Radio UNAM, punta de lanza
Por Mario Saavedra
La radio y la televisión públicas han cumplido una función vital en nuestro país, sobre todo porque las escasas reales incursiones del sector privado en los ámbitos social y cultural no han tenido una presencia significativa ni regular, pues su vocación ha sido primordialmente comercial. De ahí el protagonismo de estaciones como Opus 94 del Instituto Mexicano de la Radio, Radio Educación y Radio UNAM.
Tolerancia e inclusión
Punta de lanza en el que ha sido el medio por excelencia de difusión no sólo del espíritu y las actividades diversas de nuestra máxima casa de estudios, sino en realidad de todo el amplio espectro del pensamiento y la creatividad nacionales, Radio Universidad reabre sus ya emblemáticas instalaciones de las calles de Adolfo Prieto, en la colonia Del Valle, en la ciudad de México, y lo hace con la programación de una nutrida y variada cartelera de exposiciones, conciertos, proyecciones cinematográficas, espectáculos teatrales y dancísticos y otras muchas actividades para celebrar la flamante remodelación de un espacio inaugurado hace ya cerca de siete lustros.
Y no menos significativa ha sido la sala Julián Carrillo, institución que desde sus orígenes ha arropado y acompañado de cerca a creadores e investigadores, a quienes de una u otra forma han tenido que ver con la promotoría cultural en este país, con la firme convicción de difundir la diversidad en todas sus manifestaciones, el pensamiento, la crítica constructiva, la reflexión, la opinión, el análisis inteligente y la libre expresión de las ideas y el conocimiento. Y esa vocación ha ido de igual modo de la mano con la tolerancia y la inclusión, como reflejo del espíritu de una institución académica que también desde su formación se ha caracterizado por estos valores universales sin los cuales no es posible plantear ningún verdadero desarrollo sustentado.
Notablemente mejorada en todos los aspectos, en su acústica y su isóptica, mucho más cómoda ahora para los asistentes, y aunque todavía con algunos pendientes como el recubrimiento del piso aún en cemento bruto que se espera sea en madera acorde a los paneles adosados a los muros, la también emblemática sala Julián Carrillo ha sido reabierta con uno de nuestros músicos más valiosos y siempre propositivos como invitado especial: el flautista Horacio Franco. Acompañado por algunos de sus más cercanos amigos y colegas en proyectos musicales y discográficos de muy diversos ámbitos del quehacer euterpeano, se ha vuelto a hacer patente el peculiar talento y la generosidad de este gran artista y promotor cultural para convocar a otros creativos y echar a andar propuestas que se caracterizan tanto por su originalidad como por su sensible aportación.
Apertura de espíritu
Si bien la formación académica de este talentoso y notable músico ha trazado una carrera ejemplar sobre todo en los repertorios renacentista y barroco en los cuales ha hecho escuela y es uno de nuestros mayores exponentes, con recursos técnicos e interpretativos igualmente extraordinarios para abordar con sobrada solvencia otros periodos y espectros de la música de concierto, lo cierto es que un artista tan completo y sui generis como Horacio Franco trasciende su inicial campo de expresión por otros rasgos no siempre presentes en otros dotados atrilistas. Y aquí caben, sin dilación ni mucho menos pose alguna, su apertura de espíritu, su vasta y ecléctica formación, su cierta y profunda sensibilidad, su irreprimible vocación al entender que la música (la buena música, independientemente de su origen y al margen de cualquier prejuicio) es el lenguaje universal por antonomasia.
El viernes 23 de septiembre fuimos testigos de una gozosa velada nocturna en la cual este destacado artista logró reunir a exponentes de muy distintos ámbitos y géneros de la música, coincidentes entre sí por su férrea vocación y su espíritu de búsqueda, por su autenticidad, por su oficio. Del barroco a las músicas tradicionales, de los ritmos acústicos a los electrónicos, este concierto reunió a cinco músicos orgullosos de sus respectivos quehaceres, cómplices en un no menos peculiar concierto transmitido —y conservado para la posteridad— por las frecuencias de la radiodifusora universitaria: el 96.1 de FM y el 860 de AM.
Entre los músicos invitados, mucho llamó la atención lo hecho con dos de sus compañeros en un proyecto discográfico tan singular como Lienzos de viento, en el cual los tradicionalistas zoques chiapanecos Luis Hernández y Cirilo Meza (creadores de sus propios instrumentos) hacen patente cómo conservan una rica tradición musical muy ajena en su concepción y su ejecución a los usos y costumbres occidentales. Una probadita de ese milagro que es Lienzos de viento donde la dotada improvisación surge como otra contagiosa chispa de contacto, en un intercambio de sonidos y atmósferas acústicas igualmente inimaginables, sones y zapateados de la cultura zoque conversan aquí con afluentes medievales, barrocos y algunos otros más modernos.
Otros participantes
Acompañaron de igual modo a Horacio Franco en esta a todas luces generosa experiencia artístico-musical, su casi contrabajista de cabecera Víctor Flores, primero de su sección en la OFUNAM y con quien ha emprendido múltiples proyectos; aquí fueron del barroco al danzón, de la academia al salón de baile, en un afortunado intercambio de talentos que ya ha dado muy buenos frutos.
Cerró la pinza la compositora, cantante y también pintora Ivonne Guevara, artista que después de sus orígenes juveniles con el popular grupo musical Flans de los ochentas, ha experimentado un desarrollo multidisciplinario muy interesante, apuntalado en su talento y un trabajo serio e incansable.
