Joaquín Pérez Sánchez

 

Durante las últimas semanas el escenario político entre Estados Unidos y Cuba, vivió importantes acontecimientos, elementos que puestos en perspectiva sugieren que las relaciones diplomáticas entre ambos países podrían cambiar. Cuba, sin muchos aspavientos, ofreció una lección de política y diplomacia que pone en evidencia las carencias de la administración estadounidense.

Durante su deslucida gira por algunos países de América Latina (Brasil, Chile y El Salvador), el presidente estadounidense Barack Obama, hizo algunas críticas al gobierno cubano, incluso aseguró que seguirá comprometido a “hacer todo lo posible para quebrar esa tendencia “en la isla y dar respuesta al pueblo de Cuba que merece el derecho de la democracia”. En pocas palabras, presionar al gobierno cubano para lograr  “cambios”.
Pese a que el mandatario estadounidense asegura que su política hacia la isla es distinta a la de sus antecesores y que busca no quedarse estancado en el siglo XX, sino impulsar una nueva política en el siglo XXI, hasta el momento su accionar parece más dar lo que vulgarmente se conoce como “palos de ciego”.

Ninguno de los “movimientos” opositores que apoya el gobierno estadounidense han podido demostrar que tienen apoyo popular, tal es el caso de las “damas de blanco”. Por el contrario, el apoyo económico que estos grupos reciben, parece ir a un barril sin fondo.
De hecho en su reciente visita a la isla, el ex presidente estadounidense James Carter, en declaraciones a la prensa indicó que no ha dado resultado la política de apoyo a los disidentes. Carter aseguró que presentará un informe al mandatario Obama, sobre su visita y los intercambios que tuvo, pero públicamente expresó su oposición a la continuación del bloqueo económico, abogó por la libertad de los cinco cubanos presos en Estados Unidos y el levantamiento de la prohibición a los ciudadanos norteamericanos de viajar a la isla.

En su visita, Carter se entrevistó con el presidente Raúl Castro, con representantes de la comunidad judía y con la jerarquía católica, además de algunos “líderes” disidentes y con el preso norteamericano Alan Gross, recientemente juzgado y condenado por “atentar” contra la “independencia e integridad” del Estado cubano.

Otro elemento de este contexto lo constituye el proceso judicial que se sigue en Texas contra el “terrorista” Luis Posada Carriles quien, sin embargo, sólo es acusado de “perjurio”. No obstante, este proceso ha permitido revelar los métodos de financiamiento de los grupos anticubanos, en los que están involucrados importantes figuras políticas del país norteamericano.

Carter aseguro que las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tendrán que normalizarse ya que la mayoría de sus pueblos así lo quiere. Por lo tanto seguir con políticas del siglo pasado, de poco servirán; si Obama no quiere darse cuenta, cometerá otro gran error.