Accionar de una familia de mafiosos

Teodoro Barajas Rodríguez

Regresa El Padrino a la pantalla grande, la celebrada película de Francis Ford Coppola en la que desfilaron estrellas del cine como la figura icónica de Marlon Brando, entre otros; un retrato de la mafia siciliana que aún mantiene la frescura de hace cuarenta años. Ésa fue la ficción, lo que vivimos en la actualidad es la realidad de la violencia exaltada como lo describen los cuadros patéticos y sanguinarios.

En Acapulco, símbolo de glamour, turismo y negocios, han ocurrido hechos lamentables que han dado la vuelta al mundo en esta era de la globalización informativa; sí, el puerto que fue inspiración de Agustín Lara ha sido epicentro de conductas ilícitas que han calado.

Entonces la seguridad pública continúa como asignatura pendiente porque el horror no se detiene, los registros apuntan a situaciones oscuras en forma y fondo.

En la película El Padrino se muestra el accionar de una familia de mafiosos que representaban un clan maridado en un perverso juego con hombres del poder, digamos que unos y otros se apegaban a lo que en muchos casos se dice de las Iglesias, perdonan el pecado pero no el escándalo, la hipocresía como divisa, las componendas como régimen.

Las frases de la película tienen semejanza con las sentencias, a veces parecen recetas hilvanadas por maquiavélicos, negocian, acuerdan y proponen ofertas irresistibles.

En nuestro país, la realidad desglosa la gravedad de la seguridad que se ha tornado en dificultad atroz, cada vez se registran hechos que son el síntoma del padecimiento. Grupos de autodefensa, ciudadanos irritados asumiendo un papel que debiera ser de la policía de acuerdo con nuestras leyes, ruptura en la relación contractual que supone el orden jurídico.

La ficción de algunas películas en las que los protagonistas son los malosos ya han sido rebasadas por la realidad: descabezados, secuestrados, mutilados, todo ello enmarca una verdadera marejada de violencia que provoca trastornos que roban la vida sosegada de hace algunos años.

En El Padrino los jefes del hampa tenían sus propios códigos, no llegaban a los extremos del terrorismo ni a la venta de drogas a menores, paseaban con trajes de marca y lustrosas armas, decían que el poder aniquila a quien no lo tiene, ellos ejercían el suyo. Sin duda fue la mejor actuación de Marlon Brando personificando a don Vito Corleone, el santón de la mafia.

En nuestro país la realidad nos indica que son muchas las bandas llenas de delincuentes y que cada una forja ramificaciones que se extienden como tentáculos por todas partes.

Entonces las ficciones de las viejas películas han quedado instaladas en la nostalgia de los cinéfilos porque la realidad se convirtió en un brutal trance que no concluye.