…Se pregunta Hillary Clinton: “¿Qué fue lo que sucedió…?” Contesta Donald Trump: “Yo fui lo que sucedió”. 

The New York Times

Madrid.- Londres pagará 45 mil millones de euros por el brexit y aquí nos damos de carambazos por permanecer en la Unión Europea y defenderla aunque sea soportando a Carles Puigdemont y a Mariano Rajoy que no son cualquier cosa.

La paseada que se está dando el impoluto señor gerundense por Bruselas cumple ya más de un mes y todo indica que se prolongará hasta que la Constitución se reforme o el gobierno cambie.

El Supremo retiró la orden de captura para el expresidente en el exterior y la mantiene para detenerlo en el momento en que pise territorio nacional y los policías se atrevan a hacerlo si no hay una manifestación más de las tantas que organizan los que tanto nos quieren.

Festeja España el 39 aniversario de la Carta Magna del 78 y asisten la mitad de jefes de comunidades y es notoria la ausencia de los expresidentes Felipe González y José María Aznar. Pero no se equivoquen, lo hicieron para dejarse ver, con el fin de que su ausencia fuera motivo de charla y comentarios en los corrillos que se formaron. Dos señores para los que la soberbia es señal de identidad.

Los tomamos en cuenta para recordarles que el socialista contribuyó en estos últimos tiempos a la permanencia del neoliberalismo y que, gracias a él, se mantiene Rajoy en la Moncloa. Del otro, mucho puede decirse pero sea solo que el partido al que perteneció no la votó. Un galón más en el uniforme de tan respetable señor.

Aquí, nos ahogamos en la prensa rosa, nadamos en la multicolor, y, del forcejeo, solo salen pamplinas y sinrazones. Hay un factor que no desmaya y se mantiene en plena actividad: la corrupción. Por fraudes al fisco, dinero pagado en b, capital de golondrinos, inversiones en tierras ajenas y otros suspiros, el país pierde 90 mil millones al año.

Sin contar con la sub-sub-economía sumergida que nunca ve la luz pero que se maneja desde los bolsillos de los intocables que alimentan organizaciones de la ultraderecha y ultraizquierda.

Muchos de estos con destinos siberianos y el entorno.

Es un alarde de habilidad, pero todo sea con el fin de que sus nombres suenen siempre en el Congreso de los Diputados. Allí donde se debaten las cuestiones maestras de nuestra vida cotidiana y nunca se llega a acuerdos satisfactorios para la sociedad; ni siquiera aprueban leyes que beneficien un poco a unos cuatro millones de españoles que están en el umbral de la pobreza.

Nos absorbe tanto el no hacer nada que ya olvidamos un asunto fundamental: cientos de miles de refugiados árabes y africanos tocan a la puerta de Europa y los gobiernos —el nuestro también, no faltaría más— no escuchan los gritos ni ven los derramamientos de sangre que ocurren a las puertas del continente.

No se cumple con el compromiso adquirido por los países del consorcio para recibir una determinada cuota de personas. Mujeres y niños andan a la deriva y también una gran cantidad de ellos muere en aguas del Mediterráneo.

Desde la UE, tan presente en otros casos puntuales, nadie estira el brazo para ordenar una mayor atención al problema; cada día llegan en pateras, enfermos y muertos de hambre, centenas, a las costas de Italia y España.

Hay más de cien mil desaparecidos y las autoridades anuncian, con desesperación, que no se dan abasto para evitar las muertes y no hay suficientes campos de concentración.

Serbia y Polonia fueron el ejemplo de indiferencia y hacen oídos sordos a todo.

Pero en esta nación tenemos problemas, podemos vanagloriarnos de mantener vivos problemas de antaño; pasean por nuestras calles, los ladrones lucen su palmito y aprovechan para esquiar.

¿Qué fue de la trama Gürtel?

Aquí sí que hubo delincuentes muy en serio, pero entran y salen de las primeras páginas de los diarios en la medida en que los jueces dictan sus sentencias o no.

Debemos reconocer que hay una escasez de magistrados y que los asuntos permanecen amontonados unos encima de otros, casi sin tocar, por el exceso de denuncias que existen. Pero eso no obsta para que haya sinvergüenzas que aprovechen para reírse y sacar provecho de sus influencias políticas.

Por ejemplo, Iñaki Urdangarin, presidente de Nóos, vive en Ginebra y su caso aún no entra a juicio. Está en poder de la Audiencia Nacional hace más de once años.

Su esposa, la infanta Cristina, fue puesta en libertad porque Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución, supo enfocar la causa aunque hubo pruebas evidentes que no se tomaron en cuenta.

En resumen, los dos se fueron de vacaciones al pie de los Alpes.

Para que no digan, el Supremo acaba de mover ficha y condena a Francisco Granados, mano izquierda de Esperanza Aguirre (por todos conocida), a dos años de prisión.

Como ya lleva este tiempo entre rejas es muy posible que pida la libertad y se la concedan.

Sobre Ignacio González, mano derecha de doña Espe, expresidente de la comunidad de Madrid y exreo, no habla nadie bien pero sigue libre; allá muy lejos, muy lejos de los que le reclaman por robo y blanqueo de capitales, por comprar un piso en Estepona y decir que se lo regalaron.

¡Total, por nada!