Ignacio Trejo Fuentes

(Segunda de dos partes)

La presencia de los padres y los hermanos del narrador es una constante en El corazón es un gitano, y aunque hubo periodos de desasosiego ya por motivos económicos o por algún desliz del papá, se recuerdan los mejores momentos, casi idílicos, en la mente de quien cuenta las cosas. Me enternece (acaso porque somos casi contemporáneos el autor y yo) la forma en que evoca pasajes de la infancia, como cuando se dio a la tarea de llenar el álbum de futbol del mundial México 70 (yo lo hice con el de los Juegos Olímpicos, dos años antes); o cuando se tuvo noticia del alunizaje de Neil Armstrong, o las canciones de los Beatles, el peace and love y todo eso.

Insisto, los textos de Pérez Gay pueden leerse como si se tratara de una novela, porque escenarios, personajes y circunstancias se vuelven familiares, y podemos reconocerlos de inmediato. Como señalé en la primera entrega, algún lector podría dudar de la relevancia de las cosas que el autor refiere; sin embargo, se demuestra que lo local puede trascenderse, universalizarse. Si la duda persistiera, habría que apuntar las tribulaciones del personaje narrador al momento de descubrir que es víctima de una grave enfermedad, y los penosos esfuerzos que debió hacer para tratarlos. Es un desenmascaramiento que contagia, porque cualquiera de nosotros, en cualquier parte, está expuesto a padecimientos similares.

O la enfermedad respectiva de los padres: eso sacude al más pintado. Y hay que ver el amor con que el autor atiende a ambos, visitándolos cotidianamente en sus momentos de mayor sufrimiento.

No obstante lo dramático de esos pasajes, Pérez Gay sabe imprimir a sus escritos un tono humorístico, lo que podría parecer paradójico; mas se sabe que poner en juicio nuestras propias vicisitudes es un logro mayor. Por eso hay que concordar con quien redactó la cuarta de forros, quien dice: “Marcados por el humor y la nostalgia, los relatos súbitos de El corazón es un gitano son un instructivo que revela cómo sobrellevar la vida, principalmente la diaria, que casi nunca quiere lo que nosotros queremos”.

Otro elemento que aparece con machacona insistencia es el alcohol: “Gran cosa, el trago”.

¿Ya me referí al ruido? Uno de los grandes tormentos del narrador. Yo lo comparto, como creo que millones de capitalinos sensatos: y como no queriendo, en varios de sus crónicas Rafael hace un sereno y puntual análisis de esa plaga moderna que asuela a los chilangos.

Rafael Pérez Gay, El corazón es un gitano.
Planeta, México, 2010; 196 pp.