Juan José Reyes

Nadie negará la generalización del gusto por espiar. El que ejerce esta acción tiene un privilegio: conoce secretos de los otros, que bien pueden ser reveladores y tener un sabor especial. El placer de las biografías no está tanto tal vez en ver cómo la pasan los grandes personajes en escenarios menos llamativos que los de episodios trascendentes sino en pescarlos en la vida vulgar, en ver cómo padecían los apremios a los que solemos todos exponernos. Esto pasa no solamente con los héroes de la historia o los vencedores de batallas fundamentales. Sucede también desde luego con artistas y pensadores, a los que la llamada sabiduría popular sitúa, con estupidez la mayor parte de las veces, como un grupo de despistados incapaces de enfrentar con mínima solvencia los menores agobios de la vida mundana. Si es verdad que los filósofos, por ejemplo, actúan más o menos como todo el mundo en las situaciones normales, es cierto a la vez que tiene encanto ver cómo le han hecho personajes como Heráclito, Séneca o Platón en los negocios diarios. ¡De modo que la vida vino a ser cosa distinta a lo que parecía en el Topus Uranus!, dan ganas de decirle al maestro de Sócrates.

Sin embargo los filósofos, en algunos casos, actúan de manera peculiar. Se toman en serio quizás el papel que los otros les asignan. Es el caso de los filósofos reunidos en este libro, donde los pensadores, además de sabios, aparecen como seres dados al disparate, a la salida intempestiva, al vivir de un modo distinto o disruptivo. Imaginemos por ejemplo a Aristóteles, racional entre los racionales, entregado a la tarea de fabricar un leve instrumento de tortura que le impidiera dormir, costumbre contraria a sus proyectos, porque atentaba contra ellos. Dormir quitaba el tiempo, decía con razón el Estagirita.

La filosofía ha de predicarse con el ejemplo, parecen decir varios de aquellos personajes. Lo hacen no sólo en el campo de la ética (por ejemplo, Sartre sería un hombre existencialista) sino en el del conocimiento mismo: de acuerdo con el ser del Sol han de establecerse los actos de la vida, piensa Proclo.

De este modo, el libro de Droit y De Tonnac es tan ilustrativo como entretenido. Una pequeña joya, para filósofos y para lectores que quieran divertirse.

 

Roger-Pol Droit y Jean-Philippe de Tonnac, Tan locos como sabios /

Vivir como filósofos. Argentina, Fondo de Cultura Económica

(Sección de Obras de Filosofía), 2003; 201 pp.