JORGE LÓPEZ PÁEZ (1922-2017)

Gonzalo Valdés Medellín

En 1985 el estreno de una película de abierta temática homosexual pone también los reflectores sobre un escritor poco difundido hasta entonces: el veracruzano Jorge López Páez (1922-2017) de cuyo cuento “Doña Herlinda y su hijo” (publicado en el ya mítico suplemento Sábado de unomásuno, en 1980), el cineasta Jaime Humberto Hermosillo había hecho un filme —homónimo— que se convertiría en un clásico del tema. “Doña Herlinda y su hijo” —el cuento— traza, asimismo, los mecanismos de poder entre una madre dominante y su hijo homosexual; el discurso del escritor gira en torno a las conveniencias de callar lo evidente ante los reclamos de una sociedad enfermizamente tradicionalista, machista y mojigata. “El viaje de Berenice” (1962) ha sido considerado el cuento precedente en la temática homosexual de la literatura de López Páez. Autor de estilo llano y directo, que no se detiene en calibres experimentales o exploraciones de índole formal, López Páez se distingue como un escritor que privilegia las anécdotas siempre emergidas de una visión crítica hacia los prolegómenos sociales básicamente estatificados en la provincia mexicana. De esto surge “Doña Herlinda y su hijo” que encuentra muchísimos ecos coincidentes con “Cabecita blanca”, relato de Rosario Castellanos y con “Opus 123” de Inés Arredondo, sobre todo en el manejo de la figura de la madre como salvadora de las apariencias sociales, ante la evidente homosexualidad de su vástago. En el cuento de Castellanos, la ironía es humor que se autocelebra e, incluso, se autoarticula en la misma voz narradora; en el de López Páez el humor simplemente “se da” como consecuencia del flujo narrativo, muy eslabonado a través del juego del absurdo, detonando hilaridad que privilegia —como ya hemos observado— las bien urdidas anécdotas que el cineasta Hermosillo supo extrapolar no con poco ingenio en la versión fílmica, destapando de paso el homoerotismo y la virilidad de los protagonistas masculinos, y transgrediendo la imagen de la incólume madre mexicana explotada por el cine y la televisión, al presentarla como una mujer de gran inteligencia, cómplice brillante de su hijo y —rasgo distintivo de los personajes de López Páez— dotada de un vigoroso sentido común para defender su propia honorabilidad y la de su hijo ante una sociedad pacata y homófoba.

Los personajes homosexuales de López Páez son contestatarios de la mejor manera que pueden serlo: guardando fidelidad a sí mismos. Consintiendo en ser actores de la mentira social pero sin aceptarla para sí mismos en su fuero interno. Lo que hacen es responder a sus pasiones y defenderse —como pueden— de las circunstancias relegatorias o discriminatorias. Aceptan su condición sin hacer alarde, ajustándose a las normatividades (heteronormativas), aun defendiendo sus sentimientos, pero ante todo, sus deseos, y muchas veces sin saberlo ellos mismos, el respeto por los dictados de su libido. Sentido común de personajes homosexuales de López Páez que no se autocuestionan, que sólo viven y se enfrentan a lo que la voz popular podría definir como “los cabronazos de la vida”.

Así, en el cuento “Raúl Ballesteros”, dos jóvenes viriles habrán de salvar la dignidad de su amor cuando uno de ellos decide casarse con una chica, batiéndose en duelo a muerte. El duelo se convierte en un juego homoerótico de vertiginosa narración, donde la violencia exuda ternura y una carnalidad que descuella intensidades tonales en el propio texto, que hace rememorar lo mismo la novela de D.H. Lawrence Mujeres apasionadas (también llevada al cine por Ken Russel en 1969) o el guión del también veracruzano Hugo Argüelles La primavera de los escorpiones (1971). Los personajes de López Páez terminan devastados por sus propios golpes, por su amor, por su coraje y rabia, nadando en su sangre, en su sudor, en sus lágrimas, ante una situación que ellos no han elegido: “ser machitos” ante la sociedad que se los impone. Pero su sentido común los hace salvarse a sí mismos: dejar todo y empezar una nueva vida como amantes, como pareja, siendo ellos entonces los que rechazan el entorno que los mal cobija y aturde, buscando la paz en otro sitio, solos, sin familia ni novias que los detengan en su pasión; como quien dice: mandan todo a la chingada para ser felices.

En Los cerros azules (1993) que obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura en 2003, López Páez extiende el tema. Nuevamente el sentido común de los personajes los salva a sí mismos; y nuevamente se trata de una pareja de amantes hombres. La solución —para los dramas y las discriminaciones de que pudieran ser víctimas— es el efectivo disimulo con que ambos, uno soltero y el otro casado van llevando su amasiato, incluso frente a la familia del casado, pasando por “dos grandes amigos” en una sociedad provinciana que acepta el disimulo ante la evidente “garantía” que da el saber casado, con todas las de la ley, al mayor de ellos. Novela de rapidez discursiva, de personajes basados en termómetros de realismo psicológico, en Los cerros azules López Páez da rienda suelta a su maestría compositiva creando una historia de sagacidad anecdótica, humor brillante y contemporaneidad categórica. El amor va creciendo entre ambos protagonistas, el homoerotismo extiende sus redes, el mayor seduce al menor, o el menor representa el privilegio de una sexualidad plena y gozosa en la madurez sexual del hombre mayor; las pasiones dominan aquí cualquier posibilidad de drama. El amor triunfa.

Jorge López Páez es un escritor cuyo aporte a la temática homosexual es sustancial y no le falta razón a Luis Martin Ulloa cuando afirma que, en el contexto de la literatura mexicana de temática homosexual, Jorge López Páez “frente a la homosexualidad eligió el camino más lógico: abordarla con una asombrosa y apabullante naturalidad. Por esto su obra adquiere un carácter mucho más revolucionario que la de otros escritores, pues sus personajes no hurgan en el pasado para revelar el origen de sus preferencias; tampoco se atormentan por su condición ni tratan de hacer apologías. Lo que hacen es simplemente vivir…”. Ese vivir a plenitud —subrayaríamos— que condujo al crítico Ignacio Trejo Fuentes a escribir categórico: “En la literatura de Jorge López Páez hay siempre una apuesta en favor de la felicidad”.

En su cuenta de Facebook, el pasado 28 de abril, el crítico e historiador Ernesto Reséndiz Oikión dedicó algunos párrafos a rememorar a López Páez: “…pude conocer a don Jorge el año pasado… Llegó en una silla de ruedas, acompañado por su esposo Víctor, quien lo cuidaba amorosamente. Se veía reducido en la silla, y era un portento de la narrativa mexicana. Tuve el privilegio de que me dedicara sus libros, los ejemplares que llevé emocionado. Se interesó por quienes lo escuchábamos, no quería hablar de él, estaba tan quitado de la pena y sonriente. Me parecía un prodigio que tuviera 94 años, tan longevo, y su literatura, otro prodigio. Lo escogí como el autor del mejor cuento gay en México. No tuve duda cuando lo elegí. Le dediqué unos párrafos a su obra […] La crítica académica se ha ocupado del cuento y la película [Doña Herlinda…] como referentes claves de la cultura gay en el país. De nuestro corpus, el cuento de Jorge López Páez es el único que ha tenido tal alcance de recepción y éxito. […] Uno agradece vidas tan luminosas y generosas. Gracias, don Jorge”.

Con la muerte de Jorge López Páez se cierra una página trascendente y vital para la historia de la literatura homosexual mexicana. Descanse en paz el relevante escritor homosexual mexicano.

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