El futuro de la industria debe discutirse en serio

 Mireille Roccatti

Este año conmemoramos el 75 aniversario de la una de las hazañas históricas del pueblo mexicano que más se ha tatuado en el imaginario colectivo: la expropiación petrolera del 18 de marzo de 1938.

La coyuntura internacional y las circunstancias internas de aquel momento deben tenerse presentes al rememorar la histórica decisión del general Lázaro Cárdenas. En el plano mundial, México sufría solidariamente con la república española la derrota en la Guerra Civil, en lontananza se vislumbraba el inicio de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en tales circunstancias la importancia estratégica de asegurarse el abastecimiento del petróleo resultaba vital, como lo había sido en la primera, en la que los buques de guerra de la Royal Navy, de la Gran Bretaña, se abastecieron de petróleo mexicano.

En lo interno, la arrogancia y soberbia de las compañías inglesas y norteamericanas  que se opusieron irracionalmente a satisfacer unas demandas sindicales que incluían una razonable petición de incremento salarial, lo cual los llevó a la necedad de oponerse al cumplimiento de un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Las compañías petroleras adujeron falsamente bajos niveles de utilidades, lo que llevó al gobierno a realizar un estudio financiero fiscal que demostró la existencia de una doble contabilidad, evasión fiscal y la existencia de enormes utilidades por parte de las empresas.

Así las cosas, el presidente de la república, ante la amenaza velada de una intervención militar que le expresaron en el propio Palacio Nacional los representantes de las compañías petroleras, toma la histórica decisión de expropiarlas y darle plena vigencia al mandato constitucional, que en 1917 reivindicó para la nación la propiedad originaria de tierras, aguas y las riquezas del subsuelo.

Es sabido que el general Lázaro Cárdenas guardó in pectore la decisión de expropiar, y sólo algunos cuantos conocían lo que estaba por resolverse; finalmente, el presidente convocó a los mexicanos al zócalo y, frente a una multitud expectante que se transformó en festiva, dio a conocer por cadena nacional el histórico bando presidencial que decidió la expropiación petrolera.

Los mexicanos acudieron solidarios al llamado presidencial y apoyaron sin restricciones la medida tomada, por un lado el pueblo acudió a depositar su aportación en efectivo para pagar la indemnización; son conocidas las imágenes de hombres y mujeres depositando desde guajolotes vivos, hasta aretes, monedas y todo lo que tuviera valor para cooperar en tan noble propósito.

Por otro lado, los pocos ingenieros petroleros mexicanos, los obreros de las compañías petroleras y los trabajadores administrativos, apoyados por elementos del Ejército nacional, tomaron en sus manos las instalaciones petroleras y mantuvieron sin alteraciones la operación de la industria y, pese a la escasez de refacciones y contratiempos mil, lograron una gran hazaña que parecía imposible, que la industria petrolera expropiada operara con normalidad. El único prietito en el arroz consistió en la fallida rebelión militar alentada por las petroleras del general Saturnino Cedillo en San Luis Potosí, que, sin el apoyo popular, fue aplastada en pocos días.

Esta trascendental decisión de reafirmación soberana permitió asumir a cabalidad la rectoría económica  del Estado y fue el basamento para impulsar un modelo de desarrollo nacional que, sustentado en los excedentes de un sector primario fuerte, posibilitó la posterior industrialización del país y que creciéramos durante treinta años a tasas promedio del 7% anual, que se conoció como el milagro mexicano. El trascurrir del tiempo agotó los yacimientos terrestres de petróleo ubicados en Tamaulipas y Veracruz y, tras ser exportadores netos, en los primeros años de la década de los setenta debíamos importar petrolíferos. Al final de esa década, otra gran hazaña de los ingenieros y obreros petroleros permitió, con la extracción de petróleo en las cuencas marinas del golfo de Campeche, el repunte de la riqueza petrolera que desde entonces es el puntal de los ingresos públicos. Hoy, con una plataforma de producción de 2.5 millones de barriles diarios y reservas probadas de 13 mil 796 de millones de barriles, la industria petrolera sigue siendo el soporte principal de la economía nacional.

El futuro de la industria y los alcances de la denominada reforma energética tiene que discutirse en un gran debate nacional, las reservas petroleras probadas son de corto plazo y solamente la explotación de las reservas ubicadas en aguas profundas del Golfo de México (hoyo de dona) permitiría la revitalización de la industria petrolera nacional.