Gerardo Yong
La renuncia del Papa Benedicto XVI a la silla de San Pedro evidencia que la Iglesia Católica está abrumada de problemas y desafíos. La Santa Sede se encuentra en uno de los periodos más difíciles desde su fundación. De entrada, ha descuidado su papel conciliador internacional que fue muy activo durante el papado de Juan Pablo II, las constantes acusaciones de abusos cometidos por sacerdotes (el sonado caso del padre Marcial Maciel, fundador de la congregación Regnum Christi, que se dice significó una valiosa ayuda financiera para los proyectos vaticanos) a una credibilidad cada vez debilitada por el avance de sectas cristianas que pregonan atender mejor las necesidades espirituales creadas por la incertidumbre económica, la inseguridad desatada a través de la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo, así como las dificultades para conseguir financiamiento a su vasta red de organizaciones religiosas. Ni qué decir de las presiones por cuestiones de géneros que han estado exigiendo cambiar las reglas del sacerdocio, entre estas, que se autorice el matrimonio para los sacerdotes, el reconocimiento de la homosexualidad, la aceptación del condón y, sobre todo, la posibilidad de que las mujeres puedan oficiar misa de igual manera que sus congéneres.
Decisión dura, pero sincera
Benedicto XVI fue sincero al dejar el cargo, pese a la sorpresa que causó su decisión en la comunidad católica mundial. El mismo pontífice había dado a conocer esta decisión desde el pasado 12 de febrero argumentando que carecía de las fuerzas necesarias para seguir ocupando la silla de San Pedro.
“Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20:00, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante”, concluyó el Papa.
Su dimisión fue anunciada ocho años después de haber sido elegido en sustitución de su antecesor Juan Pablo II. Joseph Ratzinger dio como fecha decisiva el pasado 28 de febrero para retirarse como jerarca del catolicismo y dedicarse a la oración, la contemplación del Altísimo y a la reflexión, la cual calificó como “el ejemplo más significativo de esta elevación espiritual, que manifiesta la dimensión más auténtica y profunda de todo acto eclesial, la del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia”
El Papa se despidió el 28 de febrero ante más de 50 mil fieles reunidos en la Plaza San Pedro, dos días después se reunió por última ocasión con los cardenales en Roma, antes de que estos inicien el cónclave que elegirá a su sucesor.
El legado Ratzinger
Una de las herencias del papado de Ratzinger ha sido su tendencia a insistir en que fe y razón deben enfocarse bajo un nuevo concepto, y en la búsqueda de la verdad. Fue un líder Frente a las nuevas formas de ver y enfrentar la vida en el mundo contemporáneo, nos alerta sobre “dictadura del relativismo”, que “no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el yo y sus deseos”, en palabras del Papa.
Abogó por eliminar todas las formas de intolerancia y reforzó la postura tradicional de rechazo a la homosexualidad y a la ordenación de mujeres, argumentando que aceptar estas condiciones significaría que el Catolicismo perdería su propia identidad para volverse una religión abstracta negativa.
Es una de las figuras más influyentes en el Vaticano, al grado que se le identificó como la mano derecha del Papa Juan Pablo II. Fue un jerarca que devolvió la ortodoxia al Catolicismo contemporáneo. Benedicto XVI señaló los males que era necesario rectificar, como fue el llamado a enfrentar el escándalo los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, con transparencia y justicia. También destacó el valor de la religión como una fuerza positiva y promotora de la paz y la justicia, frente a quienes defienden un mundo sin Dios, y afirman que las creencias religiosas llevan dentro de sí un germen de fanatismo y de violencia.
Según analistas internacionales, el legado de Benedicto XVI va a marcar la vida de la Iglesia, y su misión evangelizadora por muchos años, con sus innumerables escritos teológicos escritos durante su liderazgo, con los que ha marcado calado profundamente la vida de la Iglesia y del mundo. Sus enseñanzas destacan la importancia evangelizadora de la Iglesia, defensora de la tradición, aunque abierta a los cambios necesarios para estar cada vez más presente en el mundo actual.
Por curioso que parezca, Benedicto XVI ha sido el primer pontífice que renunció voluntariamente. El anunciamiento del “Habemus Papa” se dará a casi un mes de la muerte de Juan Pablo II, el pontífice que hizo de su peregrinaje una forma de establecer un nexo directo con los fieles diseminados en el mundo.
Contrario a lo que los medios de comunicación han venido divulgando respecto a que la última renuncia papal que se tiene registrada en la historia fue hace 600 años. Los pontífices que dejaron su cargo, lo hicieron prácticamente obligados por diversas situaciones, he aquí la relación de esos casos:
Los pontífices despedidos
La historia papal comprende 265 Pontífices, de estos, los siguientes tuvieron que abandonar el cargo por diferentes motivos:
Papa Clemente I (del 88 al 97) quien renunció en favor de Evaristo, tras haber sido detenido y condenado al exilio. El pontífice argumento que buscaba que la comunidad católica permaneciera unida en torno a un guía espiritual.
Papa Ponciano (230 al 235) dejó su cargo en favor del Papa Antero al haber sido enviado al exilio.
Papa Silverio (536 al 537) fue obligado a renunciar a favor del Papa Virgilio. Benedicto IX (del 10 marzo al 1 de mayo de 1045), dimitió en favor de Silvestre III y después retomó el cargo para pasarlo a Gregorio VI, quien fue acusado de haberlo adquirido ilegalmente y decidió también renunciar.
Papa Celestino V, conocido como el pontífice del “gran rechazo”, debido a la efímera duración de su pontificado el cual ostentó del 29 de agosto al 13 de diciembre de 1294. Fue sustituido por el Papa Bonifacio VIII.
Gregorio XII (1406 a 1415) fue supuestamente el último que “renunció” a la Silla de Pedro. En realidad, parece haber sido más bien forzado a retirarse ya que su Papado coincidió con el de otros tres pontífices: además de Gregorio XII, el Papa de Roma; Benedicto XIII, el Papa de Avignon, y el llamado “antipapa” Juan XXIII. Este hecho histórico fue conocido como el Cisma de Occidente. El emperador Segismundo decretó el Concilio de Constanza, el cual obligaba a dimitir a los tres pontífices. De estos, sólo Gregorio XII se sometió a la orden, y fue sustituido por el Papa Martín V.