Nueva era: el futuro de México

Mireille Roccatti

La nueva alternancia en el poder ejecutivo federal concede otra oportunidad al PRI de ejercer el poder en nuestra patria. En las últimas décadas del pasado siglo y la docena de los gobiernos panistas, México cambió para siempre. Por ello, causa hilaridad las afirmaciones sin sustento que producto de la “escolástica antipriista” afirman que estamos por vivir una regresión o una restauración autoritaria. El reloj de la historia no camina hacia al pasado.

Por ello mismo, por salud de la república es mejor superar rápido el tránsito de los desafortunados gobiernos panistas, el juicio contemporáneo es severo para sus gestiones y se expresó claramente en las urnas.

No habré de sumarme al linchamiento mediático que de manera ritual se desata al final de un régimen. El pasado quedo atrás.

El primer día de este mes de diciembre se inició el gobierno de Enrique Peña Nieto, electo mayoritariamente por los mexicanos y pese a todos los intentos por deslegitimar su victoria electoral, ha concitado nuevamente en la mayoría de la población: la esperanza de un mejor futuro.

La transformación de México es de tal magnitud que nadie en su sano juicio puede pensar que se puede gobernar con las antiguas reglas escritas y no escritas del viejo sistema político mexicano.

El propio PRI, heredero del PNR y del PRM, ha cambiado y no es que sea un “nuevo PRI”. El  paso  por la oposición del partido “casi único” y la lucha por recuperar el poder, necesariamente tuvo que transformarlo.

En la coyuntura electoral, el PRI regresó al poder por que el electorado buscó que al frente del gobierno hubiera experiencia en el mando y conocimiento en la conducción.

En este momento, es indispensable el diálogo, los acuerdos, los consensos, el debate informado para construir juntos un nuevo proyecto de nación. Tenemos que adecuar nuestro modelo de desarrollo para generar mejores condiciones de vida para la mayoría de la población.

Es necesario que la economía crezca, que se generen empleos, que exista desarrollo para todos los sectores, que se reduzca sustancialmente la pobreza, que no exista ya la miseria lacerante que sufre una quinta parte de nuestros connacionales.

El futuro inmediato y de mediano y largo plazo es demasiado importante y delicado para dejarlo en manos de los políticos de todos los signos y partidos y mucho menos confiar en que una elite de iluminados puede trazarlo. Es necesario el concurso de la sociedad en su conjunto.

Todos tenemos que participar en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2012-2018, tenemos que exigir que la planeación democrática sea un hecho cierto y deje de ser retórica normativa. El nuevo régimen tiene que construir un referente para ser evaluado a partir de escuchar y atender los reclamos de la sociedad toda. El futuro luminoso de México tenemos que construirlo entre todos. Sociedad y gobierno.