Sin consultar al parlamento español

Regino Díaz Redondo

Madrid.- Alfredo Pérez Rubalcaba, ex candidato socialista al Gobierno de España, recibió el rejón de muerte, la puntilla y el descabello de su propio partido.

El encargado de la faena es José Luis Rodríguez Zapatero quien en una esplendorosa tarde de toros, anunció desde Bruselas que España instalará en la base de Rota, al sur, el mayor escudo antimisiles de la OTAN. Nos harán el favor de venir a cuidarnos 1100 militares estadunidenses y cuatro buques de guerra de última generación.

Este último acierto de don José Luis cierra una actuación incompetente, inexplicable, injusta, indebida y abominable.

Negociaciones en secreto

Sonriente, como es su costumbre, desde el estrado que se instaló en la capital europea y protegido por León Panetta, secretario de la Defensa de Estados Unidos, y Anders Fog Rasmussen, secretario general de la OTAN, embarcó a nuestro país en un compromiso absurdo que nos mantendrá en la tercera división de este civilizado mundo durante varios quinquenios.

No consultó al parlamento español, mantuvo las negociaciones en secreto durante tres meses, comentó y recibió el aval de un entusiasmado Mariano Rajoy, fue tal la sorpresa y el impacto que originó entre la gente que aún hoy no alcanzamos a entender el peligroso contrato de compra-venta que realizó el ojiazul de León.

Podrán creer que los medios de comunicación, salvo dos que le dieron la máxima importancia a esta vergüenza nacional, los demás, radio, televisión y prensa, apenas citaron el asunto un día y no volvieron a ocuparse de él.

¿Saben ustedes lo que significa que España entregue virtualmente una parte de su territorio para la defensa de los “intereses internacionales”, que no son otra cosa que mantener la hegemonía de las grandes potencias y mantener subyugadas a las que nunca llegarán a ser importantes?

Rajoy acogió con expresiones de alegría y satisfacción la torpeza cometida por ZP.

El político gallego festejó la situación con un espectáculo grandilocuente, sin dejar de insistir en que el presidente que terminó hace unas semanas, ha dejado a España en la miseria, en bancarrota; que ha sido deshonesto y ha tardado en tomar decisiones y que se sacrificará al extremo por sacarnos del abismo al que hemos caído.

Reservón, apoltronado siempre en su cómoda butaca de primera clase, se frota las manos con una enjundia digna del mejor fanático de un pasado que se añora.

Las pocas esperanzas de la izquierda española han desaparecido ya. Las hechuras  de buen torero que apuntaba Pérez Rubalcaba quedaron en el olvido. Ningún empresario se atreverá ya a contratarlo para que participe en la lidia. Los cosos taurinos han echado el candado a quien con esfuerzo e inteligencia comenzaba a despertar ilusiones entre la gente de bien.

Nadie discute el derecho y la necesidad que tiene Estados Unidos de defender su hegemonía y a su nación. Su actitud no es censurable porque, hay que reconocerlo, su fortaleza nos permite, cuando menos, sobrevivir en occidente.

La tierra está invadida de instrumentos bélicos que surcan el espacio y dispuestos a ser utilizados en el momento que convenga y al que lo desee. Y, entre Irán y Norcorea, es fácil decidir. Nos quedamos claramente con los yanquis.

Protesta de Rusia

El único país que ha emitido una protesta política, convenenciera pero previsible, es Rusia. Obviamente el dominio extraterrestre es la misión principal de las grandes potencias de nuestra civilización.

¿Ha escuchado usted algún comentario de la ONU sobre el asunto de los misiles? No, claro que no. No lo escuchará ni mucho menos será motivo de discusión en el seno de dicha organización.

¿Y con estas actitudes todavía hay quien pide acabar con los integrantes del 15-M cuyas bases e ideas han traspasado no sólo Europa sino que ahora se manifiestan en varios estados de EU, sobre todo en Wall Street y frente a los bancos más importantes?

Ha sido, fíjense en la paradoja, el presidente Obama el primer jefe del ejecutivo de una nación que ha reconocido públicamente la importancia que tienen esos movimientos de inconformidad y ha invocado a los responsables de las desigualdades sociales para que recapaciten y tomen nota de que manifestaciones de este tipo pueden originar peores acontecimientos.

Hay que ser un hombre de Dios, de esos que verdaderamente tienen alguna religión o creen en que hacer el bien da resultados para soportar la pueril explicación que da el gobierno para justificarse:

Fíjense: resulta que el escudo de misiles beneficiará a los habitantes tan pobres de esa región de Cádiz y creará más de mil empleos en toda la zona.

¡Da vergüenza!

Aseguran los impulsores de este acuerdo que España es el territorio estratégico adecuado para realizar la operación anunciada. Bueno, pues también lo son Francia, Portugal, Grecia, Bélgica, Irlanda, Holanda y, riamos un poco, Alemania, Holanda, Austria y Dinamarca.

Que no nos arrullen con cuentos chinos. Porque ya casi nos sabemos todos y también, estamos seguros, que ese país asiático está interesado en encontrar un territorio “estratégico” para preservar su creciente prosperidad financiera y social.

En estos momentos lo firmado por el presidente del Gobierno coloca a nuestra nación en peores condiciones, o por lo menos iguales, que cuando Franco entregó el oro y el moro a Einsehower y Kennedy. Y no es exageración.

Bienvenido, mister Marshall.

¿Se imaginan que el equilibrio bélico en el mundo pudiera romperse en cualquier momento, cosa probable aunque lejana? De ser así, nuestra deteriorada zona gaditana sería, como lo es, uno de los centros neurálgicos más importantes del mundo en la defensa de los intereses de una civilización que no permite a países como el nuestro subir ni siquiera a la segunda división.

Cierro esta indignidad, indignado. Y lea bien para darse cuenta de quiénes manejan este país. Descífrenme esta filosófica frase emitida por el “presidente” José María Aznar en la reunión de su partido que se realizó en Málaga: “Es preciso una revolución de la normalidad”.

Espero que alguien logre penetrar dentro de las neuronas del chiquitín para entenderlo.