Una de las máximas autoridades en el estudio concienzudo de las músicas antiguas, el sabio y destacado músico y musicólogo catalán Jordi Savall (Barcelona, 1941) está ligado al arte de Euterpe desde su primera infancia, cuando sus padres lo inscribieron en el coro de la escuela de su natal Igualada. El más destacado discípulo de Joan Just, terminaría sus estudios superiores de música y violonchelo en el Conservatorio de Barcelona, descubriendo desde entonces su pasión por los instrumentos antiguos y cuanto se ha creado en torno a ellos, desde la Edad Media hasta el Clasicismo.

Con una determinante estancia en Suiza desde 1968, para ampliar su formación en la Schola Cantorum Basiliensis donde se introdujo a fonfo en el estudio de la viola da gamba, desde entonces se dio a la tarea de rescatar y revalorar la música antigua como signo vital  del patrimonio y la identidad culturales. Discípulo también del destacado músico y musicólogo August Wenzinger, fue su sucesor en ese centro de investigación y estudio especializados, redimencionando lo hecho por su admirado maestro tanto en el el terreno docente como en el de la investigación.

En la década de los setenta inició una muy exitosa carrera como ejecutante de la viola da gamba, convirtiéndose en uno de sus más sobresalientes intérpretes, a la par de crear varios conjuntos y proyectos para consolidar sus investigaciones y difundirlas, siempre en compañía de su esposa, la destacada vocalista Montserrat Figueras ––y más tarde de sus hijos, los no menos talentosos Arianna y Ferran––, entre otros, Hespèrion XX (ahora Hespèrion XXI), La Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations, con los que ha producido un tan ambicioso como meticuloso acervo discográfico que constiyuye por sí mismo ya un patrimonio musical invaluable, conforme cada uno de esos registros se distingue por ser el resultado de un riguroso y revalorativo estudio histórico-musical.

Distinguido profesor en los más importantes centros e instituciones de formación musical a donde continuamente lo invitan, como la Academia Julliart de Nueva York, Jordi Savall ha tenido de igual modo una actividad concertística no menos sobresaliente por todo el mundo, y todavía recuerdo con enorme nostalgia una gira que tuvo que suspender a México, en el 2011, cuando su esposa Montserrat Figueras murió, resultado de un terrible y desgastante cáncer. Ella era su otro aliento vital, y sólo pudo reponerse de tan sensible pérdida por su otra gran pasión, a la cual alude precisamente el no menos sabio y talentoso pensador, poeta y ensayista navarro Ramón Andrés en su bello y profundo libro Filosofía y consuelo de la música. Buena parte de su mejor legado lo hizo con ella, y su recuerdo es la llama que mantiene encendida su vocación inaplazable, y se puede decir que su actividad no se ha visto mermada ni en los escenarios ni en los estudios de grabación, por lo que sigue siendo constantemente invitado ya sea como intérprete o como director a los más notables ensambles y orquestas del mundo.

Presente de igual modo en el séptimo arte, su soundtrack más conocido es el que hizo para ese hermosa gran película Todas las mañanas del mundo, del realizador francés Alain Corneau, de 1991, a partir de un no menos bello libro y con guión del formidable escritor también galo Pascal Quignard, protagonizada por Gérard Depardieu y Anne Brochet (con un prometedor debut del prematuramente muerto hijo del propio Depardieu, Guillaume), que narra la estrecha pero compleja relación del músico barroco Marin Marais con su maestro Monsieur de Sainte-Colombe y su familia. Con música sobre todo de los compositores mencionados, es un prodigio de grabación, como las más de Savall, pletórica de belleza, encanto y profundidad, de impecable ejecución.

Acaba de ofrecer, con el clavecinista alemán Michael Behringer, el tiorbista noruego Rolf Lislevand y el también violista belga Philippe Pierlot ––quienes han colaborado con él en los proyectos referidos––, en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, dentro del ciclo Universo Barroco, un concierto que ha llevado por título precisamente “Tous les Matins du Monde”, en recuerdo de aquel soundtrack que hace ya treinta años lo terminó de lanzar a la fama. Con un nutrido programa que por mucho rebasa la pista mencionada, arrancó con la celebérrima “Marcha para la ceremonia de los turcos” que Jean-Baptiste Lully escribió, como música incidental, para la obra El burgués gentilhombre, de Molière, que es quizá el número más conocido y referencial de la citada película ya de culto. Además de incluir obras de los mencionados Sainte-Colombe y Marais, de igual modo interpretaron piezas de Eustache Du Caurroy, de François Couperin, de Jean-Philippe Rameau, de Le Sieur de Machy y de Jean-Baptiste Forqueray.

En un programa eminentemente francés, no podía haber concluido más que con la famosa página  “Voix humaines” de la Folies d’Espagne ––uno de los primeros en abordar con éxito el género de la Folia––, del Libro II, de sus Piezas para viola da gamba y bajo continuo, de Marin Marais, que por sus bullentes poesía y compleja ejecución constituye un auténtico prodigio de escritura, entre lo más conocido del acervo para dicho instrumento que en manos de Savall pasa a ser un verdadero descubrimiento. Es una de sus piezas de cabecera, quizá la más conocida del célebre intérprete y compositor parisino de la corte de Luis XIV, discípulo sobresaliente también del mismo Jean-Baptiste Lully. Como encores ofrecieron un par de danzas peruanas rescatadas del Códice Trujillo por el propio Savall, porque los antiguos ritmos y músicas de América ––incluido México, por supuesto–– también han sido de su interés y motivo de su escrupuloso estudio. Un auténtico viaje por el pasado, todo un lujo, este concierto viene a confirmar por qué Jordi Savall es ya una leyenda viviente que a sus ochenta años sigue en plenas actividad y creatividad, objeto de un sinnumero de justos homenajes y reconocimientos dentro y fuera de España.