Oriundo de Tlaxcala, con tan solo 16 años Pablo buscó cruzar la frontera norte en búsqueda de una mejor vida; sin embargo, al llegar a las vías del ferrocarril, mientras todos corrían para poder subir al tren que ya estaba en marcha, Pablo decide brincar pero resbala y cae.

Como si fuera parte de una película de terror, inevitablemente una de las ruedas pasa sobre su pierna. Al tratar de zafarse, el pequeño busca jalar su pierna pero las ruedas pasan por una de sus manos. Al final, pierde tanto la pierna como los dedos de la mano, además de sus sueños.

La historia de Pablo es uno más de los relatos que podemos encontrar en el libro Aves de paso. Niños migrantes no acompañados —México, ALI-UNAM, 2014— de Miguel Antonio Meza Estrada, excónsul de México en El Paso, Texas, quien a través de historias de un grupo de jóvenes y niños deportados de Estados Unidos, que se encontraban en Ciudad Juárez, expone la realidad de este fenómeno en México.

El libro cobra gran significado pues gracias a los relatos que ofrece adentra al lector en la vida de estos pequeños que tuvieron la necesidad de dejar sus casas. Ahí, de forma sencilla hablan acerca de qué fue lo que los hizo salir de sus hogares, cómo les fue en el camino y cuál fue su destino al regresar y enfrentarse nuevamente el país que les vio nacer.

En el marco del Día Internacional del Migrante —18 de diciembre— Siempre! entrevista a Meza Estrada, quien señala que su experiencia le ha dejado ver que la gran mayoría de estos niños tienen un problema de familia incompleta; “los menores padecen una ausencia, sus padres fallecieron, se encuentran en la cárcel o viven en el vecino país del norte”.

Explica que en su gran mayoría, estos niños reproducen la tradición migratoria de sus localidades que en general son migratorias, por lo que para ellos el hecho de partir hacia Estados Unidos se ha convertido en algo normal, lo cual debe ocurrir a cierta edad.

Sin embargo, dice que al cruzar la frontera se enfrentan a un choque cultural y geográfico, “llegan a un país muy grande, con costumbres distintas a las de su país de origen; al ser interceptados por la policía migratoria entran en shock pues les hablan en inglés, cuando ellos en  muchas ocasiones no saben ni hablar el español, pues provienen de comunidades indígenas”.

La problemática va en aumento

Desafortunadamente —indica—, en los últimos años se ha visto un aumento en la cantidad de niños que salen en búsqueda del sueño americano, por lo que resalta la urgencia de establecer mecanismos, reformas y programas para proteger a los menores de edad.

Al hacer un recuento del fenómeno migratorio hacia Estados Unidos, señaló que es una problemática que ha estado presente desde principios del siglo pasado, “con las etapas de deportaciones masivas, el Programa Bracero, lo que llamó la “gran bendición de Ronald Reagan” que con la Ley Simpson Rodino, entre 1989 y 1990, permitió la documentación como residentes o ciudadanos de un millón 600 mil mexicanos”.

Sin embargo, dice que la crisis de niños migrantes no acompañados comenzó a crecer a partir de 2014 cuando se esparció en Centroamérica el rumor de que Estados Unidos les otorgaría visa a todos los menores que llegaran a ese país. “Fue un caos en la frontera, lo cual provocó la detención de 66 mil niños centroamericanos y 16 mil mexicanos”.

Meza Estrada indica que en la actualidad, ante el aumento de la problemática, que ya suma a más de 15 mil niños mexicanos de entre 8 y 17 años y a cerca de 70 mil niños que provienen de Centroamérica que intentan cruzar la frontera norte de manera ilegal para llegar a Estados Unidos, es importante encontrar una solución real de unificación de estos menores.

“Es la primera vez que salen de su casa y al ser menores de edad no cuentan con identificaciones. Al nunca haber tenido la oportunidad de entrar en Estados Unidos, no  saben a lo que van. Es un problema muy grave por la cantidad de peligros a los que están expuestos al cruzar el desierto”.

