He impartido talleres literarios desde 1972 en la Academia de San Carlos, que era la ENAP/UNAM. Entre los asistentes estaba el escultor Hersua. Con algunas interrupciones, continué con esa noble práctica. No tardé en preocuparme por cómo se puede enseñar la escritura de cuento y más tarde de novela. (Véase mi Aprendiz de novelista.) Ahora, llevo catorce años impartiendo un curso-taller de creación narrativa en la FCPyS de la UNAM/Dirección de Literatura.

En 2014 decidí dejar un testimonio de todo aquello al menos una vez. Entonces convoqué a mis alumnos más constantes y esforzados, durante los dieciocho últimos años, para formar una antología de cuentos escritos ex profeso, según un ejercicio propuesto por mí, y que titularía Terror en la ciudad de México (Libros del Conde, México, 2015). El resultado fue inusitado, por la calidad de los textos originales de quince nuevos autores.

Pero no fue todo del género terror. De ahí que eligiera a quienes se acercaron más a ese apartado y los insté a que se concentraran en el género con más rigor. De esa convocatoria recibí la novela corta Diario encontrado en el Castillo de Chapultepec, de Edwin Alcántara. Como indica su título, está escrita con técnica de diario, como lo hizo Bram Stoker para escribir su célebre Drácula, publicada en 1897 en Inglaterra y que daría pie a toda la pléyade de vampiros del siglo XX, tanto en la literatura como en el cine.

 

Personajes trágicos

Con ese instrumento narrativo, Edwin traza con acierto a un personaje femenino, Fernanda, que es una investigadora (también escribe su tesis) en el Castillo de Chapultepec. Allí empieza a recibir señales desde la otra realidad: la de los espíritus. Aunque, de principio, no cree en ellos. Y quién si no iba a ser en ese sagrado recinto: Carlota, la emperatriz de México, que se ha convertido, junto con el emperador Maximiliano de México (1864-1867), en una leyenda nacional e internacional. Pero no solo eso, se acepte o no, Maximiliano y Carlota son parte de nuestra historia. Además, fueron un dique contra Estados Unidos, pero este país, astutamente, apoyó a Juárez y la república (no querían que México se fortaleciera como un país europeo, ya habían trabajado para expulsar a los españoles), por lo que la historia tomó el viraje que sigue hasta la fecha. No bajo el control de Francia sino bajo el de Estados Unidos.­ Yo hubiera preferido Europa, si de eso se tratara.

Por eso, y porque son personajes trágicos, ricos dramáticamente, me interesa la imagen de Maximiliano y Carlota y el Imperio mexicano. Pero en la novela de Edwin Alcántara, la protagonista es solo Carlota. La mujer tenaz, la mujer de carácter, que quiso sostener el Imperio hasta el último momento —pero Europa le dio la espalda—. Lo hizo con tanta fuerza que su espíritu continúa, en Diario encontrado en el Castillo de Chapultepec, en los sótanos secretos del castillo de la Ciudad de México —único en el país y no me extrañaría que en Hispanoamérica y aun el continente entero—. Pero es novela, no historia, por el trazo de los protagonistas y la ficción en general del relato. La historia solo es un apoyo —Edwin es historiador en y de la UNAM—. De acuerdo con el plan inicial, es una novela de fantasmas, en el género de terror, no histórica. Porque Pedro Páramo es una novela de fantasmas, pero no de terror ni era de ninguna manera la intención de su autor.

Fernanda, sin manifestarse como una admiradora per se de la emperatriz, se proyecta en la imagen de esta. Al grado de que el desenlace depende de tal decisión. Hay, por otro lado, una historia de amor que trasciende la realidad de la novela. No olvidemos que el género del terror tiene bases románticas y lo antes dicho lo confirma. Fernanda y su querido Carlos, que sigue su rastro y es el que nos descubre su grave experiencia, encajan en la línea vertebral de la obra Romeo y Julieta, solo que con un perfil macabro.

 

Historia de terror

El suspenso que Edwin utiliza para contarnos el misterio de Fernanda con Carlota (no incluye a Maximiliano, como se insinuó arriba, a este lo recordamos por algunos comentarios personales de la joven estudiosa en contra de Max) nos revela no tanto el miedo sino la piedad que la protagonista siente por la emperatriz. Por eso es que cuando el espíritu de la emperatriz la toca en la oscuridad de las entrañas del castillo, lo resiste y luego regresa a buscarla. Encuentra un diario de la emperatriz donde se manifiesta su soledad. Fernanda extraña a su madre como una niña. Quizás por eso se identifica con la emperatriz. ¿No será que tiene lástima de la emperatriz y también de sí misma?

En esta novela de 65 páginas es el turno del fantasma de Carlota, la emperatriz de México en su castillo, relatada por la protagonista, Fernanda. Es una historia de terror, dentro de los cánones del miedo sobrenatural, pero con una línea histórica dentro de la ficción. Recurso tan válido como cualquier otro.

Libros del Conde, según se ve con la publicación de Terror en la ciudad de México y de la novela El reflejo de lo invisible (mayo, 2017), del que esto escribe, y luego de Diario encontrado en el Castillo de Chapultepec, se va presentando como un escaparate vetusto y lleno de telarañas de la narrativa de terror, fantástica y tal vez de otros híbridos identificados con estas connotaciones, de escritores mexicanos de estos días.

Termino con Diario encontrado en el Castillo de Chapultepec. En un momento del final, Fernanda ve a Maximiliano en una terraza del castillo. Ya no extraña a su amante ni a su padre, ella, que perdió a su madre a temprana edad, como le ocurrió a Carlota. Edwin dice, en esta novela, que Carlota amaba a Maximiliano. Carlos (por cierto, el nombre se parece a Carlota) sigue a Fernanda (Maximiliano también se llamaba Fernando) a ultratumba, al mundo de los muertos, en una historia de sótanos oscuros, de la corrupción de la carne, pero también de la eternidad de los espíritus y de ese sentimiento tan hablado pero poco conocido de la vida: el amor.