Jaime Septién

A partir del momento en el que Benedicto XVI pronunció en latín su renuncia —noticia récord en ser propalada por el mundo— las televisoras de los cinco continentes activaron el plan que tienen preparado para cubrir los funerales de un Papa, el tiempo de la sede vacante y la puesta en marcha del Cónclave hasta el humo blanco de la Sixtina, la aparición del nuevo Pontífice en la Logia de San Pedro y la primera celebración eucarística de su papado. Da lo mismo que sean cadenas de protestantes, ateos o de otras religiones: la imagen del corazón de la Iglesia católica es lo que cuenta.
Las azoteas de los edificios aledaños al Vaticano, desde la calle de Gregorio VII a los del barrio del Borgo y la Vía de la Conciliación, han sido alquiladas desde tiempo atrás por estas grandes empresas que pagan renta por años, con tal de estar ahí esos quince días, más o menos, en los que ocurren los funerales, la reunión de los cardenales y el proceso de elección. En este 2013 serán más días, por la inusual decisión del Papa Benedicto XVI de renunciar libremente a seguir ejerciendo su ministerio. No importa. La inversión se pagará con creces. Todo el planeta estará atento a lo que suceda en Roma.
¿Qué tiene este acontecimiento que suscita tanto interés? Para los que tenemos fe, la presencia del Espíritu Santo en la persona de un nuevo Papa. Para quien no la tiene, el atractivo proceso de elección de la más populosa de todas las religiones del mundo y la que construyó la civilización occidental. Un proceso explicado hasta la saciedad en los medios de toda índole, que lleva una carga histórica y teológica considerable y que fascina a cualquiera que se adentra en él.
Pero lo que más se lleva hoy es tener las imágenes de primera mano de cada uno de los detalles que componen esta reunión de 118 cardenales, de los cuales son 17, más o menos, los que van a guiar a los grupos de discusión previo a que las puertas de la Sixtina se cierren y se lance el grito de “fuera hombres”. Las televisoras inundarán sus noticiarios y sus programas especiales con el horno del que sale el humo de las papeletas de votación; con el sastre del Papa, con las biografías de los anteriores papas y, desde luego, con las predicciones de quienes saben y quienes no saben, pero se dedican a las apuestas o a la nigromancia.
Las grandes imágenes arrastran el interés del teleespectador. Y una de ellas es la del Papa. Desde este jueves 28 de febrero, cuando dé inicio el periodo de sede vacante, y hasta antes de Semana Santa, cuando seguramente sea electo el sucesor de Joseph Ratzin­ger, las cámaras del mundo estarán en San Pedro, husmeando en directo el relevo inédito de un Papa que renuncia y otro que es elegido por un colegio de cardenales de los cuales 67 fueron nombrados por el que se va.