Legisladores y funcionarios se quejan de que Enrique Peña Nieto no los deja ni dormir. La velocidad e intensidad que ha dado a la conducción del gobierno tiene sorprendidos y desubicados a quienes estaban acostumbrados a tener presidentes lights.
Ha comenzado, sin embargo, a surgir una inquietud: ¿cuántos mexicanos conocen realmente el contenido y la trascendencia del Pacto por México?
Peña Nieto ha elegido como lema de su administración Vamos a Mover a México. El problema es que hay muchos que no quieren moverse. Entre otras razones, porque no se han tomado la molestia de leer el documento o porque su capacidad no les da para entender la trascendencia del mismo.
La campaña mediática que ha comenzado a desplegarse en radio y televisión no es suficiente para que el Pacto por México llegue y penetre hasta las entrañas de la nación. A final del día, la aplicación de sus acciones, su análisis y discusión sigue quedando dentro del conocido círculo rojo. Es decir, en el ámbito exclusivo de los funcionarios de más alto nivel, empresarios, académicos, analistas o politólogos.
Es importante detenerse en ello porque hasta donde se entiende el Vamos a Mover a México no sólo pretende ser un plan de gobierno, sino una mentalidad, una forma de vida que debe ser adoptada por cada mexicano para que la trasformación del país sea generada por la sociedad y no sólo por el gobierno.
Mientras Peña Nieto va a toda velocidad —entra, sube, baja, sale—, los presidentes municipales, legisladores locales y algunos gobernadores siguen viviendo en el planeta Marte. Para muchos alcaldes, el Pacto por Méxicoson los rollos del Mar Muerto; ni lo conocen ni lo entienden.
Lo peor que le podría ocurrir al gobierno peñista es tener un carro con volante, pero sin ruedas. De ahí la importancia de que Vamos a Mover a México cuente con un ejército de promotores; sí, sin duda, también de operadores que serán los futuros delegados federales en las entidades, concentrados, por cierto, más en lo técnico que en una tarea de convencimiento político y compenetración social.
En alguna ocasión, escuché decir, al hoy presidente Peña Nieto, que “nadie puede defender lo que no entiende”. Una frase que confirma una de las necesidades, o tal vez, la necesidad más urgente de su gobierno.
El año pasado, la Cámara de Diputados precisó que existen en el país mil 251 municipios con muy alta y alta marginación, en los que habitan 17 millones de personas.
Esto significa que si los alcaldes de los 2 mil 443 municipios no entienden la esencia económica, social y política del Pacto por México, será difícil que las reformas en materia hacendaria, de seguridad, educación, derechos humanos y transparencia, por ejemplo, tengan resultados en los lugares más atrasados y apartados del país.
Vale preguntar si las autoridades han pensado en alguna estrategia para que los munícipes, sobre todo los que menos instrucción tienen, los que gobiernan las alcaldías con mayor marginación —como es la de Metlatónoc, Guerrero— entiendan, conozcan y apliquen con la debida eficacia los ejes vertebrales del documento.
Alguien tiene que ir a enseñarles la lección a los mandatarios y representantes locales. Y no basta con reunirlos en un salón con el presidente de la república enfrente. Tampoco con hacer buenos spots para la televisión.
Algún tipo de cruzada —tête-à-tête [cara a cara]— tendrá que emprender el gobierno federal para que la revolución política de Peña Nieto llegue y anide en las entrañas de la república. De otra forma el gran cambio quedará, como siempre, en los círculos más privilegiados de la población.