Por Joaquín Pérez Sánchez

El presidente chileno Sebastián Piñera reaccionó como viejo político dictatorial, utilizando la represión para tratar de quebrar el fuerte movimiento estudiantil que cimbra las estructuras de poder y muestra la incapacidad de respuesta de una derecha acorralada por sus propias contradicciones, en un entorno mundial caracterizado por más y más protestas contra las soluciones neoliberales.

Durante muchos años y tras la férrea dictadura de Augusto Pinochet  (1973-1990), Chile fue propagandizado como un modelo de país capitalista en América Latina, eficiente y “ordenado”. Bajo el esquema de la represión, el dictador impuso una a una las recetas neoliberales: Reducción del Estado, privatizaciones, aumento de impuestos, desmantelamiento de la educación pública, etcétera, etcétera, etcétera.

Sin embargo, tal como ahora, los problemas de fondo de la estructura económica siguieron prevaleciendo, aunque sumidos en la terrible jaula de la dictadura. Cuando este sistema ya no pudo ser eficiente, las estructuras de poder creyeron que bastaba con que el dictador se fuera para formalizar un sistema “democrático” y mantener la esencia de la estructura.

Poco a poco los sectores sociales reprimidos y neutralizados, no sin contradicciones, han ido ganando espacio y nuevas generaciones de líderes han ido tomando las riendas de los movimientos que buscan un cambio en las estructuras del poder, no sólo en Chile, sino también en su entorno.

Es en este contexto en el que ahora el movimiento estudiantil encabeza las protestas en Chile,  y que pertenece a esa nueva oleada de actores sociales que busca cambiar las cosas y, ante la cual, la vieja derecha no sabe cómo actuar, por eso recurre a la violencia, sólo que ahora el escenario mundial ha cambiado y las condiciones de sus antiguos aliados también.

El 4 de agosto pasado, nuevamente miles de estudiantes chilenos volvieron a marchar exigiendo al gobierno el fortalecimiento de la educación pública gratuita y con calidad, pero Piñera, cuya popularidad cae minuto a minuto, optó por la represión, la cárcel y las amenazas.

En minutos, cientos, miles de testimonios inundaron las redes sociales y los medios de comunicación, dando la vuelta al mundo y señalando al régimen de Piñera como uno más de los Estados represores que intentan acallar las protestas sociales con violencia, Siria, Egipto, Grecia, España, ¿cual es la diferencia?

Si el dinero de los impuestos se ha usado para rescatar a los bancos que han actuado de manera irresponsable y cínica, porque un gobierno como el chileno que se jacta de ser eficiente en el modelo capitalista, no puede garantizar a su pueblo una educación pública y de calidad.

Los números no mienten, muchas empresas y bancos han ganado miles de millones aún en medio de la presente crisis, pero el Estado se niega a regularlos y a equilibrar la balanza, en cambio ofrece más austeridad y represión a los que menos tienen.

Por eso es que la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de Chile, mostró que Piñera es el mandatario peor evaluado con menos del 26 por ciento y sigue bajando.

En Chile los estudiantes y sus familias volverán a tomar las calles y si Piñera no es capaz de ofrecer cambios concretos en el sistema, entonces pronto el escenario chileno podría transformarse en una nueva “primavera”.