Regino Díaz Redondo
Con un discurso serio, sobrio y oportuno y en respuesta a lo previsto, José Luis Zapatero, presidente del Gobierno de España, anunció hace unos días que no se presentará como candidato del Partido Socialista Obrero Español en las elecciones del 2012.
La decisión deja tirados en la banqueta a muchos de sus partidarios, pero permitirá que el Partido Popular cambie de estrategia para solicitar, como ya lo ha hecho, que se cite a elecciones de inmediato porque “no se puede aguantar un año mas a este pésimo gobierno, que ha reducido el nivel de vida y de estabilidad de los españoles”.
Por tanto, el Partido Popular tendrá que buscar nuevas vías de expresión porque las tradicionales, las de siempre, las únicas que utiliza y utilizó hasta el momento, ya no sirven. Se va “el mal”; el remedio debe ser otro. Y todos lo sabemos: por los aspirantes socialistas a rajatabla, es ahora el objetivo conservador.
Después de las declaraciones de Rodríguez Zapatero, bien preparadas (previamente concedió entrevistas a varios diarios europeos), la social democracia española, y por qué no la del continente, está contrita.
Con la renuncia del primer ministro portugués José Sócrates y el ranking cero de George Papandreu, en Grecia, esa parte del mundo se queda sin gobiernos de centro izquierda.
La que se autodenomina verdadera izquierda, más dura y la que puede tener razón por su ideología, se olvida que las concesiones dadas por el gobierno español, las medidas restrictivas adoptadas y otras similares, fueron impuestas por la Unión Europea, apoyadas por las bajas calificaciones obtenidas por el país en los ámbitos internacionales.
Sin cabos sueltos
Es cierto que Rodríguez Zapatero desea presentarse como un estadista demócrata, fiel a la política progresista; no deja cabos sueltos, piensa él. Mas su equipo comienza a dividirse desde que proclamó su retiro de la contienda.
De ninguna manera hay un compás de espera para especular sobre los posibles sucesores. Los nombres de Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón, ministra de defensa, catalana y eficaz, suenan desde hace tiempo. A ellos se unirán otros más.
De ninguna manera son descartables Tomás Gómez, si gana la Comunidad de Madrid, algo muy difícil y otros con menos arraigo, pero con más popularidad como José Blanco y José Antonio Aguilar, canario y ex ministro en la pasada legislatura.
Pero, ¿quién se acuerda de los pre-dinosaurios que han permanecido al margen inmediato? ¿Dónde están Javier Solana, ex alto representante de la diplomacia europea, y Joaquín Almunia, consejero de economía de la misma?
Saldrán a la palestra, quizá no por decisión propia sino porque los meterán en el coctel de posibles sucesores. Sólo la negativa rotunda de ellos a participar pondrá un poco de sosiego en la contienda.
Pero de lo que se puede estar seguro es que se avecinan tiempos difíciles no sólo para el Obrero Español, sino para el resto de los ciudadanos.
Y algo más, no obstante lo ocurrido, sólo un acontecimiento imprevisto de gran magnitud podrá impedir que Mariano Rajoy llegue a la Moncloa.
En estas mis tierras mexicanas, donde casualmente me tocó estar ahora, los políticos mexicanos han comentado el asunto guardando la debida prudencia por la distancia, pero con el interés que tal acontecimiento suscita. No obstante, el PRI parece estar convencido que en Europa se pierde un bastión progresista y que habrá que andar con pies de plomo para caminar al filo de la navaja en lo que concierne al trato que se dé a las transnacionales y, también, a poco más de un año para las elecciones para Presidente de la Republica.
Actuación tardía
Nadie niega que Rodríguez Zapatero actuó tarde, dudó, negó la crisis, tomó medidas improvisadas y se cargó el centro-centro en forma contundente, clara e incuestionable.
Pese a ello es preciso apuntar que en esta época de incertidumbre económica mundial y política, donde la globalización financiera manda, es difícil la subsistencia de ideologías contrarias al neoliberalismo brutal, imponente y decidido a defender su permanencia aun a costa de cambiar de parecer, según sople el viento de las reivindicaciones populares.
Las protestas sociales que comenzaron en Africa del Norte y los países árabes ya tienen repercusiones, todavía muy menores, en naciones como Francia, Inglaterra, Italia, Grecia y Portugal y en varias otras geografías de los Balcanes.
Antes de seguir, diré que el rey Juan Carlos no ha dado señales políticas ni siquiera de valor social. Permanece a la espera y como jefe de Estado, sin ninguna atribución, para que unos u otros se consoliden lo que permitirá la continuidad de la monarquía parlamentaria que tanto bien le ha hecho a la familia real.
Inclusive, con el apoyo de las mayorías necesitadas que ven al monarca como un ser etéreo, carismático y necesario porque “España siempre ha sido un país de reyes”. Sí, de reyes, salvo excepciones, nefastos para la nación.
Ahora tomar el pulso actual de la España política es urgente. Resulta un imperativo para quienes no se conforman con ser bultos que se mueven de un lugar a otro, según el talante del que manda.
Desgraciadamente, en aquel territorio, la gente está tan agobiada por la crisis económica que sólo piensa en llegar a fin de mes. La política es para ellos un ente ininteligible y además ajeno a sus preocupaciones. Quieren los españoles salir del desempleo agobiante que los aplasta (4.7 millones de personas) el mas alto de la Unión Europea y que tiende a aumentar pese a los falsos optimismos de los gobernantes.
Después de 33 años de democracia no es fácil transitar por la senda de las ideas ni asimilar los contratiempos. Los viejos, los que no lo son tanto, los jóvenes, recuerdan estremecidos la guerra civil y no quieren otra ni nada que se le parezca. Además el idílico y después frustrado paso del bienestar a la penuria afecta más allí que al resto de los ciudadanos de aquel continente.
Pasividad en Europa
Las auscultaciones, llámense encuestas o investigación, demuestran que si bien el ciclo internacional actual tiende a cerrarse y a cambiar desde la segunda guerra mundial está a punto de dar su último coletazo.
Millones de europeos no desean alteraciones mayores y prefieren la estrechez a la confrontación, el ahorro y la contención a la violencia y a transformaciones radicales sean de uno u otro signo.
La pasividad se mueve en Europa, en España, con resentimiento, con dolor, con miedo a otra contienda bélica. Todavía no salimos del temor a las contiendas, a las dictaduras y a los gobiernos totalitarios y la respuesta sigue siendo la resignación aunque una esperanza de mejoría se vea como un tanque extra de oxigeno frente a lo que ocurre en el continente negro.
Para Rodríguez Zapatero los próximos doce meses no le traerán tranquilidad. Que no se equivoque, ni a él ni a nadie. Si se imagina que su abandono político hegemónico traerá paz al país está confundido. Todo lo contrario, aumentará la incertidumbre. Para eso están los políticos de su partido y de otros que no pararán en mientes para endilgarnos la zozobra.
Se adelantó la “cacería de brujas” (vieja frase sin desperdicio) y ahora a ver quién para los ataques, las censuras y los insultos, las manifestaciones y las huelgas. La intransigencia del clero católico español se dejará ver y las organizaciones franquistas legalizadas por la democracia (insólito) casi siempre ingenua u olvidadiza crecerán en su intento por ocupar un lugar protagónico en el devenir español.
Valga mencionar sólo este ejemplo: José María Aznar, el bajito sin bigote, contribuirá a nutrir de armas políticas suficientes para pelear cobardemente por la supremacía más despreciable pero inmortal entre los seres humanos que no aprendemos de la historia.
Espero equivocarme y deseo fervientemente que así sea, pero la verdad es que…

