Elena Méndez

María Antonieta Mendívil (Cajeme, 1971) constituye un caso singular dentro de la literatura mexicana contemporánea. Poeta de arrebatos místicos —baste mencionar su poemario Llama (2008), donde muestra una clara influencia de San Juan de la Cruz y Gonzalo de Berceo, por ejemplo—, es también una excelsa narradora. Prueba de ello es su más reciente novela, A ras de vuelo (Tusquets Editores / Fundación tv Azteca, 2011).

Aquí se cuenta la historia de una dinastía de pilotos fumigadores sonorenses: los Islas, comandados por el tío Gabriel, quien busca entre “los pelones” —sus jóvenes sobrinos— a un sucesor digno.

Dicha pesquisa parece vana al no considerar a ninguno con los pantalones suficientes para reemplazarlo. Así, se empeña en obstaculizarlos, sobajarlos, volcando en ellos toda su frustración y desprecio.

Acaso los más humillados sean el Tarta (apodado así por su defecto de habla) y Pedro, quien tiene auténtica vocación para tan arriesgado oficio, y debe conformarse con manejar un taxi y cuidar los sembradíos familiares.

La calvicie de los Islas, de seña particular, deviene sello de la casta, al igual que su naturaleza de batos carrilludos, machistas, obstinados en meterse zancadillas unos a otros, dado su mutuo y sempiterno odio.

Entre el aroma a guayaba fermentada de los agroquímicos, veneno embriagante —tan embriagante como el oscuro rencor de todos ellos— y los misterios lúbricos que se afanan, inútilmente, en ocultar —bacanales, amasiatos homoeróticos—, transcurre la vida de la familia, mezquina y traidora.

Gabriel, ante la inminencia de su muerte, termina reconociendo la grandeza de Pedro. A su vez, Daniel asumirá paulatinamente su sitio; privilegio soñado desde la infancia, etapa en que se fascinó de una vez y para siempre con Agnes, la gringuita rebelde y enigmática, hecha mujer precozmente por su tío Gabriel.

La veta lírica de la autora queda plasmada en cada línea de la novela, particularmente en los fragmentos de enunciación interior de Daniel, quien agoniza sin remedio, tras su fatal accidente, recapitulando su breve existencia, obsesionado por su imposible pasión quemante.

La corrupción y el abuso tanto del gobierno como de los ejidatarios y el descontento social, manifiesto en la efervescencia guerrillera (entre otros factores) mermarán gravemente la actividad agrícola del Valle del Yaqui y contribuirán a la decadencia del negocio familiar, aunado esto a la codicia, los arreglos ilícitos y el perpetuo desquite de los Islas…

“El mal novelista construye sus personajes, los dirige y los hace hablar; el novelista verdadero los escucha, los mira actuar”, reflexionaría el lúcido escritor francés André Gide. He ahí entonces que María Antonieta Mendívil es una verdadera, una gran novelista, cuyo acierto es precisamente ése: escuchar, mirar actuar a la dinastía Islas en esa vorágine de amarga competencia entre sí.

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María Antonieta Mendívil, A ras de vuelo. Tusquets Editores /
Fundación TV Azteca, colección Andanzas, México, 2011; 234 pp.