Señor presidente: usted llora por sus hijos, pero no ha sido capaz de derramar una sola lágrima por el país.

Llora porque fue descubierta la red de corrupción y de beneficios operada por su familia, por la debacle de su régimen, por la caída de su popularidad y  el fracaso de su proyecto autoritario.

Se sabe derrotado, desenmascarado y por eso llora. Pero usted, no tiene derecho a llorar.

No tiene derecho porque su gobierno es el responsable de estar llevando a México a un retroceso nunca imaginado. Usted ha vestido al país de harapos, ha multiplicado la pobreza, el hambre y nos ha hecho sentir vergüenza por el gobierno que tenemos.

Ha convertido la república en un cementerio.  Están enterrados los niños con cáncer que nunca recibieron medicamentos, las víctimas del crimen organizado que usted mismo ha cobijado, las madres que escarban para buscar a sus hijos desaparecidos, las viudas y los huérfanos, son los saldos de la pandemia y de su negligencia criminal.

Usted llora por usted mismo, llora porque su ego enfermizo le impide sentir dolor y compasión por los demás. No es un jefe de Estado, es un impostor que ha degradado como nadie la investidura presidencial.

Por cierto, dígales a sus senadores, a los gobernadores de Morena y a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, que tengan un poco de dignidad. Que usted no es –como aseguran en una carta abyecta–, la encarnación de la patria. Usted no representa los valores y los ideales de una nación que nació grande y que su gobierno quiere convertir en espejo de su mediocridad.

Los mexicanos hemos llevado a la presidencia de la república a un delincuente. Un periodista español dijo que López Obrador era un “pendejo” al que no había que hacerle caso. Ojalá y sólo fuera eso. La tragedia de México es estar gobernado por una pandilla coludida con los intereses más oscuros del crimen.

Por una familia que llegó al poder engañando a todos. Que inventó un exitoso guión titulado “la Cuarta Transformación” y donde los actores se vistieron de Morelos y Juárez para decir que representaban a los más pobres.

¡Bravo y mil veces bravo! Sólo que ya empezó a caer el telón. El reportaje sobre las casas de José Ramón López Beltrán en Texas es la punta del iceberg que debe llevar a desentrañar la forma como opera la familia en el poder.

El presidente y sus hijos se han convertido en maestros del tráfico de influencias, la extorsión y el cohecho. Que le pregunten a Carlos Romero Deschamps cuanto le costó quedar impune.

Que se investigue por qué México compró una refinería en quiebra como la de Deer Park.

Siga llorando señor presidente porque su régimen pasará a la historia como el capítulo más oscuro que haya vivido la nación. Donde el nepotismo y la corrupción alcanzaron niveles insultantes. Escuche bien esto: ningún presidente priísta o panista se atrevió a utilizar a sus hijos como arquitectos del enriquecimiento de la familia en el poder.

Tampoco ningún ex mandatario fue capaz de inventar un pretexto como la “austeridad republicana” para dejar sin dinero al gobierno. Estamos ante un presidente rico, hijos que viven en jauja y una administración pública paralizada por la falta de recursos.

¡Bravo, otra vez bravo! La comedia ha sido perfecta. Los ilusos creían que los hijos de López Obrador, un supuesto luchador social, con ideales de izquierda estaría en la Sierra Tarahumara atendiendo a los más pobres. Pero, ¡oh, sorpresa! Se dedican a hacer negocios con poderosos grupos empresariales.

Periodistas y analistas políticos nos hemos equivocado. Siempre hemos creído que el autoritarismo del presidente tenía sólo motivaciones ideológicas. No, queridos amigos. Detrás de la embestida a la Constitución y la división de poderes, al INE y otros órganos autónomos hay un propósito criminal.

Para López Obrador y su familia, México es un botín y hay que apoderarse de todo a la manera de una gavillero que asalta un rancho, se apodera del ganado, incendia las casas y elimina a sus propietarios para imponer su ley.

Así es, México vive una de sus peores tragedias. Están secuestradas sus instituciones y democracia. El futuro del país depende de un hombre enfermo y desesperado que ya no piensa bien. Dispuesto a hundir al país si eso satisface su ego.

El presidente llora por él y ¿por México, quién llora?

 

@PagesBeatriz

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