Víctor Manuel Mendiola

Ignacio Trejo Fuentes

A Víctor Manuel Mendiola se le conoce y reconoce como poeta (Nubes, 1987), antólogo, ensayista y editor (fundó y dirige la editorial El Tucán de Virginia), y por eso nos sorprendió a muchos descubrirlo como novelista. Y aplico a su novela 4 para Lulú un adjetivo que suelo recomendar a mis alumnos no usar jamás: hermosa.

Este libro de Víctor Manuel se sostiene en la recuperación de los días infantiles, tarea nada cómoda. Si no fuese porque autores como Jorge López Páez han conseguido logros tan fructíferos en ese sentido, me atrevería a decir que recuperar la infancia es tarea imposible, por el simple hecho de que se desdibuja y ensombrece, priva la imaginación y se pierde la sustancia: el real recuerdo. A un lector desprevenido le resultaría poco alentador que quien narra esta historia (muchas historias) se recuerde viendo en la televisión las andanzas de Tarzán, el rey de los monos, o los episodios de revista de La pequeña Lulú; mas no le será indiferente el asesinato del presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy: por lo menos a los nacidos a mediados de los años cincuenta del siglo pasado (Mendiola nació en 1954, yo al año siguiente), ese hecho nos impresionó de manera profunda, como la música de los Beatles, la llegada del hombre a la Luna, las guerras y sus contraparte: los movimientos pacíficos. Crecimos con eso, nos marcó definitivamente.

Así, mientras el narrador y sus amigos se enteran de la muerte del mandatario, juegan y se divierten, se asoman a las facetas más luminosas de la vida al mismo tiempo que empiezan a darse cuenta de la fragilidad de todo y de todos. Por eso, mediante una prosa arrulladora, se tejen subhistorias enternecedoras y crueles, como el incesto y la muerte misma. La niña que descifra el destino de los demás es impactante, por el hecho de que no puede adivinar el propio. Y el autor se precave de no ser alarmista cuando debe dar cuenta de situaciones siniestras, como la que ocurre en la parte final de la novela.

Quiero insistir en la magnífica prosa de Víctor Manuel: no se trata de eso que llaman prosa poética, tampoco es el ejercicio de poner en versos un discurso netamente narrativo, simple y llanamente es una narración firme aderezada con los condimentos naturales de la poesía. El autor cuida y vigila cada palabra, toda frase, y en consecuencia lo que cuenta se vuelve arrullador, si es que esta forma verbal existe. Pongo un ejemplo:

Fuera del carro, las cosas se mueven. Pasan las casas. Pasan los postes de luz. Caminan los árboles y las flores de las terrazas. Corren las lanzas de las verjas verdes o negras. Cruzan veloces los anuncios de las tiendas y los chorros de las fuentes. Dentro, los asientos, el suéter, el traje de mi padre, el espejo, la mochila, el sombrero, el olor permanecen sentados, quietos, con los pies juntos. Sólo los zapatos de nuestro papá se mueven.

Además, 4 para Lulú es un recorrido, así sea parcial, por nuestra bellísima ciudad de esos tiempos. Novela extraña en nuestro medio, merece la atención de los lectores.

Víctor Manuel Mendiola, 4 para Lulú. Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, México, 2011; 216 pp.