Novela, historia y reportaje

Mario Saavedra

Ya otras veces me he referido a aquella reveladora expresión de Levin Schücking cuando afirma que “la literatura suele ser más filosófica que la historia”, en cuanto su verdad —más flexible y menos pretenciosa— suele estar más cercana al transcurrir de la vida cotidiana.

En este sentido, y por no estar obligada al rígido estereotipo científico, “la verdad de las mentiras”, como se llama ese espléndido ensayo de Mario Vargas Llosa en el cual precisamente destaca la trascendencia humanística de la expresión ficcional, se convierte en espejo de una existencia humana que por su diversa complejidad (“la búsqueda de la esencia del ser”, en palabras de Milan Kundera) escapa a los esquemas científicos que en su estricto proceder dejan muchos resquicios o vacíos sin respuesta.

Particularmente atraído por la historia, por el rescate de esa complejidad humana implícita en personajes y acontecimientos históricos incompletos en la consignación científica, Ignacio Solares vuelve con su más reciente novela El Jefe Máximo al periodo revolucionario ya otras veces por él abordado en varias de sus múltiples aristas.

Temido general sonorense

A partir de su exitosa obra de teatro homónima de hace dos décadas, este notable polígrafo chihuahuense amplía y profundiza aquí su acercamiento —producto de su investigación bibliográfica, hemerográfica y documental a lo largo de más de cuatro lustros— a la compleja personalidad de Plutarco Elías Calles y el denominado Maximato encabezado por este temido general sonorense.

Sabemos que el punto de la madeja en la escritura de esta nueva y apasionante nueva novela histórica de Nacho Solares se desprende de su conocimiento de varias cartas encontradas en el Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, de las cuales emana información personal íntima y reveladora para reconocer mejor los demonios y claroscuros en la personalidad del Jefe Máximo.

Casi a contracorriente en una época en la cual la escritura de misivas ha sido desplazada por el lenguaje compacto y cifrado de las redes sociales, el escritor recupera aquí la trascendencia de un género epistolar en desuso que en su carácter confesional suele descubrir aristas que otros grandes escritores de célebres novelas históricas como Marguerite Yourcenar o Gabriel García Márquez (en sus respectivas Memorias de Adriano y El general en su laberinto,  por ejemplo) explotan en sus más elevadas virtudes.

También un extraordinario periodista que nos ha dado documentos de una gran valía como Delirium tremens, en derredor éste de los demonios no menos oscuros de la dipsomanía, El Jefe Máximo es más específicamente una novela-histórica-reportaje, en cuanto el sabio polígrafo juarense se mueve con maestría en esta especie de subgénero a medio caballo en el que él se ha hecho un verdadero especialista. Así, por caminos distintos, pero que gracias a la pluma diestra de tan valioso humanista coinciden y se complementan en beneficio de un registro integral del personaje y sus circunstancias, Nacho Solares nos entrega un apasionante retrato de una época especialmente entreverada de la vida nacional, con el riguroso escalpelo de quien ejecuta además una impecable vivisección de sus protagonistas a flor de piel.

En la soledad de su retiro y de un inevitable debilitamiento, de cara a su propia muerte, El Jefe Máximo nos permite zambullirnos en la intimidad de uno de los hombres más poderosos en la historia de México, quien en su complejidad así como abrió la construcción de un México institucional, de igual modo quiso imponer la “paz post-revolucionaria” por medio de una dictadura de estado.

Diálogo y debate de espíritus

Represor a la vez de sus propios y más personales miedos y debilidades, primero de un alcoholismo heredado y más tarde de una religiosidad igualmente latente, Nacho Solares nos descubre los tardíos y por lo mismo más entrañables devaneos de quien a través del espiritismo (dialoga y debate con los espíritus, por ejemplo, del Padre Pro, Alvaro Obregón y Francisco I. Madero) consigue exorcizar aquellos demonios interiores que lo persiguieron a lo largo de toda su vida y hacia el final de sus días lo descubrieron en su mayor indefensión existencial.

En cierto modo alter ego de la vida política nacional del siglo XX, en cuanto la concibió a su imagen y semejanza (como en la famosa leyenda de Bécquer: La creación, de su caldo de cultivo emergió el PRN, antecedente del PRI, con todas sus fortalezas y debilidades), El Jefe Máximo no sólo es una novela-histórica escrita con todo oficio por uno de nuestros narradores más prolíficos y dotados, sino además un documento imprescindible para entender el México que hoy habitamos. Perfectamente documentada, con esa prosa poética y ese humor característicos en un Ignacio Solares en plenitud de facultades, esta nueva versión narrativa —corregida y aumentada— de El Jefe Máximo nos confirma una vez más aquel aforismo de que la realidad suele superar a la ficción, sobre todo cuando quien se acerca a ella lo hace con conocimiento de causa, talento y oficio.

Volviendo a La verdad de las mentiras de Vargas Llosa, este Jefe Máximo de Nacho Solares exacerba también esa sublime virtud del arte que en su verdad propositiva y no axiomática se abre como ventana a través de la cual todos podemos asomarnos con la posibilidad de reconocer algún fragmento de nuestro propio transitar existencial.