Segundo rescate financiero por 160 mil millones de euros

 

Regino Díaz Redondo

Madrid.- El acuerdo para rescatar Grecia por segunda vez con préstamos hasta por 160 mil millones de euros demuestra cuán cerca del abismo estaba (o está) la Unión Europea, por las presiones financieras internacionales y su propia atonía después de 10 años de titubeos y cataplasmas ineficaces.

No es cierto que la ayuda a Atenas esté motivada para “defender los valores de los pueblos”, sino porque su bancarrota sería un arpón de muerte contra los intereses de las grandes potencias continentales y americanas.

Sí, se logró que la banca privada contribuyera con 52 mil millones de euros para evitar el naufragio heleno, condición que introdujo la canciller Angela Merkel como requisito sine-qua-non, para firmar el pacto. Pero también lo es que al lado del respiro que trajo, respiro que será temporal, a los mercados y a los gobiernos sospechosos de quiebra, asfixia más la economía de la gente y desespera, frustra y decepciona a una clase media cuya mitad está en el paro y la otra es mileurista.

Lo conseguido en Bruselas puede ser, y ojalá lo sea, un despertar de los poderosos para darse cuenta que se tambalean sus privilegios y canonjías.

Efectivamente, en la reunión cumbre, esta vez sí cumbre, se aprobó igualmente la necesidad de crear un fondo de estabilidad europeo que puede comprar deuda y conceder créditos a países amenazados por los mercados. Siempre que la autoridad europea lo permite y se ajuste a sus políticas de turno.

Cabe señalar, además, que a Grecia se le da un plazo de 15 años para pagar intereses y el crédito con la posibilidad de ampliarlo ad-infinitum.

Ultraderecha

Mientras, cabe decir que la ultraderecha se extiende por Europa. El último asalto de un loco que abrevó en las doctrinas dictatoriales, se llevó por delante a 94 personas en Noruega.

Los partidos xenófobos crecen en todos los países y su influencia es cada vez mayor. Tomemos nota antes de que sea tarde.

También hay que tocarle la campana a la derecha democrática. Que no se deje enamorar por tendencias radicales. No confundamos el derecho individual con rancios nacionalismos. El pasado negro no debe volver. A nosotros nos corresponde que no pueda.

Es un llamado a la sensibilidad y a la inteligencia. Inclusive, la alta burguesía debe preocuparse. Ir más allá significaría saltarse las barreras de la libertad. Estemos alertas y conscientes de un fenómeno que se ha repetido ya en varias ocasiones en la historia de Europa.

Algunos sustratos ultras protestan porque quieren que los necesitados se rasquen con sus propias uñas y se oponen a entregar una mínima parte de su patrimonio para el bienestar general. Lo hacen sin estridencia, en voz baja, para dejar constancia de su posición si ganaran la pelea.

Consideran que ellos serán siempre los salvadores. ¡Líbrenos el Santo Grial de ellos, padres de la oligarquía y tutores, hasta ahora, del progreso!

Sepan ustedes que la deuda de Grecia asciende en estos momentos a 350 mil millones de euros. Y que lo más que se le otorgará es 182 mil millones hasta el 2014. ¿Cree alguien que estas cifras salvarán al país mediterráneo? Está claro que no. Así como ahora es un súbdito, con esta ayuda se convertirá en esclavo.

Es tan grande la confusión que impera que se oyen tambores de guerra por todos lados. Todavía el ruido no nos aturde. Pero, por ejemplo, Tyler Cowen, catedrático de la Universidad de Mason en Estados Unidos, sentencia que “antes del otoño Grecia tendrá que salirse del euro”. Y así muchos agoreros impresentables que sólo siembran  inquietud y desilusión.

Por su parte, Alemania sale de este apuro con todas las velas desplegadas, viento en popa, porque consiguió que los bancos privados salieran al rescate para apuntalar su reelección.

Al mismo tiempo, doña Angela, en carrerilla, una frase detrás de otra, el sí pero el no o el sin embargo, exclama en todos los foros mundiales que “Europa es mi pasión y el euro es digno de cualquier esfuerzo”.

