenía en esa época una fortuna personal de unos 300 millones de dólares, depositados en cuentas de Suiza, Luxemburgo y el Reino Unido (donde no podían ser congeladas debido a la legislación británica). Sin embargo, pasaba la mayor parte del tiempo en una cueva remota de las montañas del sur afgano, al lado de tres mil milicianos.
Tras la invasión soviética a Afganistán, el 11 de enero de 1979, Bin Laden dejó los negocios familiares y se asentó en esa región, en donde pronto se convirtió en un héroe al agrupar a los afganos árabes, tradicionalistas y anticomunistas en la resistencia mujaidin contra el Ejército Rojo.
Con la complicidad del gobierno del presidente estadounidense Ronald Reagan, que clandestinamente le envió asesores miembros del Comité de Defensa del Senado y misiles antiaéreos Stinger (según consta en un documento del Departamento de Estado, llamado Directiva de Seguridad Nacional 166, que data de 1985), Bin Laden reclutó mercenarios, suministró equipos bélicos y creó en Afganistán el Frente de Salvación Islámica.
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Cuando los mujaidines lograron que los soviéticos se marcharan de su territorio, en 1989, pronto se enfrascaron en guerras tribales en las que resultaron victoriosos los fundamentalistas talibanes protectores de Bin Laden. Desde entonces, Afganistán fue definido por Estados Unidos como un país más pequeño que Texas, sin un gobierno central, lleno de terroristas y extremistas islámicos y convertido en el segundo productor mundial de opio y en un importante exportador de mariguana.
Empleado de potencias
En el tiempo que duró la ocupación soviética, Estados Unidos (en el marco del mayor programa emprendido por la CIA desde la guerra de Vietnam), Arabia Saudita, Israel, China, Japón y varios países de Europa occidental enviaron a las huestes de Bin Laden entre mil y tres mil millones de dólares, sólo que la mitad no llegó a los guerrilleros y fue repartida entre los líderes –según relató el libro 20 Years of Censored News (“20 Años de Noticias Cesuradas”), editado en Nueva York en 1997, con testimonios de diversos reporteros.
Terminada la misión en Afganistán, Bin Laden se reincorporó a los negocios familiares, pero siguió prestando apoyo a grupos extremistas islámicos y, en 1991, se asentó en Sudán, donde se unió al Frente Nacional Islámico de Hassan Al Turabi. Allí organizó y patrocinó campos de entrenamiento terroristas y fundó las empresas agrícolas Al-Themar al-Mubarak-ah Agriculture Company, el Banco Islámico Al-Shamal, de Jartum (que costó 50 millones de dólares); la exportadora Wadi al-Aqiq; y la constructora Al-Hijrah, que trabajaba para el Ejército Sudanés. Bin Laden construyó también la carretera Jartum-puerto de Sudán, el moderno aeropuerto de esta última localidad y una fábrica farmacéutica que bombardearon los Estados Unidos, sospechosa de haber sido utilizada por el régimen sudanés para enviar a Saddam Hussein el peligroso gas nervioso VX.
Por presiones de Egipto y Arabia Saudita, que lo consideraron un estorbo para las buenas relaciones de Sudán, Bin Laden fue expulsado de ese país, en mayo de 1996, y se estableció en la región talibán de Afganistán. En agosto de ese año, dos meses después del atentado contra las Torres de Khobar, Bin Laden –quien afirmaba que Estados Unidos era una nación en declive, “llena de desquiciados que ordenaron el ataque nuclear contra Japón” y culpable de las masacres de los campos palestinos de Sabra y Chatila, así como de haber causado la muerte de un millón de niños en Irak- comenzó a exhortar a los musulmanes a atacar objetivos estadounidenses y judíos en todo el mundo.
El 20 de febrero de 1997, en un programa televisivo londinense, Osama no sólo amenazó a las tropas norteamericanas destacadas en Arabia Saudita, sino que reclamó a los musulmanes la expulsión de los civiles de la Unión Americana. Por esas fechas, la embajada de Washington en Londres recibió reportes de que el saudiárabe preparaba una serie de atentados, y por ello reforzó la vigilancia en sus principales representaciones y consulados europeos.
El 23 de febrero de 1998, Bin Laden emitió un “decreto religioso” en El Cairo y Londres, incitando al ataque contra intereses estadounidenses y de sus aliados, exigiendo, además, el retiro de los soldados yanquis de Arabia Saudita y Jerusalén.
En otra entrevista con John Miller, reportero de la cadena televisiva estadounidense ABC, transmitida el 28 de mayo de ese mismo año, Bin Laden advirtió desde Afganistán que haría efectivas sus sentencias. “Nuestra victoria”, dijo, “hará olvidar a Estados Unidos los horrores de Vietnam y Beirut”.
El 7 de agosto de 1998, Bin Laden realizó un ataque sorpresivo y brutal contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania) provocando 258 muertos y más de 5 mil heridos.
Ese mismo mes, el día 23, tal como lo reportaría Siempre! en su edición número 2360, del 10 de septiembre siguiente, el jeque Omar Bakri Mohammad, jefe del movimiento Al-Mouhajiroum, integrado al frente islámico de Bin Laden, aseguró que atacaría y secuestraría aviones civiles de Estados Unidos o Israel, sin dar tregua hasta que todos los soldados de Estados Unidos salieran de Kuwait, Arabia Saudita y el Golfo Pérsico.
“Nuestra respuesta a los ataques estadounidenses contra Afganistán y Sudán -agregó Omar Bakri- será despiadada y violenta, y llegará a cualquier lugar del mundo”.
El peor ataque terrorista
El 11 de septiembre de 2001, Bin Laden y sus grupos cumplieron sus promesas: 19 miembros de Al-Qaeda, una organización islámica creada por Bin Laden en 1998, perpetraron el mayor ataque terrorista de la historia, derribando con aviones civiles norteamericanos secuestrados las Torres Gemelas de Nueva York y lanzando otra nave contra el Pentágono, lo que costó unas tres mil vidas.