Centro cultural en la colonia Obrera

…ellos (los actores) son el compendio

y breve crónica de los tiempos.

Hamlet

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Distinguida por la Comisión de Nomenclatura con una pléyade de cronistas e historiadores del vigoroso siglo XIX que identifican sus calles, la colonia Obrera de la ciudad de México —fundada por trabajadores que adquirieron sus predios en las cercanías de la inmensa Fábrica Galas de México, cuyo imponente edifico aún enseñorea San Antonio Abad— hospeda en su corazón urbano al Centro Cultural la Compañía Carretera 45.

Fraccionada desde 1889, la antigua colonia de El Cuartelillo siempre fue despreciada por la arrogante administración del porfiriato, que de forma reiterada negó el permiso de urbanización aduciendo múltiples excusas en detrimento de facilitar la instalación de los humildes obreros y artesanos que, con grandes sacrificios compraban sus parcelas cercanas a la garita de San Antonio Abad para ubicarse a las afueras de la gran ciudad.

Al tiempo que fincaban su parroquia en honor a San José Obrero, los habitantes de esta industriosa colonia presenciaron —en febrero de 1913— las columnas de humo provocadas por los bombardeos de los alzados en contra de don Panchito I. Madero, y por el incendio de la casa del prócer en la calle de Liverpool y Berlín en la vecina colonia Juárez, acto de barbarie con el que culminó la Decena Trágica, golpe de Estado perpetrado por el traidor Victoriano Huerta.

A partir de esos dramáticos momentos, los precaristas vecinos de la Obrera vieron desfilar por San Antonio Abad todo tipo de facciones revolucionarias hasta que, en 1920, el Ayuntamiento de la ciudad en manos de los obregonistas, regularizó la colonia e inició la introducción de los servicios básicos para sus pobladores.

El crecimiento desmedido de la metrópoli ignoró la colonia Obrera, transformándola en el emblema y nombre de una estación de la línea ocho del Metro, transporte que sustituyó al antiguo ferrocarril y a los tranvías que comunicaban a la ciudad con San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan y fue así, con este masivo sistema de transporte que aquella mítica calzada —recorrida por aztecas y sus conquistadores—, se transformó en un hervidero de vehículos, peatones y metronautas que alternan con las más disímbolas expresiones de la nocturnidad de la ciudad.

Inmersa en estas dinámicas urbanas, la Obrera sigue fiel a sus orígenes populares, a su arraigo de barrio trabajador, expresión de un colectivo socialmente fortalecido por una intensa vida vecinal expresada en banquetas y en sus minúsculas plazas, así como en los patios de las unidades habitacionales que le heredó el temblor del 85, y la fiebre constructora del sexenio que está por concluir.

En este espacio popular, los chihuahuenses Gilberto Barraza, Yolanda Abbud, Antonio Zúñiga, Rodolfo Guerrero y Gustavo Linares, junto con las defeñas Sandra Rosales y Margarita Lozano y los michoacanos Christian Cortés y Abraham Jurado, conjuntaron sus saberes, creaciones y emociones para fundar, en el corazón de la colonia Obrera,  en una bodega de la calle de Juan Lucas Lassaga,  número 122, un centro cultural que revitalizará la vida comunitaria de esta populosa colonia de la ciudad capital.

Fusionando sus quereres entre este espacio capitalino y su añorada Ciudad Juárez —comunicadas por la histórica carretera 45 que recorre la distancia física que los separa—, esta compañía teatral es, como expresa Hamlet a Polonio, compendio y crónica de los tiempos de una sociedad que encuentra en la cultura el vínculo vital de su sobrevivencia.