Estudiantes por educación pública y gratuita
Joaquín Pérez Sánchez
Las protestas estudiantiles en Chile siguen y cada vez crecen más, convirtiéndose en un elemento detonante que empieza a desbordarse a otros sectores de la población y a convertirse en una expresión de crisis social que el presidente conservador Sebastian Piñera no ha podido desactivar. Las manifestaciones estudiantiles son las mayores en 20 años.
El jueves 16 de junio, los medios de comunicación locales informaron que alrededor de 80 mil personas se manifestaron en Santiago, la capital chilena, pero el siguiente jueves (30 de junio), la cifra aumentó a 200 mil manifestantes, a los cuales deben sumarse más de 400 mil en todo el país, según los reportes de prensa. Todos con la misma consigna, recuperar la educación pública como un derecho.
Hace cinco años, las protestas estudiantiles fueron realizadas por los estudiantes de secundaria en Chile, la llamada “revolución de los pingüinos”, que modificó algunas cosas en las normas de la educación chilena. En aquella ocasión las modificaciones logradas alcanzaron algunos aspectos de las imposiciones de la dictadura, pero las protestas no lograron modificar la estructura neoliberal de la educación.
Sin embargo, esa generación estudiantil ahora vuelve a tomar las calles y parece estar preparada para lograr modificar esos aspectos estructurales de la educación chilena, que se mantiene rezagada y copada en un círculo vicioso. La educación superior en Chile es pública y privada, pero como sucede en la mayoría de los países del Tercer Mundo donde prolifera este esquema, el financiamiento a la escuela pública es más reducido y se necesita ser millonario para acceder a una escuela privada de “calidad”.
En medio de ese esquema existe un sector de escuelas privadas o subvencionadas que supuestamente son supervisadas por las autoridades, pero en la práctica funcionan como cualquier empresa y sólo buscan un beneficio económico, sin importar la calidad de la enseñanza.
En ese sentido, ahora con las movilizaciones en Chile, se han ido conociendo los testimonios de cientos de estudiantes universitarios que al terminar sus estudios, deben miles de pesos, como si hubieran comprado una casa. De esta manera, si un alumno quiere estudiar debe pedir prestado y al terminar, trabajar para pagar su deuda.
Las autoridades se escudan diciendo que la educación cuesta mucho y que no hay más dinero para destinar a la educación pública. Sin embargo, para los estudiantes está claro que sí hay posibilidades de financiar una educación pública gratuita y de calidad, reduciendo los gastos en defensa, por ejemplo o nacionalizando la industria del cobre que ha dejado en ganancias más del triple de lo que se destina al rubro educativo.
Más y más padres de familia se han unido a las exigencias de los estudiantes y ahora empiezan a sumarse los trabajadores y de seguir esta tendencia podría convertirse en un detonador social de mayor envergadura. Hasta el momento las autoridades apuestan a las vacaciones de invierno y al factor fútbol (la copa América) como elementos de desmovilización de las protestas, pero podrían calcular mal el descontento de la población.