Por: Guillermo García Oropeza

(Primera de dos partes)

Hace unos días, en la Ciudad de México murió a una edad avanzada José Rogelio Alvarez. Este jalisciense de origen vivió la mayor parte de su vida en la capital, los últimos años en su casona de Churubusco, en la calle de Convento, que era una verdadera isla de civilización mexicana en medio de los ruidos y tensiones de la gran ciudad. Hombre de una gran, sorprendente cultura, José Rogelio practicaba como pocos el encanto como estilo de relación con los demás. Nacido en Guadalajara el 12 de junio de 1922, de ascendencia serrana, del sorprendente pueblo de San Sebastián del Oeste que es una preciosa miniatura en medio de la bronca Sierra Madre.Se formó profesionalmente en la Universidad Nacional, con una curiosa mezcla de estudios e intereses que incluían la historia en la Facultad de Filosofía y Letras, así como estudios en la Escuela Nacional de Economía y de Antropología.El joven José Rogelio practicó el periodismo en la muy importante revista Tiempo, en la que aprendió el oficio y el dominio del idioma bajo la dirección de Martín Luis Guzmán. Colaboró también en la revista de Historia Mexicana y hubiera seguido seguramente en esta línea si no se lo lleva a Jalisco el flamante gobernador, Agustín Yáñez, en 1953. En ese gobierno, que fue excepcional bajo el imperio de la inteligencia, José Rogelio Alvarez realizó labores de planeación económica y se vio de pronto con un encargo que era un maravilloso desafío: abrir la Costa de Jalisco. Una región que había permanecido aislada del resto de la entidad y que José Rogelio, como un adelantado del siglo XVI, fue abriendo a proyectos de amplio porvenir. A esta apertura de la Costa de Jalisco José Rogelio invitó incluso a un grupo de jóvenes pintores para que fueran captando los paisajes de sierra, selva y mar de aquella geografía que su jefe el novelista Yáñez iba a bautizar como la tierra pródiga. Y el desarrollo de esta Costa que está ahora entre las grandes regiones turísticas de México se inicia con los estudios de José Rogelio, que también dedicó su atención a Los Altos, es decir, a las Tierras Flacas que igualmente novelaría Yáñez. La insólita colaboración entre el gobernador y José Rogelio dejaría una serie de libros fundamentales de historia y sociedad jalisciense que los subsecuentes gobiernos, por supuesto, no continuaron. Aunque José Rogelio regresó a la Capital donde colaboraría con Yáñez en la SEP, jamás dejaría su interés por su tierra chica.Tras diversas incursiones en el sector privado José Rogelio regresará a diversos estudios sobre la vida y la cultura nacional que lo prepararán para su obra magna: la Enciclopedia de México.