Otra industria del crimen

Deisy Francis Mexidor

El tráfico sexual infantil prolifera como una epidemia oculta, sin control, en Estados Unidos, donde unos 300 mil niños entre 12 y 14 años son víctimas anualmente de este mercado.

Una “industria” que en nivel mundial atrapa en sus redes cada año a casi dos millones de menores de edad y genera más de 10 mil millones de euros al final de cada calendario, de acuerdo con datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Se estima incluso, que las niñas llegan a ser vendidas de 10 a 15 veces por día. Son cifras sobrecogedoras. La explotación sexual es una de las peores formas de esclavitud contemporánea y constituye una grave violación de los derechos fundamentales de la niñez.

Sus responsables son las mafias que controlan y se benefician de este lucrativo negocio, así como aquellos individuos que favorecen activamente las condiciones necesarias para que se produzcan.

Tal vez para los estadounidenses no es noticia que el problema exista en otros países, sin embargo, ignoran que esté ocurriendo y aumentando tan velozmente dentro de su propio territorio.

Un reporte del 25 de abril, publicado en el sitio digital Aporrea, describe cómo en la región de Puget Sound, en el estado de Washington (oeste), el comercio sexual con niños es parte de los fenómenos cotidianos.

Se dice que pequeñas de apenas 11 años son prostituidas en manos de hombres que prometieron cuidar de ellas y existen bandas de delincuentes que están cambiando su negocio de vender drogas para dedicarse a suministrar sexo.
En el 2010, cerca de 69 niñas fueron rescatadas a nivel nacional, de las cuales 24 estaban en el área de Pudget Sound. Denominado Operación Cross Country V, el trabajo policial estaba dirigido a desarticular organizaciones de proxenetas y sujetos que lucraban con la trata de menores.

La actriz Demi Moore pidió en mayo último ante el Congreso que el gobierno tomase medidas urgentes para frenar el flagelo en Estados Unidos.

Y subrayó: “No creo que ningún chico de 13 años elija prostituirse. Y lo que es interesante es que la mayoría de la gente cree que una prostituta elige venderse a sí misma, cuando, en realidad, el 75 por ciento de estas son esclavas de alguien que comercia con ellas”.

Sin embargo, pese a que el Departamento de Justicia sostenga que tanto a escala federal como estatal centenares de personas han sido llevadas a los tribunales, hay niñas norteamericanas que son traficadas por gente que en muy raras ocasiones es procesada por ese delito, advirtió Moore ante los legisladores.

Estadísticas oficiales señalan que desde 2003 cuando fue puesta en funcionamiento la Iniciativa Nacional contra la Inocencia Perdida, cerca de mil 250 víctimas de prostitución infantil fueron salvadas y retiradas de esa práctica.

Para Rachel Lloyd, directora de la Girls Education and Mentoring Services (GEMS), la única organización sin fines de lucro del estado de Nueva York que presta servicios a menores víctimas de la trata doméstica y de la explotación comercial, el triste panorama se encuba en muchos casos en la disfunción familiar.

Lloyd tenía solamente 13 años cuando abandonó la escuela para mantener a su madre alcohólica. Cayó en un entorno de drogas y de abuso sexual. Tres veces intentó matarse.

En su experiencia “más del 70 por ciento de las víctimas de la explotación sexual comercial han pasado por el sistema de bienestar infantil en algún momento. Lo que indica que algo está pasando en el hogar, ya sea abuso, abandono o alcoholismo”.

Si bien es cierto lo anterior, la fuente de la que más se nutren quienes se dedican a este comercio, proviene del tráfico humano a escala internacional.

La nación norteña, según informes oficiales, es el destino número uno para las víctimas que caen en esta red.

El Departamento de Estado calcula que de 600 mil a 820 mil personas por año son trasegadas a lo largo de las fronteras nacionales.

Aproximadamente, el 80 por ciento de las víctimas son mujeres y niñas, y 50 de cada 100 son menores. En el crimen internacional, este delito ocupa el segundo lugar, sólo superado por el tráfico de drogas.