Entrevista a Jorge Alcocer/Analista político y director de Voz y Voto

Moisés Castillo

Parece que Enrique Peña Nieto será el hombre fuerte del PRI. Asumirá el control del partido cuando llegue a la Presidencia de la República. La estrategia le funcionó al mexiquense: negoció con el aspirante Manlio Fabio Beltrones y quedó —un cercano del político sonorense— en la dirigencia Pedro Joaquín Coldwell. Este suena para integrar el gabinete, por lo que habrá una renovación en la cúpula priista. Peña Nieto jugó a la perfección sus cartas y ahora acumulará todo el poder.

Por lo menos este escenario se perfila en la relación PRI-Ejecutivo federal, ya que la gobernadora Ivonne Ortega suena para encabezar el tricolor, persona de todas las confianzas del exmandatario del Estado de México. En el Congreso de la Unión los respectivos coordinadores priistas han manifestado su apoyo total a Peña Nieto para impulsar las reformas que necesita el país, como la hacendaria y la energética.

El líder de los senadores, Emilio Gamboa, ha señalado que el diálogo entre poderes no implica sumisión.

“No creemos en la divergencia insalvable, es mejor contar con poderes, Ejecutivo y Legislativo, que colaboren y no con fuerzas que enconen. El diálogo debe ser de ida y vuelta… En el PRI, estamos conscientes de que para alcanzar este objetivo se requiere la voluntad de todas las fuerzas políticas, por lo que en el Senado seguiremos privilegiando el diálogo y la negociación como lo hemos venido haciendo durante la presente Legislatura”.

Por su parte, el coordinador del PRI en San Lázaro, Beltrones, ha manifestado que los legisladores priistas serán solidarios con Peña Nieto.

“Hay tres poderes perfectamente bien definidos y el Legislativo seguirá buscando coincidencias, sobre todo con el próximo gobierno, a fin de construir acuerdos y lograr las reformas. Nosotros estamos en esa ruta de voluntad de cambio y continuaremos sin distracción alguna para impulsar los acuerdos. El PRI va a negociar con el gobierno de Enrique Peña Nieto para tener una presidencia democrática, en la que prevalezcan los acuerdos y los pactos políticos”.

Sin embargo, el expresidente del partido José Antonio González Fernández, advierte que el gran desafío del PRI es vivir con libertad. Tras su derrota electoral en el 2000 que significó la salida del priismo de Los Pinos tras 71 años del poder, señala que la relación del partido con el presidente de México debe ser “transparente” y que el Ejecutivo estará apegado a los estatutos partidistas.

Felipe Calderón quiso ser el hombre fuerte del partido y perdió. Nunca hubo una relación definida entre el PAN y el Ejecutivo federal. ¿Qué buscará Peña Nieto? ¿Sana distancia o el control total del partido? ¿Habrá nuevo PRI? ¿O la vieja guardia ganará la partida?…

¿Será el gran elector?

Para Jorge Alcocer, analista político y director de la revista Voz y Voto, Peña Nieto no repetirá la decisión de Ernesto Zedillo de tener una “sana distancia”, que para muchos provocó la derrota electoral del 2000.

“El PRI buscará con el presidente de la república una relación de estrecha colaboración y va a aceptar la genética política del priismo: la jefatura de Peña Nieto sobre el partido. No tengo duda de que Peña Nieto actuará y será tratado como el primer priista de México. La duda es si los grupos y círculos de poder que se desarrollaron en estos últimos doce años van a mantener su forma de operación o el presidente va a querer deshacer esos núcleos de poder.”

¿Cómo se perfila la relación PRI-Peña Nieto?

Todos sabemos que en el PRI la regla de oro era que el presidente se convertía en el “gran elector” de los candidatos a gobernador y el gran “palomeador” de candidatos a diputados y senadores. Se atribuye a Adolfo Ruiz Cortines, expresidente de México, la frase siguiente: “Los gobernadores y las cámaras federales son del presidente, los congresos locales son de los gobernadores y los ayuntamientos son del pueblo”. La pregunta que cabe hacer es si Peña Nieto como presidente va a retomar la facultad “metaconstitucional” —para citar al inolvidable Jorge Carpizo—, una facultad que no está escrita, sino que se ejerce. Veremos si él tiene la última palabra sobre los candidatos a gobernador. La primera muestra de esta conducta lo veremos en unas semanas quizá, porque en Baja California —estado gobernado por el panismo desde 1989— habrá elección a gobernador en 2013. ¿Quién va a designar al candidato? ¿Va a decidirlo el partido o Peña Neto? ¿Lo van a decidir los círculos de poder del propio estado?

 ¿Peña Nieto quiere el control total del partido?

