(Segunda y última parte)
Ignacio Trejo Fuentes
A pesar de que el subtítulo de Espejo de agua, de Alejandro de la Garza, es Ensayos de literatura mexicana, se incluyen textos analíticos sobre autores como Juan Carlos Onetti, Charles Bukowski, Truman Capote, Yukio Mishima y Milan Kundera, aquél me parece un capricho de los editores. Pero al lector eso no debe molestarle, porque habla de los amplios intereses del crítico. En lo personal, tampoco me molesta que Alejandro, en “Cinco visiones de la niñez en la narrativa mexicana”, se olvide de escritores como Jorge López Páez, Nellie Campobello o Andrés Iduarte, expertos en el tema; ni modo: son, los que incluye en su estudio, los que le interesan, o los que conoce.
Como lector, Bukowski me parece un chiste; Kundera no es la gran cosa; Onetti es maestro de maestro; Mishima no tiene discusión; Capote es inigualable; pero, de nuevo, no es mi libro, sino el de Alejandro, y es él quien quiere compartir sus aprecios con los lectores. Y ahí está el núcleo de su obra, del de todo crítico: compartir. Espejo de agua es una compilación de ensayos mediante los cuales se trata de invitar a terceros a entrar a la fiesta, y por eso no hay descalificaciones ni denuestos de y contra autores y obras: se trata de atraer y provocar: ¿hay mejor tarea que ésta? Que los “críticos” rencorosos y maledicentes, acaso envidiosos, se vayan con su música a otra parte: aquí se trata de invitar.
Alejandro de la Garza sabe exponer sus tesis con absoluta claridad; sus planteamientos son sólidos, acusan conocimiento de lo que plantea, de lo que defiende, de lo que ofrece. Por si fuera poco, maneja una prosa ágil, certera y elegante, lo cual lo aparta de críticos nebulosos que parecen dirigirse sólo a sí mismos en un monólogo desalentador y frustrante.
Como todo en la vida, la crítica literaria debe afrontar riesgos, apuestas; no ir sobre lo fácil y trillado, sobre lo ya dicho: si el crítico se equivoca y pierde, ni modo: su mérito habrá sido lanzar al aire la moneda. En “Entrada al espejo”, introito del volumen, el autor expresa: “Las metas prefijadas, los esquemas rígidos, los prejuicios y las recetas aburren tanto al crítico como al lector. Sin riesgo no hay crítica: hay apologías, reseñas, rencores, envidias, alabanzas ilustradas. La objetividad es el uniforme de la crítica. Si se rehúyen las pasiones y las ideas propias, si se olvidan los gustos y deseos individuales sólo queda la fría escritura de manual. La crítica es pasión por el riesgo y el juego, placer por la búsqueda y el abismo. La crítica como receta sabida de memoria aburre hasta el bostezo, ni nos impulsa ni nos abisma”.
Que el lector critique al crítico. Yo recomiendo la lectura de este volumen.
Alejandro de la Garza, Espejo de agua (Ensayos de
literatura mexicana). Ediciones Cal y Arena, México, 2010; 264 pp.