Don José Luis Lamadrid Sauza habría alcanzado su novena década el pasado 22 de febrero. Resulta emblemático y significativo que en esa fecha, bajo el impulso del Ministro Fernando Franco González Salas, amigo y discípulo del Maestro, y el compromiso del Dr. Juan Manuel Durán Juárez, Rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, se inauguró la Cátedra José Luis Lamadrid Sauza.

Esa institución de educación superior honra a uno de sus más distinguidos egresados al instituir un espacio de pensamiento, reflexión, investigación, docencia y divulgación de las Ciencias Sociales. Con altura de miras, el Dr. Ricardo Villanueva Lomelí, Rector de la Universidad de Guadalajara, ha sumado como integrantes del Consejo Consultivo de la Cátedra a cuatro intelectos que han conjuntado la praxis y la acción en los ámbitos políticos y de la cosa pública: Luz Lajous Vargas, José Carreño Carlón, Rolando Cordera Campos y José Woldenberg Karakowsky.

Quienes conocieron al Jefe Lama saben de su indeclinable condición de hombre de Estado en un sentido que llamaré clásico: el bienestar político, económico y social de una comunidad nacional y su viabilidad en el tiempo y ante los riesgos de toda índole, reconociéndole su idiosincrasia. Y, como hombre de Estado, su arena era la política, elevada en su persona a una acción, una disciplina y un cauce permanente del pensamiento y actuación.

Nacido a la política en los tiempos del llamado Desarrollo Estabilizador, Lamadrid fue pionero en el análisis y la propuesta de que consolidado el Estado post-revolucionario y superadas las amenazas internas y externas a la ruta trazada, la diversidad política atemperada por esos objetivos superiores surgiría como una reclamación por la apertura democrática, a la cual habría que darle los cauces indispensables.

En los albores de esas reflexiones, el entonces más joven diputado de la segunda legislatura del periodo del presidente Adolfo López Mateos, coincidió con otro pensador, político e ideólogo de la transformación democrática del Estado mexicano, Don Jesús Reyes Heroles, con quien da un paso político inicial pero muy relevante, la propuesta para introducir los diputados del partido al régimen constitucional y asegurar una representación mínima de la diversidad política existente.

Esa primera aportación da cuenta de lo complejo y dilatado en el tiempo que es el proceso de empatar el cambio social con la construcción de instituciones y la relación dialéctica entre ambos extremos; se trata de ir a la creación de estructuras sólidas que permitan albergar la energía social para alcanzar objetivos colectivos.

A partir del comienzo de la apertura a la pluralidad a principios de los sesentas del siglo pasado, el Maestro Lamadrid fue un hombre fundamental en la conceptualización y concreción de las tres reformas político-electorales bajo cuyos ejes se satisfizo el rezago democrático de los regímenes de la post-revolución:

(i) la de 1977, delineada en los Cien Puntos del PRI reyesheroliano de 1975, que propuso el derecho a la información, la incorporación de la representación proporcional a la Cámara de Diputados, el recurso de reclamación ante la Corte contra los resultados de la elección de diputados federales y el régimen de partidos con base en su connotación de entidades de interés público;

(ii) la de 1989, indispensable para recuperar legitimidad en la organización de los comicios, que planteó conferir esa tarea a un organismo autónomo de los poderes, un tribunal de pleno derecho para asegurar el imperio de la ley en los procesos electorales y sus resultados, la credencial para votar con fotografía y un padrón electoral confiable; y

(iii) la de 1996, compromiso para generar condiciones de equidad en la competencia electoral, que fortaleció el acceso de los partidos al financiamiento público y los tiempos para hacer propaganda en radio y televisión, consolidó la autonomía del Instituto Federal Electoral y llevó la justicia electoral –con medios ampliados de impugnación– al Poder Judicial de la Federación para fortalecer su autonomía.

Un recorrido amplio con evolución paulatina para que los derechos políticos a votar y ser votado –y otros– afirmaran su naturaleza ciudadana y se revirtiera la tradición de que la política electoral o las elecciones como medio de hacer y participar en política se colocaran al margen de la ley.

En retrospectiva, Don José Luis está presente -a través de sus ideas y los textos constitucionales que capturaron su esencia- en la política mexicana de este tiempo, a través de esas instituciones electorales y otras soluciones constitucionales que contribuyó a construir.

Destaco sólo dos: la fórmula para superar el régimen de sujeción de las iglesias al Estado y reconocerlas como personas jurídicas, mediante la figura de las agrupaciones religiosas con derechos y obligaciones.

Y la solución a la gobernabilidad de las Cámaras del Congreso en escenarios pluripartidistas sin mayoría absoluta, mediante la distinción entre los órganos de dirección política y los órganos de dirección parlamentaria, regidos por principios claros para ejercer sus funciones; en aquéllos rige el acuerdo de la pluralidad o el voto representativo de cada fuerza, y en éstos imperan la legalidad, la imparcialidad y la objetividad.

Recorrer breve y someramente algunas de las contribuciones del Maestro Lamadrid Sauza para el surgimiento y consolidación de instituciones del Estado mexicano, obliga a recapitular que fueron producto tanto del estudio de la forma de ser y actuar no sólo de las y los mexicanos, sino en particular de quienes conforman la clase política; de la historia política de momentos claves de la humanidad; de la formación política moderna constituida por el Estado, y de la naturaleza humana y sus inclinaciones en torno al poder y como establecer los contrapesos que eviten el abuso.

Los tiempos presentes han instalado la narrativa de una nueva transformación; aspiración válida por la legitimidad del acceso al cargo desde el cual se propone. ¿Bajo qué principios? ¿Para alcanzar qué objetivos nacionales? ¿A través de qué medios? ¿Con la participación de actores? ¿Con qué valoración de la representatividad de cada fuerza? ¿Con base en qué acuerdos?

Frente a la transformación anclada en el impulso de la realidad plural, la construcción de acuerdos y la profesión de principios que aseguran el piso de las convergencias, la propuesta de hoy que pretende minar y destruir instituciones, algunas con el planteamiento de su desaparición formal, como el Instituto Nacional de Acceso a la Información, y otras con la inducción de la inoperancia que la haga redundante, como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, apunta hacia el riesgo de la revisión total del andamiaje institucional y los frenos y contrapesos que implican, empezando por el método en el que sólo quepa una visión.

La Cátedra José Luis Lamadrid Sauza será, sin duda, un ámbito para pensar y debatir a México con el mirador puesto por el gran hombre de Estado que en 1954 egresó de las aulas de la Universidad de Guadalajara. ¡Enhorabuena!