La frontera entre México y Estados Unidos, de las más transitadas en el mundo, es el punto de entrada de cientos de miles de migrantes mexicanos al año, es la división entre el origen y el destino de miles de millones de dólares en remesas y es también la delgada línea en la relación bilateral para lograr una política migratoria más integral y de mayor alcance que profundice en la integración económica de México y Estados Unidos. En este nuevo capítulo entre las administraciones de ambos países, ¿qué tanto se conseguirá avanzar en el tema migratorio en medio de previos desencuentros?

Entre enero y mayo de 2022, cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos señalan del 1´017,951 migrantes detenidos por la patrulla fronteriza, 379,206 son mexicanos lo que representa el 37.3 por ciento del total. Después de la caída de los flujos migratorios en 2020 a causa de la pandemia, en 2021 y en lo que va de 2022 han repuntado. En total, migrantes y generaciones de mexicanos residentes en Estados Unidos, ya suman más de 36 millones de nativos e inmigrantes de origen mexicano.

Los mexicanos en Estados Unidos aportan con las remesas una de las mayores riquezas para el país. Al mes de mayo, según datos del Banco de México, las remesas alcanzaron un total de 22.4 miles de millones de dólares, 16.8 por ciento más que los 19.2 mil millones del mismo periodo de 2021 lo que nos ubica como el segundo país más importante en el mundo tan solo después de la India. En México, son principal fuente de ingresos provenientes del exterior (por arriba de las exportaciones de petróleo, los ingresos por turismo y por Inversión Extranjera Directa -IED-), además de representar -con cifras de 2021- el 4.0 por ciento del PIB nacional.

Los más de 17.3 millones de mexicanos – nativos e inmigrantes- que trabajan en Estados Unidos representan, al primer trimestre de 2022, el 83.1 por ciento de los trabajadores registrados en el IMSS y de acuerdo con un informe del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA), la masa salarial -entendida como ingresos de asalariados, de independientes y de pequeñas actividades empresariales- de los connacionales en Estados Unidos acumuló entre el segundo trimestre de 2021 y el primero de 2022 la cantidad de 743.6 miles de millones de dólares lo que equivale al 55.8 por ciento del PIB nacional de México.

La relevancia económica de la migración mexicana en Estados Unidos es clara y así de relevante para nuestro país; sin embargo, no es igual de relevante la política migratoria impulsada por el gobierno de México en los últimos años.

El acuerdo migratorio firmado en junio 2019 entre las administraciones de Trump y de AMLO, en el que México acordó desplegar su recién creada Guardia Nacional en sus fronteras sur y norte ha sido un desastre. En 2017 el número de connacionales devueltos fue de 100,694, y en 2019 y 2020 ha sido de 171,126 y 167,327, uno de los resultados del mayor endurecimiento de la política migratoria en el país.

Todo parece indicar que el programa “Quédate en México” será anulado próximamente ante las elecciones al Senado que se celebrarán en el país vecino en noviembre. No obstante, este esfuerzo de Estados Unidos es más orientado a enmendar el daño que en favor de avanzar. México está estancado en su política migratoria.

Más allá de las infortunadas declaraciones alusivas a la Estatua de la Libertad y del desaire presidencial a la novena Cumbre de las Américas, la reunión bilateral entre mandatarios celebrada el pasado 12 de julio, es un intento más en la búsqueda de propiciar una migración segura, ordenada y regular para las personas migrantes en su tránsito por México y destino hacia Estados Unidos.

Las acciones en materia migratoria deben ir más allá de los apoyos económicos a Centroamérica, de la militarización de la frontera sur de México y de las visas temporales de trabajo, medida que ha sido calificada por los propios connacionales como “esclavitud legalizada”.

En palabras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), “nadie escoge ser un refugiado”, y por añadidura, nadie elige desprenderse de sus familias. Es por ello que la política migratoria, además de tener un trato más humanista, debe centrarse en regularizar la estadía de los mexicanos en Estados Unidos y facilitar el encuentro con sus familias.

La solución de raíz para México debe ser, dicho una vez más, afrontar el problema del crecimiento económico y restaurar la confianza en la inversión para que se logren generar más y mejores empleos que inhiban las intenciones de migración. Asimismo, deberán implementarse programas de trabajo que permitan el libre tránsito, no solo de trabajadores del campo y la construcción, sino también de técnicos y profesionistas que contribuyan a una mayor integración económica.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®