¿Justicia popular?
Yazmín Alessandrini
No se puede tapar el sol con un dedo. En la entrega anterior hicimos hincapié en la complicada situación que se vive en el Estado de México a causa de la creciente ola de inseguridad y violencia, y las urgentes medidas tomadas por el gobernador Eruviel Ávila para que la paz y la tranquilidad regresen a la entidad que gobierna.
Sin embargo, el clima de tensión detonado por el accionar de distintos grupos criminales no es endémico del Edomex; en todo el país a diario se presentan hechos de sangre que preocupan e intimidan a todos los mexicanos. Y como botón de muestra podemos tomar lo ocurrido recientemente en Guerrero, donde los focos de alarma están al rojo vivo ante la pasividad del gobernador Ángel Aguirre Rivero.
Dos hechos preocupantes y rechazables ocupan en estos momentos la psique de todos los guerrerenses y de la mayoría de los mexicanos: primero el asunto de los llamados grupos de autodefensa (ciudadanos armados, cansados de la inefectividad de los cuerpos de seguridad oficiales, determinados a cuidar a los suyos, con los asegunes que esto implica) que han surgido como por generación espontánea en las localidades de la Costa Chica; y, segundo, la violación de seis turistas españolas en el destino turístico de Acapulco durante el primer puente vacacional del año.
Si ya de por sí resulta ignominiosa y abominable la violación a una mujer, sea de la nacionalidad que sea, el que hayan sido seis las ultrajadas al mismo tiempo por un comando de hombres armados y encapuchados magnifica todavía más esta pesadilla.
Sin embargo, a quien estos deleznables hechos le parecieron peccata minuta fue a un hombrecito llamado Luis Walton Aburto, supuesto alcalde de Acapulco, a quien se le hizo fácil declarar que la violación de mujeres es algo “muy lamentable pero sucede en cualquier parte del mundo”.
Pero eso sí, después de sus barrabasadas, a mitad de la semana pidió disculpas y casi con lágrimas en los ojos le suplicó al presidente Enrique Peña Nieto que envíe ayuda inmediata para Acapulco.
Y bueno, respecto al asunto de los famosos grupos de autodefensa, la cosa está que arde y a punto de salírsele de madre al gobernador Ángel Aguirre Rivero, si no es que ya se le salió.
Porque por un lado, el pasado martes por la madrugada nueve elementos de la Secretaría de Seguridad Pública estatal fueron emboscados y asesinados en Tepoztepec, municipio de Apaxtla de Castrejón, aparentemente por elementos de estas llamadas guardias ciudadanas que tanto ha aplaudido el góber guerrerense; mientras que por el otro, también durante el pasado puente del 5 de febrero, en el municipio de Ayutla, dos turistas chilangos fueron baleados por estos rupestres robocops porque no quisieron detener su coche en un retén instalado en el poblado de San Marcos.
Lo más grave del asunto es que estos grupos de autodefensa ya llegan a casi mil integrantes (indígenas armados y encapuchados) que tienen en su poder a 54 personas que desde su óptica son delincuentes y a quienes en estos días un tribunal popular, erigido por ellos mismos, los juzgará a la usanza de unos usos y costumbres.
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