Las reformas del pri

Alfredo Ríos Camarena

El sistema político mexicano se ha caracterizado por ser un sistema presidencial en donde la fuerza del Ejecutivo ha constituido el eje del desarrollo nacional; así fue concebido desde sus orígenes constitucionales, y después de la Revolución, se consolidó y desarrolló en virtud de la formación de un partido hegemónico, cuyos propósitos fueron aglutinar las fuerzas dispersas de la Revolución y crear una formación política de enorme poder, cuya vinculación se daba en los principios ideológicos que le dieron contenido y razón al movimiento de 1910.

El PRI también tuvo por objeto mantener el poder político del expresidente Plutarco Elías Calles, quien así se convirtió en jefe máximo de la Revolución y mantuvo bajo su dirección a los presidentes Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y Emilio Portes Gil. La ruptura con el maximato se dio en el régimen del general Lázaro Cárdenas, quien transformó el PNR para convertirlo en Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Esta nueva visión del partido incluyó un sector militar y consolidó este instituto político como la fuerza del presidente; años después, al iniciarse los gobiernos civiles con Miguel Alemán, se creó el PRI, que hasta el día de hoy conserva el mismo nombre.

El PRI ha sido el motor histórico de grandes cambios en el país sometiendo sus principios a la Constitución de la República; éste es el eje real del partido.

En la reciente Asamblea Nacional, se volvieron a desarrollar cambios que implican el regreso a un presidencialismo que le dé dirección clara y conducción a la república y que mantenga la disciplina interna, después de que el partido se ha dividido seriamente durante la época de los gobiernos panistas. Esta medida políticamente le dará mayor firmeza al mando presidencial y la disciplina se ejercerá con mayor rigor; el problema de las modificaciones que se acaban de realizar es que abren la puerta a un cambio de reformas constitucionales que puede afectar los principios paradigmáticos de la Constitución, particularmente en el tema petrolero.

El haber quitado el candado del IVA puede tener efectos muy diversos; en principio, muchos militantes no están de acuerdo en esto, pero habrá qué ver cómo se plantea el proceso de la reforma fiscal. Si efectivamente esta reforma, junto con la de comunicaciones y otras más, obliga a los poderes fácticos a someterse a la autoridad del Estado, será bienvenida; esto significa que la tributación de las grandes empresas deberá sujetarse a un régimen que impida la elusión fiscal que hasta ahora se realiza a través de diferentes hoyos negros, como es la consolidación.

Si el resultado de la reforma verdaderamente beneficia a las finanzas públicas, podría ser aceptable, lo que hasta hoy se prefigura al quitarse los candados de los principios priistas.

El presidente, como miembro de la Comisión Política Permanente, también es una garantía del control presidencial que en los gobiernos priistas siempre ha existido, a excepción de la “sana distancia” que marcó el presidente Zedillo.

Los cambios del PRI apuntan a la posibilidad de ser benéficos, pero de entrada no nos dicen nada y ponen en riesgo principios fundamentales.

El tema no se agota con estos movimientos internos del partido, tendremos que ver al futuro inmediato las iniciativas legislativas para cambiar el sistema fiscal mexicano.

De lo que no hay duda, es la decisión presidencial de enfrentar estos poderes denominados fácticos que se habían apoderado de la conducción nacional; la consignación de la maestra Elba Esther Gordillo es un ejemplo de esto, pero faltan por desarrollar las batallas más complicadas que habrá de enfrentar a aquellos multimillonarios que pretenden desde el poder del dinero, controlar el destino de la nación.

Pronto asistiremos a cambios que pueden ser los más importantes que se hayan dado en mucho tiempo, o veremos fracasos que nos regresen a la incertidumbre.