Confieso que los términos izquierda, socialismo, comunismo, me producen un cierto rechazo.

No estoy tan seguro, como Piketty, en reivindicar al socialismo. Menos aún me convence la etiqueta de socialdemócrata.

Todas esas aprehensiones, sin embargo, deben ponerse a discusión tras la victoria de Gabriel Boric en Chile.

La entrevista entre Íñigo Errejón -joven intelectual y militante fundador de Podemos de España, ahora disidente del mismo- y Eugenio Tironi sociólogo chileno y con gran experiencia en campañas electorales y políticas, dirigió la campaña victoriosa del NO en el plebiscito contra Pinochet en 1988- tiene una serie de aspectos polémicos que me han motivado a iniciar una reflexión en torno a la izquierda.

Voy a poner como ejemplo de esos temas polémicos, la cuestión de consumar una victoria política que va más lejos de la simple victoria electoral. Errejón lo plantea de la siguiente manera: recientemente en el parlamento español se aprobó la Eutanasia, después de la votación me dirigí a la bancada de la derecha diciendo, “la aprobación de la Eutanasia tendrá su plena victoria, cuando alguno de ustedes la usé, es decir en ese momento se habrá convertido en un patrimonio nacional”

En una palabra, la lucha política debe garantizar que los cambios obtenidos en una victoria electoral pueden cambiar si después ganan las derechas.

Se debe garantizar el futuro. La gente de cualquier tendencia política debe tener la seguridad en el futuro.

Tristemente los términos izquierda, socialismo y aún más el comunismo están asociados al socialismo soviético, al maoísmo chino, al castrismo cubano y de América Latina y recientemente a las dictaduras de Nicaragua y Venezuela.

El inmenso daño que le causaron a la causa del movimiento revolucionario, ha favorecido los virajes a la derecha en Europa, en Brasil, anteriormente en Chile y en Uruguay entre otros países.

Errejón cuenta que una electora de Podemos le dijo: he votado por ustedes ahora pero no sé si lo haré después. Dice Iñaki no queremos que pongan todo patas p’arriba, se debe garantizar a los que no votaron a favor de las izquierdas que en el futuro no habrá una perversión dictatorial.

En el fondo, se trata de saber si existe la posibilidad de unas izquierdas democráticas o éstas son intrínsecamente totalitarias.

La victoria de las fuerzas que aglutinó Gabriel Boric, ABRE MUCHAS ESPERANZAS.

No es tan sencillo integrar una candidatura de un joven que viene de la lucha en las calles, en las barricadas, generacionalmente alejado del Partido Comunista y construir una coalición de las izquierdas no partidistas que no vetaron la alianza con el PC.

Molesta mucho a los tradicionales comunistas esa condición extraparlamentaria de Boric.

Tampoco les gusta a los más radicales el viraje hacia el centro para incluir a la DC Democracia Cristiana y al PS Partido Socialista, a pesar de que fueron los integrantes de 30 años de gobiernos posteriores a la dictadura.

El caso chileno tiene su propia historia, en un país donde el PC tiene más de un siglo, se fundó antes del triunfo de la Revolución Rusa y durante décadas ha sido la fuerza política más poderosa en los trabajadores, ese partido tuvo durante decenios una política de unidad con el Partido Socialista. Algo casi único. En Europa fueron las disputas entre socialistas y comunistas las que favorecieron el triunfo de Hitler en Alemania.

Para el caso mexicano el asunto es muy complicado.

Hemos tenido una historia de un Partido Comunista fundado por unos cuantos militantes, ajenos al inmenso movimiento social de la Revolución Mexicana. EL PCM no tenía mayor anclaje en el seno del movimiento de trabajadores, sus antecedentes eran los grupos de cierta tendencia anarquista. Nunca hubo en México un Partido Socialista poderoso. El lombardismo era un curioso bicho de dos cabezas: el nacionalismo estatista del cardenismo y el sovietismo estalinista.

Hasta la fecha las corrientes dominantes de las izquierdas gobernantes e incluso entre los grupos opositores a la 4 T, son tendencias que tienen sus raíces en el cardenismo, incluso el maoísmo y el trotskismo.

La cuestión es más dominante, en cuanto se refiere a las simpatías de las izquierdas mexicanas por el castrismo. Ante la revolución cubana traicionada por la dictadura castrista, el 99 % apoya al régimen que ha llevado a Cuba a su situación de hambre y carencia de libertad.

Para las izquierdas mexicanas Cuba requiere la defensa incondicional de su régimen, por la existencia del bloqueo de los Estados Unidos.

Una de los factores del triunfo de Boric en Chile fue su enérgica defensa de los derechos humanos en Cuba, en Venezuela y en Nicaragua, no veo que eso sea posible en México.

Para que se vaya forjando otra izquierda en México, se requiere un viraje radical.

Es por ello que me parece muy difícil que ese vuelco democrático sea posible en el marco de la identidad bajo la etiqueta de izquierda.

Me parece muy agotador pelear por la etiqueta de izquierda con una inmensa hegemonía cultural, política e ideológica muy identificada con la dictadura cubana.

Quizá sea más conveniente ir construyendo una fuerza nueva, basada en una plataforma política, cultural, económica y social profundamente comprometida con los valores democráticos. Una fuerza dispuesta a dialogar con las derechas, en un diálogo verdadero que no implique el sometimiento de los diferentes, sino todo lo contrario, que les permita aun venciendo a las derechas, tener la capacidad de garantizar el futuro de las mismas.

Una fuerza que apueste por el futuro y abandone la melancolía.

No será posible crear esa fuerza con puros viejos. La cuestión generacional es clave ahora más que nunca.

Si se entiende por izquierdas a aquellas liturgias de las canciones de Silvio Rodríguez, la Nueva Trova y las de la Guerra Civil Española, entonces se está limitando el universo a quiénes tienen una estirpe familiar localizada en grupos muy pequeños de la clase media universitaria.

Podemos en España intentó una síntesis del movimiento, los jóvenes y la liturgia del PC español y se redujo a ser una fuerza secundaria, cuando estuvo cerca de construir una nueva realidad política, en alianza con el PSOE.

Otra Izquierda es casi imposible.

Conviene ir más allá de esa identidad.