Buscará la propia transformación del PRI. Peña Nieto en distintos foros y momentos ha manifestado su deseo y voluntad por impulsar la renovación del partido. A él le gusta hablar del “nuevo PRI”. El y su equipo quieren sentirse y presentarse como una nueva generación que ya no tiene relación con la anterior que actuó en las décadas finales del siglo XX. Lanza el mensaje de que él y su equipo van a comandar el relevo generacional del PRI. Y que la generación que perdió en 2000 y que estuvo en la oposición es una generación que iría en retirada. Vamos a ver cómo lo procesan. El PRI tendrá que realizar una asamblea nacional en febrero próximo, es probable que aproveche para renovar su dirigencia porque aún no sabemos dónde va a quedar Pedro Joaquín Coldwell —actual dirigente del PRI—; si es invitado al gabinete, pues habrá una nueva transición en el PRI. Peña Nieto conoce el PRI del Estado de México, que es el PRI con el que él trató y el partido local que controló. ¿Se va a dejar el resto del PRI?

Genética presidencialista

¿Coincide con analistas en que esperan “actitudes autoritarias” precisamente con un Peña Nieto ejerciendo “todo el poder?

Los rasgos de la genética, el ADN priista está asociado directamente al presidencialismo. Es parte de su ser. Ellos no lo ven como una regresión, como una condición autoritaria. Ellos hacen de su disciplina y lealtad al presidente de la república una virtud. Y hay que reconocer que por muchas razones es una virtud. Ya hubieran querido Calderón o Vicente Fox haber tenido en su partido la disciplina que militantes dirigentes, legisladores, gobernadores priistas aprendieron y ejercieron con el presidente de la república. No equivoquemos los términos ni los análisis. En todo país democrático, quien encabeza la presidencia, la jefatura de gobierno, o es líder del Estado, adquiere facultades no escritas respecto de su partido. Igual esto ocurre en el laborismo inglés, sucedió cuando a Margaret Thatcher le dijeron que ya había terminado su ciclo y tenía que renunciar, su partido se lo planteó. Dijo sí pero yo designo a mi sucesor. En Estados Unidos, que es un caso singular por la cuestión bipartidista, Obama tiene sobre el partido demócrata una indudable influencia, y así en otros países.

Relación que no alcanzó Calderón con el PAN…

¿Cuál es el ADN del PRI? Es el presidencialismo, es la cohesión y la unidad en torno al presidente de la república. ¿Cuál es el ADN del panismo? La oposición al presidente. Entonces, en el PAN, como dice Diego Fernández de Cevallos —en entrevista con nosotros en Voz y Voto—, una parte del panismo no aprendió a ser gobierno y otra parte nunca dejó de ser oposición. Y en ese cruce de visiones e intereses, tanto Fox como Calderón —sobre todo este último, gran paradoja porque fue dirigente del PAN— mantuvieron con su partido una relación de permanente tensión. Cuántos presidentes panistas hubo en el sexenio calderonista: Manuel Espino, Germán Martínez Cázares, César Nava y Gustavo Madero. Nunca en un periodo igual el PAN tuvo tantos cambios en la cúpula de su Comité Ejecutivo Nacional. Esto da una idea de tensión. Son historias distintas. La historia del PAN como la del PRD están más vinculadas a la genética opositora, mientras que el ADN priista es un ADN estrictamente presidencialista.

Empezar de cero

¿Cómo creerle al “nuevo PRI” cuando hay viejos lobos de mar como Beltrones o Gamboa?

Es que, sin lobos de mar, tampoco se puede pescar. A veces es necesario. Tengo varios puntos referenciales. En el propio PAN, en los años de la dirigencia de don Luis H. Alvarez, hubo una combinación que resultó muy exitosa: la promoción de nuevos cuadros —ahí entró Calderón— con la permanencia del panismo que venía forjando a lo largo de muchos lustros. Esa combinación intergeneracional al PAN le dio muy buen resultado. Se habla del “nuevo PRI” desde tiempos de Miguel de la Madrid, con la renovación moral. Los partidos no cambian de la noche a la mañana, tienen sus reglas y formas de operación. A veces con los partidos hay que aplicar la vieja consigna alemana “si a usted le gustan las salchichas, no pregunte cómo se hacen”. Los partidos son maquinarias que a veces no son muy agradables para la sociedad, pero son indispensables. El PRI requiere una renovación profunda.

¿Qué es lo que puede cambiar? Me parece que dos cosas: que el PRI sea auténticamente un partido con militantes reales. Si alguien le pregunta a Coldwell cuántos militantes tiene el PRI y en dónde están, no sabe, no tiene un conocimiento preciso de cuál es la militancia del PRI. Saber cuántos militantes tiene un partido es la base para que sea auténtico, un partido que funciona y se organiza.

La tarea es empezar de cero, tan sencillo. Si no saben dónde están, ni quiénes son, pues empiecen a poner mesas de afiliación y que la gente se registre por su propio pie. Y el otro: ser un partido que se dote de sí mismo, a partir del debate de sus militantes, de un ideario.

Decía el gran pensador italiano Antonio Gramsci que los partidos son un intelectual colectivo, tienen que formular propuestas para ir con la sociedad y presentarlas. Cuando el partido logra cumplir con ese objetivo, la sociedad conoce sus propuestas y a través del voto tiene la decisión final. Genera consensos y legitimidad. Eso le falta al PRI: es muy bueno para ganar elecciones, pero muy malo para pensar.