Vertiginoso arranque

                             Gobernar siempre quiere decir hacer descontentos.

                                                        Anatole France

José Fonseca

Hace seis años el arranque del gobierno de Felipe Calderón tuvo encima la sombra de la tenaz resistencia de Andrés Manuel López Obrador, quien no sólo se negó a reconocerlo como presidente de México, sino que lo declaró ilegítimo, en un perverso ejercicio político cuya única finalidad era intentar el fracaso prematuro de quien ganó la elección de 2006.

Por eso el ánimo ahora es distinto, porque el triunfo del presidente Enrique Peña Nieto caló en la mayoría, harta de la rijosidad política que mantuvo a la república políticamente estancada.

Hasta vertiginoso parece el arranque de un gobierno que decidió hacer política, pero sobre todo, de acuerdo con la máxima de Gustavo Le Bon, reconoce que gobernar es pactar, y que pactar no es ceder.

Aunque, como ocurrió en los pasados tres sexenios, no tiene la holgada mayoría legislativa, el presidente Enrique Peña Nieto se ha aplicado a gobernar.

La experiencia parece haberle enseñado que en la campaña se hace poesía, pero en el gobierno todo es prosaico.

Aprovechó la circunstancia de que ahora, a diferencia de hace seis años, la mayoría de la población ha visto con esperanza la llegada de un nuevo sexenio.

Ha procedido con pragmatismo, cediendo donde se puede, para impulsar los asuntos y programas que le interesan.

Las primeras tres semanas de gobierno han sido un buen ejercicio político que le permite al presidente Peña Nieto calcular los límites de sus fuerzas y de las de sus adversarios, para trazarse la ruta por la cual buscará darle a la república no sólo esperanza, sino un gobierno eficaz.

Sabe el nuevo gobierno que a partir del próximo enero se les exigirá mucho, quizá más de lo que se le exigió a su antecesor.

Quizá el éxito pueda alcanzarse cuando todo el equipo del presidente, sin excepción, se convenza de lo dicho por Anatole France: “…gobernar siempre quiere decir hacer descontentos”, inevitable que los haya, pues gobernar bien significa afectar intereses. La clave será que los descontentos sean los menos.

 

jfonseca@cafepolitico.com