Y su in-pronta quedará grabada por los siglos de los siglos en letras de oro como un referente de su amor incondicional al continente.

Las hermanas de la caridad

El FMI también echó su caballo a retozar: “Necesitamos más Europa y ahora”.

Paralelamente y de pronto se deja de hablar de las tres hermanas de la caridad. Su presencia no es cuestionada por ningún ente público. Muchas de las denuncias contra ellas no han sido admitidas —en España acaba de ocurrir— porque “dejarían de calificarnos y eso sería catastrófico”. Lo que significa que atentar contra estas honorables damas sería perjudicial para las naciones sospechosas de endeudarse demasiado porque su poder es tan grande que nos hundirían más. ¡Y que siga la mata dando!

Las tres cuatas, dueñas del 90 % del mercado, son invulnerables. Los gobernantes les temen. Los financieros las usan y ellas, circunspectas, asumen una indeseable autoridad en las Bolsas de Valores.

Hubo quienes, ilusos, pidieron ante los tribunales que se congelaran las cuentas de Moodys, Standard & Poors y Fitch. En ese momento empezó el desfiladero de cuchillos contra los denunciantes. Se dijo que era una barbaridad, que los peticionarios no saben nada de economía porque las hermanitas forman parte de la solidez del mercado, son garantía para evitar riesgos y no es conveniente tocarlas.

Madrid, por su parte, se ha quedado mudo. Al gobierno actual le quedan pocos meses y no quiere más problemas porque no sabe cómo resolverlos ni tampoco supo en su tiempo. El Partido Popular lo despanzurró, lo insulta y caricaturiza grotescamente. Lanza a José Luis Rodríguez Zapatero acusaciones de toda índole sin comprobar ninguna, y éste, con buen talante, se limita a sonreír para evitar los golpes que a diario recibe.

Otra vez en medio de la incoherencia que nos anega aparecen unas declaraciones Jean-Claude Trichet, director del Banco Central Europeo, quien afirma, con estudiada pose y grandilocuencia, que “no aceptaremos bonos de países en quiebra”. ¿Por fin, se rescata a Grecia para que no quiebre o está ya en quiebra y aún así se la rescata?

Estas incongruencias y puntos de vista encontrados son los que hacen de la Unión Europea un gobierno dudoso que ha perdido influencia en la política y finanzas mundiales y que si antes era una referencia del buen hacer ahora es ejemplo de lo negativo. Su peso específico se reduce poco a poco y, cuando menos en un futuro próximo, no se ve cómo pueda recuperar su prestigio.

No existen ya derecha ni izquierda; el liberalismo, nacido bien por un corto rato, está podrido; los socialistas son todo menos demócratas convencidos. Responden a sus intereses y nada más. Sus actuales líderes tiemblan y el pavor los embarga.

Los gobiernos de uno y otro lado sólo responden a intereses particulares que chocan con su obligación social. Huelen todos a cadáver insepulto.

Su criterio está al servicio del que llena los bolsillos. Los Estados, excepciones obligadas, son vasallos del des-orden internacional y de la avaricia.

El mundo vive en una euforia que empieza a tener síntomas enfermizos. Trasciende ya, aunque todavía sin fuerza, que el que más grita, el que mejor miente, el expoliador y sus ad-láteres, están en peligro o, cuando menos, pronto lo estarán.

Antes de llegar a su final, las viejas dictaduras celebran su presencia con opíparos banquetes en grandes escenarios, con derroche y con soberbia. Eso es lo que está ocurriendo. Los poderosos se encierran en su búnker de platino para evitar las oleadas de igualdad que aparecen en el horizonte.

Ha llegado el principio de la rebeldía contra el establishment. Pero, mientras tanto, la situación es insostenible.

Sólo esperamos que los que se van, que tardarán en irse,  pero que se irán pronto sin duda, no dejen secuela ni herederos nostálgicos como hizo el franquismo en España.