Blas García Flores
Ignacio Trejo Fuentes
Por desgracia, Ciudad Juárez se ha convertido en una de las metrópolis más violentas del mundo, y por eso cuando se piensa en el México sangriento se evoca esa población fronteriza. Pero Juárez no es sólo crimen, muerte, ocurren ahí muchas otras cosas, digamos comunes y corrientes. De eso se encarga Blas García Flores en su libro Carta del apóstol San Blas a los parralenses.
El volumen es una auténtica miscelánea, pues contiene cuentos, crónicas, estampas, relatos breves…, la mayoría conducidos y protagonizados por el autor. Abundan los recuerdos infantiles, en los que desfilan sus paseos por esa ciudad delirante y siempre asombrosa: mercados, parques, tiendas…; la gente apresurada tratando de pasar “al otro lado”, a El Paso, Texas; los estadounidenses encandilados por lo mexican curious. En fin, quienes han visitado Ciudad Juárez saben a qué se refiere García Flores.
De esta vida, la normal, se nutren las historias de este insólito apóstol, y sólo un par de textos aluden a los asuntos del narcotráfico y ninguno a los feminicidios que se han convertido en marca personal de la ciudad. Qué difícil debe ser soslayar esos terribles lugares comunes. Hay personajes asombrosos (como en todas partes), como el que hace negocio con ligas, o el Uanayudita, o el poderoso luchador local que derrota al Santo, el enmascarado de plata, o la mujer que hace del café y el sexo toda una vocación. Hay también contrastes entre lo violento y la inocencia: el perro que devora el cuerpo de un recién nacido y el que sufre por la ausencia de agua potable; la pareja que muere en un accidente de carretera y el tipo que busca editor. Sátrapas, estafadores, almas puras, monjas, estudiantes… se dan la mano para mostrarnos el rostro de una ciudad que muy poco tiene que ver con lo que las noticias actuales nos traen cada día. Ése es el mérito de Cartas del apóstol San Blas, pues analizándolo seriamente no ofrece hallazgos ni temática ni formalmente: la mayor parte de las historias se olvidan en cuanto se las acaba de leer; sobreviven en la memoria dos o tres del medio centenar que compone la obra (“Ramona Jiménez”, “Perro hambriento”, “Crápula”, “Parque Borunda”). Así que quienes quieran pasear por una Ciudad Juárez alejada de la sangre y la muerte, hallarán en este material una guía interesante. Y aquellos que prefieran lo otro, lo terrible, mejor lean los cuentos de Liliana Pedroza o los Delincuentos de Arminé Arjona, autoras chihuahuenses que conocen como pocos las truculencias de su estado, de sus ciudades.
Por último diré que éste es el primer libro de Blas García Flores, y que nunca entendí por qué en el título alude a “los parralenses”, siendo que él nació en Ciudad Juárez en 1975.
Blas García Flores, Carta del
apóstol San Blas a los parralenses.
Ficticia (Biblioteca de Cuento Contemporáneo),
México, 2010; 98 pp.