Rechazo absoluto al Pacto del Euro
Regino Díaz Redondo
La ruleta de la vida es un juego de vanidades. Gana el que tiene
el caparazón más grueso, triunfa quien da la espalda a la verdad.
El arrepentimiento pasa a ser debilidad y el engaño,
el rencor y el odio, soportes imprescindibles de los frustrados.
La suerte favorece a los pusilánimes que se arrodillan a los pies del depredador.
Caravana de los Juglares
Madrid.- El inicio de un movimiento popular de protesta en Europa, sin más color que el de la libertad, acaba de comenzar su tránsito a partir de la manifestación de miles de personas en 60 ciudades españolas, 70 en el continente y algunas en Asia, Latinoamérica y el Africa negra.
El desfile, pacífico; el lema, contra “el pacto del euro” que reduce salarios, aligera despidos, incrementa el desempleo, somete a gobiernos y recorta prestaciones sociales.
En las protestas no hubo disturbios ni violencia. Bajo el manto del “respeto”, jóvenes, no tan jóvenes y jubilados, se hermanaron en un abrazo que ya trasciende a todos los ámbitos. La gente está harta, enfurecida por las imposiciones.
El pasado domingo, España dio la voz de alerta. Desfilaron por sus calles y plazas, obreros, comerciantes, profesionales, comunicadores, gente de la cultura y amas de casa. Iban despacio, sonrientes, analíticos. Sus ojos brillaban como reflejo del entusiasmo popular.
No hubo insultos ni agresiones. La policía estuvo atenta y cumplió con su deber: no molestar a los viandantes y testificar cómo, después de tantos años, se dio una fuerte cachetada al cinismo a las desmesuras de la Unión Europea, ahora lenta, torpe, embarullada e indecisa.
Sus dirigentes permanecen callados y escuchan temerosos el cuestionamiento de sus órdenes arbitrarias y la ambivalencia de sus acuerdos. Porque el gigante europeo que tanto necesitamos puede enfermar.
Para evitarlo hay que revisar sus estructuras con el fin de que economía y política sean complementarias y no tan distantes.
Las finanzas son las dictaduras de nuestro tiempo y están dando al traste con los adelantos sociales reducidos a su mínima expresión.
El dinero se comió el pan; los intereses aplastan el progreso y los jefes europeos están siendo rebasados y peligra su existencia.
Malestar en forma pacífica
Hacía decenas de años que no se daba un fenómeno parecido de reivindicación popular. Ni palos, ni porras; sin gases lacrimógenos ni insultos. Las calles fueron el escenario por las que discurrió el malestar en forma pacífica.
El M-15 (Democracia Real Ya, Spanish Revolution, el 19-J) ya tiene albergue y fisonomía. Avanzará despacio pero sin tregua. Se justifica por el anhelo de que democracia, libertad y progreso vuelvan a tener su significado primigenio. Se trata de impedir que estas palabras pierdan su valor, que no se conviertan en costumbristas y que, como ya ocurre a veces, haya quien se avergüence de pronunciarlas.
¡Las hemos ensuciado tanto! Por eso los indignados del 11 de mayo no se conforman, se comprometen.
Los muchachos —ilusión y verdad antológica—cargan con los insultos de siempre pero ya reciben apoyos incondicionales de quienes están necesitados de esperanza y de realidades. Todos saben que estamos al final de este ciclo y que un cambio útil puede disminuir las ominosas diferencias y traer paz a los que aún soportan los grilletes.
En los corrillos políticos y empresariales se discute ya con seriedad las consecuencias que traerá la inconformidad de la gente. La multitud dejó las acampadas pero trabaja en barrios y calles de este país. Se anuncia para el 15 de octubre una movilización más numerosa en todas las geografías. Estará integrada por personas que hablan otras lenguas pero que entienden un solo idioma: la caída de las mafias económicas que acaparan y dejan sólo unas cuantas migajas impregnadas de soberbia.
La sofistocracia está en proceso de hacerse añicos, moribunda. Pierde la cabeza. Sus neuronas solo saben de joyas caras, carros de lujo, residencias palaciegas, ropas de postín, restaurantes fatuos y caros, prevaricadores de medio pelo, fastuosos escenarios, fraudes fiscales, helicópteros al servicio de la élite política, vacaciones con caviar y champán, playas elitistas, esclavos sumisos y aventuras exóticas.
