Javier Esteinou Madrid

(Segunda de cuatro partes)

Frente a la necesidad de reorientar el proyecto de crecimiento nacional para superar la crisis civilizatoria en la que se encuentra sumergida la sociedad mexicana, es necesario reconstruir los fundamentos de la sociedad contemporánea, pues el actual orden nacional de crecimiento ya no permite la sobrevivencia equilibrada y pacífica de la nación. Por ello, ahora se requiere refundar el viejo pacto nacional global entre Estado, capital y ciudadanos, el prototipo de desarrollo, el modelo de distribución del ingreso, la organización política, los ordenes jurídicos, los sistemas de representatividad, el régimen de justicia, los procedimientos de la seguridad, el orden jurídico constitucional, los mecanismos de productividad, el sistema cultural, la relación con la naturaleza; pero sobre todo se requiere renovar las tradicionales estructuras de comunicación colectivas en todos sus aspectos para construir el nuevo modelo de país que pueda dar salidas equilibradas y democráticas al conjunto de la nación en el siglo XXI.

En esta nueva dinámica de evolución nacional es muy importante considerar que la esencia de toda crisis no significa la destrucción de todos los órdenes establecidos hasta llegar a los extremos de la anarquía total, sino que representa que se entra en un proceso de transformación sustantiva donde el sistema anterior ya no funciona, demandado la creación de nuevas realidades que substituyan a las anteriores. Es la muerte de la vieja realidad para dar origen a otra nueva más eficiente.

Por consiguiente, la crisis es un proceso de transformación de antiguas estructuras inoperantes y de creación profunda de un nuevo orden donde siempre surgen perdidas, pero también alternativas que pueden ser aprovechadas por los actores sociales para construir otras formas de avances comunitarios.

Sin embargo, para que dentro de esta dinámica se produzca un nuevo cambio social éste tiene que darse antes a nivel mental y emocional de los individuos pues de lo contrario no puede generarse tal mutación masiva. Todo cambio social primero surge a nivel conceptual y afectivo de los sujetos y después se irradia a otras instancias operativas de la acción colectiva.

En consecuencia, para que se geste la transformación cerebral y sensible de los individuos, antes se requiere contar con fluidas y constantes estructuras de comunicación que generen dichos ambientes psico-emocionales de evolución, pues de lo contrario no se logra gestar ese nuevo cambio humano.

Por lo tanto, la construcción de estas nuevas realidades demandan la intervención de muchos elementos que propicien dicha transformación, pero un factor estratégico en esta dinámica de metamorfosis es la acción de los procesos de comunicación colectiva para que la sociedad pueda vincularse consigo misma, con el Estado, con los partidos políticos y con el gobierno para organizarse y crear las respuestas que ahora le exigen resolver los nuevos desafíos históricos para su sobrevivencia humana.

En dicho proceso de construcción de los fundamentos de una nueva nación es muy importante considerar que a diferencia de los movimientos libertarios de la Independencia en 1810 y del estallido de la Revolución en 1910 que transformaron por la vía violenta los modelos de las sociedades que existían en tales etapas de la historia; ahora en el año 2011 existe una nueva coyuntura política donde todavía es posible refundar las estructuras de la sociedad mexicana contemporánea adoptando mecanismos pacíficos y civilizados de transformación comunitaria profunda.

De aquí, la relevancia de crear un nuevo proyecto de desarrollo nacional a través de opciones civilizadas de comunicación y no de otras alternativas violentas de intervención social que lo que ocasionan es la emergencia del caos en el sistema social.

En este sentido, ahora se requiere refundar los fundamentos de la sociedad, del Estado y de la República en todos los órdenes anteriores que ya no funcionan, pues de otra forma lo único que sucederá en el futuro será el resurgimiento de los viejos mecanismos de dominación que luchan por continuar existiendo para ampliar sus privilegios tradicionales ya conquistados, pero ahora maquillados de “modernos”,  “abiertos” y “avanzados”.

Así, se continuarán acumulando los antagonismos y las tensiones sociales estructurales hasta que exploten por la vía violenta creando un enorme caos social que provocará la pérdida de la mediana estabilidad alcanzada después de 200 años de luchas civilizatorias en el país.

Por ello, en la actualidad es indispensable realizar un proceso de profunda reconstrucción de nuestra sociedad a través de la refundación de la República y para ello se debe realizar el ejercicio de un largo y metódico proceso de comunicación de las comunidades consigo mismas y con las estructuras de poder para edificar un nuevo proyecto de crecimiento social democrático que de alternativas incluyentes de progreso para todos.

Dentro de este escenario es muy importante tener en cuenta que hoy no se puede construir una nueva economía, un nuevo régimen de democracia, un nuevo proceso político, una nueva distribución del ingreso, un nuevo sistema de justicia, un nuevo orden de seguridad, una nueva atmósfera de seguridad nacional, un nueva estructura laboral, un nuevo proceso electoral, un nuevo rumbo educativo; en síntesis, una nueva sociedad, que incluya un moderno pacto comunitario de convivencia equilibrada, sin la presencia de sólidas estructuras de comunicación que permitan la discusión colectiva libre, sistemática y plural de todos los aspectos centrales de la agenda nacional que hay que renovar.

La creación de una nueva sociedad equilibrada cruza por la edificación de un nuevo sistema de comunicación colectivo democrático, diverso y abierto.

Debido a esta realidad, retomando la riqueza imaginativa de la filosofía libertaria de José Ma. Morelos y Pavón que el 14 de septiembre de 1813 plasmó en los Sentimientos de la Nación, en Chilpancingo, Guerrero, los principales postulados para dirigir ideológicamente el movimiento de la Independencia de México, creando un modelo de desarrollo más equilibrado para el siglo XIX; ahora 200 años después en el año 2011, en un marco de severo extravío nacional, es indispensable construir los Sentimientos Comunicativos de la Nación para redirigir el proyecto de desarrollo del país. Dichos Sentimientos Comunicativos de la Nación deberán ser las garantías ciudadanas básicas que posibilitan la creación de una nueva sociedad plural, participativa y equilibrada.

Por consiguiente, los Sentimientos Comunicativos de la Nación no serán otra realidad que el rescate de los derechos comunicativos básicos que por décadas ha demandado la sociedad civil y le han sido negados a la ciudadanía por el Estado, los partidos políticos y las estructuras monopólicas de las industrias electrónicas en México, y que corresponden, entre otras garantías humanas, al ejercicio del derecho de réplica, al derecho a la información, al derecho a la transparencia comunicativa y al derecho a la comunicación, sin las cuales una sociedad no puede vivir en paz y armonía.

Este nuevo proceso de acción cultural compensará la tendencia que existe muy arraigada en la actual cultura de la sociedad mexicana, para continuar fomentando los Sentimientos Compulsivos del Mercado Salvaje que ha introducido el proceso mundial de la globalización y que sólo pretenden crear masivamente mayor cantidad de consumidores compulsivos para sostener el proceso de acumulación de capital central, a costa de lo que sea.

Por ello, al iniciar la segunda década del siglo XXI desde los Sentimientos Comunicativos de la Nación es indispensable crear una nueva dinámica multilateral y multicultural de la comunicación para la reconstrucción de la nación y ya no sólo de la difusión de la información unidireccional de los emisores dominantes para la formación de súbditos humanos del Estado, de los partidos, de la dinámica del mercado y de las industrias mediáticas.

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