Jaime Septién
El aún presidente Felipe Calderón parece que no se quiere ir a dar clases al extranjero sin antes meterle una buena zancadilla al duopolio televisivo en México. Las dos concesiones para televisión digital abierta se están cocinando a marchas forzadas. El peón es la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel). Antes del 30 de noviembre, las bases para la licitación estarán listas. Ahí les deja ese regalito Calderón, para que se acuerden que el poder es el poder y que no hay deuda que no se pague. Las concesiones de Televisión Digital Terrestre son la clave del éxito en la transición analógica-digital que pretende México, según lo dicen los expertos de la Cofetel. Con un diseño adecuado y una licitación de frecuencias ajena al pulpo que lo aspira todo en materia televisiva, la competencia regional y nacional (interesa mucho la regional, base del desarrollo de televisoras autónomas, mucho más cercanas al acontecer y al sentido de identidad de los usuarios) empezaría a darse. Con cincuenta años de retraso, es cierto, pero algo es algo, en un país lleno de caciques y de mandones en todas las ramas de la comunicación comercial. Hasta los miembros de la Cofetel han intuido —como lo han hecho saber miles de cuartillas escritas en esta revista, por ejemplo— que la televisión tiene una deuda enorme con el país en materia de contenidos. No es posible seguir con la programación del pastelazo, el albur y el ventaneo de la intimidad de los “famosos” que “gozamos” hasta ahora. Viene en el año 2013, presumiblemente empezando por Tijuana, el “apagón analógico”. El modelo de transmisión-recepción analógica ha agotado su capacidad. Para no quedar atrás con respecto al resto del mundo desarrollado, hay que ir al universo digital; que contiene mayores capacidades y oportunidades para tiradores pequeños y medianos de las regiones —tan distintas— que componen a México. Se piensa —con razón— que multiplicando la oferta en diferentes manos, el ganador será el perdedor de siempre: el usuario. Todo esto suena muy bien. Pero hay dos factores que enturbian el panorama. El primero, es el mensaje con dedicatoria de Calderón a través de la Cofetel a los monopolios de Televisa y Azteca. Nunca la venganza ha motivado buenas políticas de comunicación (de hecho, nunca la venganza ha sido estructura de buenas políticas). Y el segundo es que a partir del 1 de diciembre, todo podría cambiar; es decir, todo podría a volver a ser como antes del 2000. Veremos.