Frente a tales delicias la clase media, desgastada por los imperios y el individualismo, acaba de dar un golpe y dijo aquí estoy, exijo lo que es mío. Quizá más suyo que de otros pero que se lo arrebataron.
La globalización tan apuntalada por los grandes consorcios se cambió de bando. Se une a los que reclaman mejorías sociales.
El casino brutal que conforman los grupos de poder hace agua. Sus cimientos y estructuras ya no aguantan. En su interior hay quienes todavía creen salvarse porque consideran que sus fortalezas son inexpugnables.
Pero al mismo tiempo buscan puertas de salida por si acaso. Permanecen soberbios pero saben que la situación actual no puede continuar. Que caerán desde lo alto y que el estruendo del golpe tendrá consecuencias terminales.
Ahora pasaré a reproducir, en lo posible, cómo se expresan unos y otros, muchos socialistas, conservadores, chaqueteros, acomodaticios y los que enarbolan la antorcha del neoliberalismo más radical.
Antes de hacerlo agrego que contribuyen a la descalificación de este movimiento los adalides del Partido Popular, los columneros de El Mundo, ABC, La Razón, Intereconomía, patrones fachas y partidos falangistas legalizados por la Transición que comienza a diluirse y está convirtiéndose en matrona acomodaticia, burguesa y anacrónica.
Calificativos de la derecha
Para todos ellos, los indignados son:
…“corte de negros… cómplices del desorden… fauna ruidosa y andrajosa… cerdos… escoria sin futuro… cachivaches del desván… agitadores… chusma… mediocre… asaltantes de tiendas y supermercados… canallas sin principios… enemigos de la gente decente… estorbo para comerciantes y vendedores… residuos de falsas revoluciones…” ¿Cuáles? Pues lo escriben así: la francesa y la de mayo de 1968.
Créanme que no invento ni exagero.
Los tildan además de “desempleados porque no desean trabajar… fugitivos del orden… inmorales… descangallados… indignantes… golpistas… ateos… rojos… masones… y atentan contra la soberanía nacional…”
Agregue cuantas frases peyorativas quiera porque seguirá oyendo insultos que dan vergüenza. Proceden de los que ya se frotan las manos por la llegada de una España de derecha. Una España que vuelva al posfranquismo y al control absoluto sobre vidas y haciendas.
Son los paradigmas del pensamiento único, ejemplo de una nación que vivió en paz durante casi 40 años en su isla, como parte de nada, lejos de Europa y de la civilización de cualquier signo.
Calificativos de los indignados
Ahora, díganme si no es horrible, perturbador, ilegítimo y oprobioso, lo que dicen las pancartas y los gritos de los que desestabilizan:
“…los políticos nos engañan… déjennos pensar… queremos leyes laborales que no estén al servicio único de los empresarios… los imputados de supuestos latrocinios no pueden ocupar alcaldías o comunidades… no más alianza entre izquierda y derecha para conservar sus privilegios… quiten el sueldo vitalicio a los ex presidentes que reciben cientos de miles de euros de las transnacionales a las que sirven… cárcel para los que se enriquecieron ilegalmente a la sombra del poder público… las ideologías se han decolorado… escuchen a quienes no tenemos interesen creados… revisión de cuentas bancarias en paraísos fiscales… más ayudas y respaldo de los hasta ahora ineficientes organismos internacionales… que los jueces no se vendan ni antepongan sus intereses políticos y económicos a su función primaria que es impartir justicia…”
Estas son las consignas que lanzan los “jóvenes trasnochados”. Son en verdad individuos intolerantes, están contra el bienestar, responden a intereses ajenos y son, claro está, comunistas.
Saben bien los dueños del dinero que el comunismo nunca funcionó en la práctica ni sacó a la gente de sus precariedades. El comunismo es un fantasma que sacan los temerosos para impedir el progreso. Una cosa es comunismo y otra comunidad que representa el consenso de todos los ciudadanos para lograr un bien común.
La protesta es válida ante tanta falsedad e infamia. Los que estuvieron agachados, resurgen. El esqueleto de las decepciones se fortalece y el espiritiflaútico estatus busca funerarias.
Sin embargo, hay que tener cuidado, evitar la contaminación de sindicatos a sueldo, partidos subvencionados y alianzas vergonzantes entre izquierda y derecha para conservar privilegios.
Dejemos que el vehículo de la cordura, del sentido común, del reclamo de mejorías, siga su camino.
Todos estamos obligados a alimentar la llama que nos traerá un porvenir mejor.

