ETA anuncia cese a la violencia

Por Regino Díaz Redondo                                                      

Madrid.- Para los enfermos terminales de la ultraderecha española —algunos inteligentes—, el anuncio de ETA del “cese definitivo sin condiciones de la violencia” es un “engaño”. Más de lo mismo. Están que se truenan las manos. Demandan enfurecidos que “se disuelva, que entregue las armas y sus miembros se  presenten ante las autoridades para que los encarcelen, porque no han pedido perdón a las víctimas”.

Además, “si así lo hicieran deben ser confinados y presos de por vida para que paguen sus crímenes”.

Lo más importante en 50 años

Este acontecimiento que con la muerte de Francisco Franco en 1975 y su dictadura es lo más importante ocurrido en España en los últimos 50 años, ha puesto a la defensiva al Partido Popular y temen los señoritos que el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba crezca, aunque no alcanzará a ganar las elecciones generales.

Resulta inimaginable que haya individuos que se aprovechen impunemente de la democracia para desahogar sus frustraciones y conseguir la vuelta al poder de un régimen totalitario, donde el espionaje reviva para denunciar a los que “atentan contra el orden y la patria”.

Es cierto que el golpe a la mandíbula de Mariano Rajoy, el menos culpable de tanta furia noqueó a su séquito entre quienes se encuentra José María Aznar, Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja, Dolores de Cospedal, Ana Mato, Esteban González Pons, Francisco Camps, Pío Escudero, Rita Barberá, Ana Botella y compañía.

Estaba todo listo. La declaración de la banda terrorista iba a ser después del 20 de noviembre —día de las elecciones—, ya con el nuevo gobierno cuyo programa aún desconocemos. Así todo sería ideal. Fácil: los etarras reconocerían, según los vaticinios populistas, que con Rajoy no se juega y que sí puede dialogarse seriamente para conseguir la paz.

Pero, ¡ay, los peros de siempre!… algo salió mal. Las cuentas no cuadraron y el estupor, la sorpresa y las cosquillas del miedo se apoderaron de los soberbios que, de antemano, pregonaban su inhabilidad y el desprestigio de una izquierda que, justo es reconocerlo, no actuó con rapidez ni acierto en muchas ocasiones.

Esta noticia produjo la previsible actitud del grupo nostálgico de mejores ayeres. ¡Cómo les hacen esto…! “Si el ex ministro del interior había fallado en su lucha contra la banda”, argumento que venían difundiendo por doquier en su campaña preelectoral.

Un camino, después de todo

Ya en la calle, mucha gente de todos los niveles está contenta. No acaba todo. Es el inicio del camino hacia la paz. Pero ya hay camino y esto molesta a los que aprovecharon los asesinatos terroristas para afianzar su política y su interés por llegar a la Moncloa. Al abordaje. Nadie esperaba lo dicho por los tres encapuchados etarras. La derecha, la ultramontana derecha, tenía una amplia autopista para transitar con bombo y platillo hacia el poder.

Por ahí ya se ven algunas pancartas, sobretodo en el centro de esta capital, en donde aparece la imagen de don Mariano cortada con una frase: “troglodita”.

Es curioso. El llamado Festival de San Sebastián que anunció el diario El Mundo hace unos días en son de burla por la reunión internacional de distinguidas personalidades nacionales y extranjeras para solicitar el fin del terrorismo vasco, volvió a insistir, para hacer gala del antiperiodismo, que “ETA alardea de sus asesinatos y emplaza al gobierno a negociar”.

Este medio de comunicación, y otros del mismo talante, dirigidos por el narcisista con tirantes, tiene en su elenco a muchos colaboradores de la COPE, estación de la Conferencia Episcopal amiga de hacer política eclesiástica y ahora, hasta hoy mismo, callada porque avizoraba el triunfo de sus queridos congéneres.

