Incontenible, la fuga de capitales

Magdalena Galindo

Que se avecina una nueva agudización de la crisis económica es un hecho aceptado prácticamente de manera universal. No sólo por la notable inestabilidad de los mercados financieros, sino porque los problemas de deuda, ahora particularmente graves en los países altamente industrializados, son de carácter estructural y no pueden resolverse con políticas económicas que a fin de cuentas están insertas en profundas contradicciones.

El enorme monto de las deudas, tanto de Estados Unidos como de los países europeos, ha colocado a estas naciones en una situación cercana a la insolvencia. La estrategia para enfrentar la situación consiste en buscar alcanzar un superávit fiscal, pero naturalmente, puesto que se trata de gobiernos burgueses, quiero decir, hegemonizado por el gran capital financiero, para tener ese superávit la vía elegida es disminuir el gasto público, especialmente en los rubros sociales, de modo que sean los trabajadores los que paguen el costo de la crisis. La respuesta de los pueblos, como era de esperarse, después de varias décadas de aplicación de las políticas neoliberales que han significado un deterioro extremo de los niveles de vida de las clases trabajadoras, ha sido de poderosas movilizaciones, lo mismo en Grecia, que en España y aun en Inglaterra.

Además de que ahora ya no es tan sencillo traspasar los costos a los asalariados, el otro gran problema de la política que busca realizar ahorros para enfrentar el problema de la deuda, es que la reducción del gasto público desemboca en lo inmediato en un descenso de la actividad productiva, esto es, en la recesión, de manera que esa vía finalmente genera el mismo problema que se busca evitar, tanto con la contratación de deuda, como con la estrategia para evitar la insolvencia.

En el caso de nuestro país, a lo que se llama el choque externo, esto es, a las consecuencias sobre nuestra economía de la recesión internacional, hay que añadir otros problemas. Uno de los más graves, del que se habla poco, es la masiva fuga de capitales que ha tenido lugar durante la administración de Felipe Calderón. Según datos del Banco de México, en lo que va del sexenio han huido del país, nada menos que 95 mil 581.3 millones de dólares. Se trata de una cifra récord, que supera en 332.7 por ciento la salida de capitales registrada en el período semejante, es decir, de enero de 2001 a junio de 2005, del sexenio de Vicente Fox en que los capitalistas mexicanos fugaron 22 mil 83.9 millones de dólares. Y además, a los 95 mil 581.3 millones que el Banco de México registra expresamente como salida de capitales, hay que sumar el renglón de errores y omisiones que se utiliza para cuadrar contablemente la balanza de pagos, que indica en realidad una salida subrepticia de capitales que no se ha registrado como tal, y que importó otros 32 mil 96 millones de dólares, para dar un total de 127 mil 677.3 millones de dólares. Nunca antes se había presentado una fuga de capitales de esa magnitud.

Basta recordar la frase de José López Portillo, cuando al decretar la nacionalización de la Banca, advirtió “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, y entonces la fuga de capitales se situaba en alrededor de 20 mil millones de dólares. Por supuesto que la salida de recursos significa una descapitalización del país, que implica menor producción y más desempleo, que por cierto también ha aumentado aceleradamente durante el sexenio de Calderón.

Una salida de capitales de esa magnitud no puede explicarse simplemente por la búsqueda de ganancia, pues el Banco de México informa que sólo el 40 por ciento de las salidas de capitales se destinaron a proyectos productivos en el exterior, mientras el 60 por ciento se colocó en depósitos bancarios, pero en las circunstancias actuales, cuando la tasa de interés en Estados Unidos se acerca a cero, mientras la prevaleciente en México es de 4.5 por ciento, y cuando las turbulencias financieras implican grandes riesgos, es evidente que el principal motivo de los millonarios mexicanos para fugar sus capitales es la desconfianza en la economía mexicana y el temor ante las condiciones extremas de inseguridad en el país intensificadas por la guerra contra el narcotráfico emprendida por Calderón. La recesión internacional que ya está en curso, y los problemas que enfrenta la economía mexicana, entre los cuales la fuga de capitales es uno de los más agudos, sólo auguran tormentas económicas ante las que la administración calderonista lejos de enfrentarlas sólo las agrava.