Jaime Septién
Matías Meyer ha realizado un filme poético, si es posible usar ese término hoy, cuando el cinematógrafo ha abandonado su esencia para convertirse en una fiesta comercial de imágenes accesorias: Los Últimos Cristeros, México-Holanda, 2012. El guión de la película —todo en ella es inusual: dura cien minutos— fue escrito por el propio hijo de Jean Meyer acompañado de Israel Cárdenas. La estupenda fotografía es de Gerardo Barroso Alcalá y la producción de Julio Bárcenas. El elenco de actores lo encabeza Chano Limón y fue grabada en locaciones de fuerte raigambre cristera de los estados de Aguascalientes, Guanajuato y Jalisco. Basada en la novela Rescoldo, de Antonio Estrada, “la mejor novela cristera” según el dicho de Juan Rulfo avalado por José Luis Martínez, Los Últimos Cristeros es la antípoda de Fort he Greatest Glory, protagonizada por el cubano Andy García y producida por el mexicano Pablo José Barroso. No solamente por la falta de acción, sino porque ésta retrata el drama íntimo de una gavilla de cristeros del Estado de Durango, en un tiempo definido, el año de 1935, fines de “la segunda” Cristiada. El coronel Florencio Estrada, al frente de un puñado de hombres, ha hecho un pacto con Dios y en contra de los “pelones”, los soldados del gobierno. Les han dado un salvoconducto de amnistía, pero no lo creen. Son campesinos de Durango, gente apegada a la tierra y a Cristo Rey. Las municiones no llegan, ni los refuerzos ni el alimento. Están abandonados en lo más profundo de la sierra. Enfermos y solos deciden jugarse el todo por el todo: sus familias serán sacadas de la sierra, pero ellos se quedarán ahí, para ver de frente la muerte. Película pudorosa donde las haya. Llena del apego del campesino a los ciclos de la naturaleza. Preciosita en muchos momentos, la obra de Matías Meyer va a golpear a los espectadores que no conozcan nada de “la segunda”. Ya no es el pueblo católico organizado para enfrentar a Calles y sus leyes. Es, ahora, una célula despreciada, que avanza hacia ninguna parte, con el sólo compromiso de la fe en Dios eterno y en Santa María de Guadalupe. Hay momentos en que se recuerda a Robert Bresson. Los actores son amateurs. Son modelos de un ideal. Son signos de una lucha lejana. Los “arreglos” han motivado un “modus vivendi” entre la Iglesia y el gobierno. Ya ha pasado Calles, está al frente del Ejecutivo Lázaro Cárdenas. Película con un tiempo interior que corta el aliento. Pasa todo sin pasar nada en la pantalla. Obligación del público de poner la otra parte de la historia. Cine de verdad. De lo que ya no hay. Mucho menos en cartelera.

