Aunque nació el 16 de agosto de 1920 en Alemania, Charles Bukowski fue un ciudadano de Los Ángeles, California. Ahí vivió, bebió, folló y escribió. Tuvo una destructiva relación con su padre, se inició tarde en el sexo y en la literatura, pero su obra es una de las más influyentes en la narrativa moderna. Murió el 9 de marzo de 1994. Transcribo las primeras líneas de su primera novela, Cartero (Anagrama).

Empezó por equivocación.

Estábamos en navidades y me enteré por el borracho que vivía calle arriba, y que lo hacía todos los años, que contrataban a cualquiera que se presentase, así que fui y lo siguiente que supe fue que tenía una saca de cuero a mis espaldas y que me dedicaba a pasear a mis anchas. Vaya un trabajo, pensé. ¡Tirado! Sólo te daban una manzana o dos y si te las arreglabas para terminar, el cartero regular te asignaba otra manzana para repartir el correo, o también podías volver y el jefe te mandaba a otra parte pero lo mejor que podías hacer era tomarte tu tiempo y meter relajadamente las tarjetas de Navidad en los buzones.

Creo que fue en mi segundo día como auxiliar de Navidad cuando esta mujerona salió y se puso a andar a mi lado mientras yo repartía las cartas. Cuando digo mujerona me refiero a que tenía un culazo y unas tetazas y en general era grande en todos los lugares adecuados. Parecía estar un poco chiflada, pero me ponía a mirar su cuerpo y no me importaba demasiado.

Hablaba y hablaba y hablaba. Entonces salió la cosa.

Su marido trabajaba en una isla lejana y se sentía sola, ya sabes, y vivía en aquella casita de allá atrás, toda para ella.

—¿Qué casita? —pregunté.

Ella escribió la dirección en un pedazo de papel.

—Yo también estoy solo —dije—, me pasaré esta noche y charlaremos.

Yo estaba liado con una tipa, pero ella a veces desaparecía durante unos días y yo realmente me sentía solo. Solo y deseoso de aquel culo que tenia a mi lado.

—De acuerdo —dijo ella—, te veré esta noche.

Estuvo bien, tenia un buen polvo, pero como todos los buenos polvos, al cabo de la tercera o cuarta noche empecé a perder interés y no volví.

Pero no podía dejar de pensar: “Caramba, todo lo que hacen estos carteros es dejar unas cuantas cartas en el buzón y echar polvos. Éste es un trabajo para mí, oh sí sí sí.”

Así que hice el examen, lo aprobé, pasé luego las, pruebas físicas y allí estaba, de cartero suplente. Empezó fácil. Me enviaron a la estafeta de West Avon y fue igual que durante las navidades, a excepción de que no ligué nada. Todos los días esperaba acabar acostándome con alguna tipa, pero nada. Pero el curro era fácil y lo único que hacía era recorrer alguna manzana que otra repartiendo cartas. Ni siquiera llevaba uniforme, sólo una gorra. Iba con mi ropa habitual. Del modo como mi novia Betty y yo bebíamos era difícil que sobrase dinero para vestidos.

Entonces me trasladaron a la estafeta de Oakford.

Novedades en la mesa

Historia de historias (Malpaso ediciones) de Álvaro Uribe contiene los 41 relatos escritos hasta ahora por este autor de prosa precisa e historias sorprendentes.