Ignacio Trejo Fuentes

Los corridos son canciones que cuentan historias, generalmente trágicas: son herencia de los romances, y tienen gran penetración en todo tipo de gente. No es casual que las autoridades de Sinaloa hayan prohibido los narcocorridos en la creencia de que son apologías del crimen: olvidan que la delincuencia genera los corridos, y no a la inversa.

Raúl Orrantia Bustos (Cuernavaca, 1985), de padre sinaloense, conoce y ama esa especie musical, así que decidió escribir cuentos basados en corridos; de esa idea surgió el volumen Cuéntame un cuento pero de corrido. Hay algunos temas de sobra conocidos, como la historia de Agustín Jaime, Rosita Alvírez, Luis Pulido y La Martina. Y otros acaso no tan conocidos pero valorados en el género. Los cuentos se nutren de bandidos generosos, pistoleros, tahures, mancornadoras y traiciones sin fin. Por eso las relaciones amorosas y la muerte violenta predominan.

Raúl parte de una canción y luego confecciona las circunstancias que pudieron haber rodeado el hecho contado de manera sucinta por el autor de la pieza. Reconstruye escenarios y acciones, recrea personajes y nos ofrece lo mismo de otro modo. Y es admirable su fuerza narrativa, sobre todo si consideramos su juventud: arriesga imágenes de naturaleza poética, mantiene un ritmo más que apreciable. Los corridos-cuentos no tienen desperdicio, y me gusta particularmente el que refiere que una niña bellísima llega a un pueblo, y todos se enamoran de ella porque es la Hermosura personificada: jamás habían visto una mujer como ella. La ven crecer, y uno de los lugareños la espía mientras lava en el río y, escondido, se masturba. Hasta que decide asaltarla y violarla, y la estrangula y tira el cuerpo en el río. El pueblo se conmociona, y no pueden descubrir al asesino, quien resulta, ni más ni menos, el narrador de la historia.

Hay historias de fantasmas, y también merece destacarse aparte la del pistolero que mata a dos hermanos para vengar la muerte de su padre a manos de aquéllos. Impresiona asimismo la narración que un hombre hace de la muerte de su hijo (o nieto): en una prisión hay una celda que significa la muerte de quien entra en ella; la causa: picadura de alacrán. Cuando consiguen atrapar al bicho asesino, el celador que refiere los hechos se lo lleva a casa encerrado en un frasco; pero el pequeño lo abre y el alacrán lo mata.

Las historias suceden generalmente en el norte del país, y algunos en otras regiones, como la Ciudad de México. Pero insisto, todas se disfrutan, y es obvio que se trata de un volumen homogéneo, coherente, aunque contiene cuentos ajenos a los corridos. Aseguro a Raúl Orrantia Bustos un futuro promisorio: habrá que seguirle los pasos. Además, escribe poesía y crónica.

 

Raúl Orrantia Bustos, Cuéntame un cuento pero de corrido y otras ficciones. Instituto Mexiquense de Cultura, México, 2010; 148 pp.