Estado fallido y comunicación social

Javier Esteinou Madrid

El proceso de construcción de la democracia moderna en México es una larga realidad histórica que proviene de 1810 con las luchas de los movimientos insurgentes por la Independencia y los procesos sociales reconstitutivos que introdujo la Revolución Mexicana de 1910. En este sentido, la edificación de la democracia como fenómeno relativamente consolidado es un hecho muy reciente y frágil que tardó más de 200 años en constituirse en el país, y al cual todavía le falta incorporar diversas etapas de consolidación social para alcanzar su fase de madurez política. Así, dicho proceso de edificación de garantías de libertad, justicia, pluralidad e igualdad en la República no es un fenómeno histórico acabado, es una creación colectiva en permanente construcción, cargada de dinámicas complejas que representan avances, contradicciones y retrocesos democráticos.
Ante dicha situación debemos considerar que si en algunos momentos de la historia de México la solución a los grandes problemas sociales del momento tuvo que oscilar de un polo a otro, hasta llegar a fases extremas del estallido de los movimientos armados, para intentar resolver las contradicciones estructurales del desarrollo comunitario, en la actualidad todavía es posible encarar la resolución de los grandes antagonismos sociales del país, vía las instituciones del Estado-nación y del orden legal establecido, y no desde la recurrencia a los mecanismos de violencia civil a los que se llegó por desesperación en etapas históricas anteriores. De lo contrario, si no se aprovecha racionalmente esta monumental herencia civilizatoria que recibimos del esfuerzo de generaciones pasadas para encarar las actuales problemáticas con el fin de construir nuevos consensos sociales para la sobrevivencia colectiva, vía el recurso de la negociación política; seguiremos caminando como país por la ruta de la inestabilidad política, cada vez más, generará inseguridad económico-política y fragilidad social con su consecuente escenario de anarquía, enfrentamientos, deslegitimación y agresividad masiva.
Será entonces la dinámica del caos la que se apodere progresivamente del futuro nacional, construyendo una atmósfera desastrosa que erosionará crecientemente la vida de los ciudadanos.
Por ello, reflexionando sobre la situación contemporánea en que se encuentra colocada la sociedad mexicana al principio de la segunda década del siglo XXI, tenemos que preguntarnos: ¿en qué punto de la historia nacional se ubica el actual proceso de desarrollo del país?
Dentro del conjunto de diversas interpretaciones polémicas que existen para definir esta realidad, podemos decir que después de haber concluido el siglo XX e iniciar el tercer milenio, nuestra nación está enmarcada no por una simple crisis coyuntural del sistema de gobernabilidad nacional, sino está encuadrado por una profunda crisis civilizatoria de enormes dimensiones que surge a partir de la suma coincidental de diversas crisis sectoriales que a lo largo de varias décadas han emergido en nuestro territorio y se han agudizado sustantivamente. Así, hoy día encaramos al mismo tiempo la coexistencia simultánea de una crisis económica, una crisis de seguridad, una crisis de la política, una crisis de los partidos políticos, una crisis de la justicia, una crisis ecológica, una crisis de las instituciones, una crisis de sobrepoblación, una crisis del empleo, una crisis de agotamiento de los recursos no renovables, una crisis del agua, una crisis educativa, una crisis moral, una crisis de valores, una crisis de la familia, una crisis de las creencias, que en conjunto plantean el desgaste creciente de los grandes modelos de desarrollo y de convivencia que ha practicado durante muchos años la sociedad mexicana con los ciudadanos, consigo misma y con la naturaleza.

Insostenibles, viejos paradigmas

En este conflictivo escenario de desenvolvimiento civilizatorio parece que contrariamente a los diagnósticos y a los discursos oficiales triunfalistas del gobierno en turno, el modelo global de sociedad que se construyó desde el proyecto autonomía y de modernización del país durante los siglos XIX y XX, hoy opera, cada vez, con menor estabilidad, y la mayoría de las estructuras y de los pactos sociales creados con anterioridad, ya no se pueden seguir sosteniendo con los viejos paradigmas de desarrollo y con los acuerdos políticos con los que habían funcionado durante muchos años antes. Así, hoy estamos sumergidos en un proceso histórico de profundo cambio integral en casi todos los órdenes establecidos en la República, donde casi nada permanece seguro y todo tiene que reconstruirse para poder sobrevivir.
De esta forma, el conjunto de aspectos en descomposición o en crisis sistémicas de la sociedad, nos sitúan no ante un problema de coyuntura o de ocasión, sino nos ubican crecientemente en un colapso civilizatorio que implica el desvanecimiento de los diversos órdenes de gobernabilidad conformados durante muchas décadas en cada una de estas áreas relevantes para el desarrollo nacional. En este sentido, las certezas que establecieron los modelos sociales anteriores se diluyen con mayor rapidez y ahora se requiere la construcción de otras respuestas que se transformen en nuevas seguridades que a su vez se conviertan en los modernos paradigmas de crecimiento que sean útiles durante algún tiempo para operar socialmente, hasta que tales modelos nuevamente entren en crisis de funcionalidad y sea imprescindible volver a construir otros paradigmas acordes con los nuevos retos que habrá que resolver.

Agotamiento e inoperancia

Por ello, fuera de la difusión coyuntural de las lógicas legitimadoras de los organismos gubernamentales que formulan que el país va por el camino adecuado del crecimiento sostenido, pacífico y democrático, la creciente acumulación dramática de los desastrosos indicadores empíricos cotidianos de nuestro crecimiento, progresivamente reflejan que se está llegando al agotamiento sustantivo del modelo nacional de evolución en sus principales ámbitos, que operó durante mucho tiempo en México.
En consecuencia, todas estas expresiones de desgaste sobre los anteriores paradigmas de desarrollo básicos de nuestra sociedad demuestran, cada vez más, la existencia de una severa crisis civilizatoria de crecimiento nacional que pone en cuestión la vigencia del orden establecido en los principales niveles de la gobernabilidad que hoy naufragan y demandan la reconstrucción de otro modelo de sociedad para sobrevivir armónicamente los unos con los otros en la nación. Tal crisis nacional se acentuó más por el severo conflicto que experimentó el sistema capitalista global a partir del año 2008 mediante la recesión sufrida en los Estados Unidos y los principales países europeos por la práctica del modelo de la economía especulativa, que también reflejó el agotamiento del prototipo de expansión capitalista occidental.
De esta manera, dicho prototipo de desarrollo ahora tiene que transformarse profundamente, ya que debido a sus ineficiencias estructurales es difícil que se sostenga más tiempo pues no ofrece nuevas opciones para el futuro crecimiento equilibrado y justo de la sociedad mexicana.

jesteinou@gmail.com