Destaca que por cada tres niños que viajan, lo hacen también dos niñas que van de entre los 16 y 17 años, pero también se pueden encontrar a menores de 12 y 13 años que salen porque su relación familiar está rota, “la única coincidencia que tienen es que todos son guadalupanos, pero saben que tanto el Estado como la Iglesia no harán nada por ellos y por ello buscan una oportunidad fuera del país”.

Miguel Antonio Meza Estrada.

Urge visibilizar el problema

Meza Estrada reitera que es necesario visibilizar el problema para que tanto las autoridades como la sociedad mexicana se preocupen por sus menores de edad, “no es posible que anden viajando libremente por el país tantos niños sin ningún acompañamiento, sin ninguna protección”.

“Necesitamos atacar con más información la zonas de donde ellos van. Son los estados de siempre que pertenecen al cinturón del centro, uno que otro del sur. Reforzar la identidad nacional, porque ellos son profundamente mexicanos. En las escuelas hay que decirles que si se van a ir a otro país, allá las cosas son diferentes”.

Considera que lo que ha hecho falta es ofrecerles a estos niños acompañamiento, mucha orientación y, en todo caso, convocar a la sociedad para que se organice tanto en los lugares de origen como en los puntos de regreso cuando son detenidos por la policía.

“No es posible que un niño que no tiene identificación se suba a un autobús y viaje 12, 14 o 18 horas, con los riesgos que esto implica. Tanto autoridades como la sociedad se deben responsabilizar de ellos, y para ello se deben instalar más casas o centros de asistencia en las localidades fronterizas. Todos los organismos sociales deberían de tener centros de atención, orientación y protección “.

 

El prólogo de los dreamers

Meza Estrada destaca que al hablar de estos pequeños nos estamos refiriendo a los pre-dreamers, “son estos niños que llegan a Estados Unidos sin documentos. Estando allá, buscan estudiar pero resulta que no tienen acta de nacimiento norteamericana. Pueden hacer escuela hasta la prepa, pero no pueden cursar la universidad si no tienen ciudadanía o residencia”.

“Además no pueden trabajar, si lo hacen, es de manera indocumentada. Sin identificación no pueden manejar; es decir, si logran quedarse en Estados Unidos, se convierten en un problema para la sociedad norteamericana, pero no solo eso, sino también para ellos mismos y sus familias”.

En caso de ser repatriados, también tienen dificultades, “cuando los regresan a México solo les dicen ahí está tu país, que te vaya bien. Solo les dan 200 pesos para sus comidas y un boleto de línea Estrella Blanca para que se vayan a sus estados o municipios de origen. Pero muchos se paran en la esquina y se regresan a intentarlo otra vez. Es como una puerta revolvente” .

“La tragedia es que los detienen en el consulado, pero al tratar de encontrar a su familia, a veces lo logran, pero a veces no, porque no hay familia. Entonces son entregados en la frontera o al Instituto Nacional de Migración o a los DIF locales. Ahí es necesario que la sociedad mexicana tome cartas en el asunto.  No es posible que 15 mil niños anden deambulando por el país”, comentó.

Ante tal circunstancia, Meza Estrada asevera que es importante, en estos momentos, aprovechar la renegociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos para lograr que a los niños mexicanos indocumentados que son detenidos en la frontera se les dé un tratamiento especial, “que se haga una negociación, un tratado adicional entre México y Estados Unidos para atenderlos”.

Al recordar a la excanciller mexicana Rosario Green, recientemente fallecida, afirma que, como ella decía, es importante que en este tipo de temas se busque “parcializar los problemas y ponerlos en una canasta diferente; es decir, no debemos mezclar asuntos de violencia fronteriza con narcotráfico, comercio con migrantes. Cada tema tiene sus particularidades y sus soluciones. En este caso, dentro de todo el capítulo de la migración, los niños deben de ser un capítulo aparte para ser abordado exclusivamente”.

 “La agenda bilateral con Estados Unidos debe tomar el tema de los niños migrantes no acompañados como una gran prioridad y sentarse a ver una solución real de unificación de los más de 15 mil niños que cruzan la frontera anualmente y son deportados”.