Como en España
Guillermo García Oropeza
Hace unos días, en la ciudad de México se efectuó una manifestación de apoyo al movimiento español de “los Indignados” que desde el 15 de mayo tomaron el espacio de la Puerta del Sol en el centro de Madrid. Ese movimiento, que resultó sorpresivo para muchos, fue la floración final, al parecer, de un largo y hondo descontento. El movimiento vino a caer como un cubetazo de agua fría sobre el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, quien luego se enfrentó a una derrota muy dolorosa a manos de la derecha del mal llamado Partido Popular, heredero de la tradición del franquismo y otros males.
Y así, paradójicamente, un movimiento que es fundamentalmente de izquierdas, como es el de los Indignados, viene a colaborar con el voto de castigo al Partido Socialista Obrero Español y asegurar el éxito de la oposición de derechas que se apresta gobernar España en el próximo período gubernamental a no ser que ocurra un verdadero milagro.
Lo curioso es que los Indignados, al menos por el momento, no parecen querer formar un partido, que son tan abundantes regionalmente en la política española, sino que muestran su rechazo a todos los partidos y están a favor de una “democracia ya”, cuyo principal objetivo es, así lo entendemos, en contra de los grandes poderes fácticos que afirman, con razón, se han puesto por encima de los partidos políticos y han desvirtuado sus principios ideológicos en aras de lo que puede ser un suicida pragmatismo.
Como le sucedió al Obrero Español de Rodríguez Zapatero, que no encontró las soluciones a la grave crisis económica que produjo cinco millones de desempleados, o parados como los llaman allá, y puso a España en el pequeño grupo de países al borde del desahucio y del rescate como Grecia y Portugal.
Los Indignados vienen de alguna manera a sumarse a una vieja tradición española, que creíamos ya muerta, y que es la del anarquismo que rechazaba todos los poderes humanos y divinos y que chocó en la Guerra Civil en contra del poderoso y disciplinado Partido Comunista, por entonces férreamente sujeto al stalinismo.
Los anarquistas, muy fuertes en Cataluña, donde hoy también se manifiestan los Indignados, vivieron años de luchas románticas molestando simultáneamente a izquierdas y derechas organizadas, perdiéndose, finalmente, en la debacle de la derrota.
Hoy los Indignados nacen no de un sindicalismo radical, como el de los anarquistas bakunianos, sino de un grupo social muy diverso que es el de los jóvenes que han tenido el beneficio de una educación, pero a quienes la economía no puede dar un trabajo adecuado, esos ni-ni como los llamamos en México, que rechazan la política tradicional y sus partidos, aunque éstos puedan ser de izquierda, pero que no han podido con el gran problema de asegurar a todos el bienestar.
Pero aparte de atraer a la juventud, los Indignados vienen a seducir a todos los ciudadanos que ya no se identifican con los partidos tradicionales y que no quieren dar su voto a ninguno para perpetuar el Sistema y en eso estaríamos de acuerdo muchos mexicanos que no encontramos en los grandes partidos nada que nos convenza y que esperamos, quizá a un hombre no del Sistema sino del Destino que nos saquen de la debacle nacional.