Ante los disparates de algunos columnistas de este periódico, increíblemente frustrados, envenenados por el radicalismo totalitario, aparece, como era de esperarse, el cardenal Antonio María Rouco Varela quien ya se mueve por ahí y a través de sus clérigos filtra que lo dicho por ETA no es importante porque lo ha repetido muchas veces. Insisten los señores que poco honor hacen a las sotanas, que, como es habitual, los terroristas volverán a matar, a asesinar como en el caso de lo ocurrido en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas cuando hicieron estallar una bomba en pleno periodo de negociación con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Indudablemente molesta la posición de los populares. Pero recuerden que los dos principales puntos en que se basa su propaganda política eran la connivencia entre el gobierno y los terroristas y ya sólo les queda la bandera del enorme paro que crece en nuestro país.

Las primeras reacciones de los dirigentes políticos, de los empresarios y de los líderes sindicales del más alto nivel, han tenido que celebrar la decisión etarra. No todos están convencidos de ello; a otros les duele admitirlo y a los más se les satisface lo ocurrido.

De no haberlo hecho así hubiesen sido catalogados como insensatos y totalmente irresponsables. Sin embargo, algo pasa ya. Los súbditos nostálgicos son expertos en los “asegunes”.

Dudas justificadas

Hay que justificar a algunas asociaciones de víctimas del terrorismo porque tienen toda la razón en protestar. Porque honestamente dudan de que esta declaración haya sido la definitiva. Necesitan digerir más; tienen que hacer un esfuerzo para revisar sus heridas, aún sangrantes, que piden reivindicaciones por los sacrificados a mansalva.

El tránsito hacia el final será largo pero necesario. Conveniente y saludable sería que el gobierno neoliberal que llega entienda que de su habilidad para encarar el caso dependerá mucho su mayor o menor permanencia en el poder.

Problemas habrá muchos. Desde ahora, los protagonistas de los diversos sectores involucrados empiezan a mover fichas. Saldrán intermediarios, buscarán intervenir y es allí donde Rajoy deberá tener mucho cuidado.

Surgirán los descabellados, los inconformes, los débiles mentales, los fanáticos que intentan acortan el nacimiento de una nueva sociedad sin miedo y con menos inseguridades.

Saldrán de sus escondites algunos próceres que sólo eran comparsa. Emergerán líderes nuevos para intervenir y buscar posiciones. Crecerá el poder de Bildu, la Izquierda Aberzale, Amauir y los extremistas pondrán obstáculos.

Se elaborarán versiones distorsionadas y los acuerdos tardarán en llegar. El conflicto encenderá pasiones y atraerá la atención de los aprovechados o de las bestias impunes de la clandestinidad. Y ¿qué harán los partidos y los sindicatos fascistas legalizados?

El País Vasco no estará tranquilo. Ni se lo imaginen. Pasarán muchos meses para ratificar que las negociaciones son serias. La responsabilidad de todos debe afinarse. Hay que depurar a los infiltrados, eternos enemigos de la concordia y brotarán traficantes de ideas, de armas y de falsas juntas que entorpecerán el desarrollo del tránsito hacia la paz.

Siempre habrá alguien que se abrogue el buen éxito de lo que pase. Saldrán a la luz héroes y redentores de la patria. Se pelearán por la preeminencia y se oirán, verán y leerán declaraciones a granel de todos los colores y sabores.

Si el Partido Popular gana, como es de esperarse, tendrá que elegir el mejor sendero, no puede encorcharse ni romper lanzas a la menor discrepancia. Deberá defender el Estado de derecho como tal y no como arma política.

Los que han hablado de contubernios entre socialistas y etarras habrán de pensar dos veces para emitir un nuevo comentario, matizado, sensato, positivo o insistirán en sacar provecho del asunto.

Antes que nada, en la forma de abordar la total desaparición de la banda, el gobierno no puede estar, de ninguna manera, ligado a la política de partidos. La unidad es básica ahora.

Habrá titubeos pero no fanatismos, y si los hay serán pocos, porque de lo contrario el fin se alejará.