La cola de un euro usado y tambaleante

Regino Díaz Redondo

 

Madrid.- En esta caldera europea en la que se cuece un popurrí con muchos ingredientes nocivos para la salud, el grupo Merkozy acaba de emitir su último dictamen autoritario y sine qua non para señalar las rutas que deben seguir los miembros del Eurogrupo y en general los de la Unión Europea que está a merced de la generosidad insospechable de don Nicolás y doña Ángela.

Tómenlo con calma. Ahí les van algunas de las determinaciones que permitirán “reforzar la integración continental”. Europa irá a dos velocidades, cuando menos. Los países que no cumplan con sus deberes y rebasen el límite de endeudamiento no podrán votar en el Parlamento de Estrasburgo.

Ya sin ocultarse, la pareja franco-germana ha sentado sus reales en estas respetables tierras donde el belicismo y la inteligencia se tocan con intenciones amorosas para aceptar y aguantar conjuntamente, bien cobijados, más órdenes. Las naciones deben permitir la supervisión financiera de la Unión Europea para que ésta compruebe la veracidad del manejo de sus economías.

¿Cuándo lo harán, quiénes serán los jueces para señalar a los que están enfermos y a los sanos?

¡Quién lo sabe! Esto corresponde al estupendo sentido común que cuidará sus grandes economías por encima de cualquier intento de modificar lo que evidentemente está mal, funciona pésimamente y está llevando a Europa al desasosiego, a la inquietud y la desidia.

Ambos dirigentes que ya no actúan en secreto ni lo intentan porque son superiores, coinciden en que es preciso que los demás cedan soberanía para que las cosas marchen bien.

O sea, deja que me meta en tu casa para decirte lo que, sin excusa, debes hacer para satisfacción de un sistema financiero caduco y que aún no se ha dado cuenta de que está muerto porque las exequias llegarán en poco más de un año.

Mientras tanto, el pacto que se cuece elaborado por los expertos internacionales, que de nada sirvió, es ahora complementado por un conjunto de “sabios” partidarios de la Europa a dos o tres velocidades.

Los que en un momento se dijeron social-demócratas, como Felipe González, con un gran prestigio en el continente, no han dado un paso sin huarache. Como él, están muchos distinguidos políticos convertidos en economistas de alto rango teórico.

La práctica ha sido borrada de la intención de los que mandan y escuchan pero no oyen la necesidad del cambio radical en el desarrollo de las actividades monetarias y crediticias, no sólo aquí sino en el resto del mundo.

La canciller alemana —se reparten las declaraciones ella y el presidente de Francia— acaba de soltar que primero es necesario una unión fiscal para llegar a la política.

Quiere decir, que el Tratado de Lisboa y antes el de Maastricht en donde se apunta con claridad lo contrario es basura para los nuevos jefes de nuestro continente.

Le toca a Sarkozy señalar que deben suspenderse las entregas de fondos estructurales a los países que no obedezcan sus axiomas porque de lo contrario podrían ser expulsados de la moneda única.

Los periféricos, que somos nosotros y que creceremos con la adhesión involuntaria de Bélgica y Austria, somos amenazados diariamente con que la enormidad de nuestra deuda acerca a Europa a la recesión.

Este es el estribillo que todavía funciona y gusta a muchos cuyos méritos no tienen.

La empresa Analistas Financieros Internacionales y el banco suizo UBS aseguran —lo digo de paso— que en 2012 España caerá en otra recesión.

Las primas de riesgo dan saltos de equilibristas adiestrados y expertos. Hoy, casi rozan los 500 puntos con respecto al bono alemán y mañana bajan a 400. Todo por obra y gracia del espíritu juguetón de las naciones boyantes.

El miedo se propaga con ráfagas cada vez más fuertes. Inclusive, el presidente Obama, quizá ustedes ya lo sepan, acaba de afirmar que si Europa no se recupera, Estados Unidos sufrirá y que no está dispuesto a permitirlo.

Vencidos los problemas —yo no lo creo— en Grecia e Italia, después de haber rescatado Irlanda y Portugal, en la mira está uno de los países más importantes dentro de la historia universal, lleno de claroscuros endémicos, que es España.

El nuevo gobierno no es una panacea, aunque quisiera. Además, hay que cuidarse porque la punta del iceberg ya asoma descaradamente en el océano ibérico.

Se habla también en todos los sectores pensantes de este país que es preciso que el Banco Central Europeo sea mucho más decidido y que no confunda la prudencia con el temor a las maniobras transnacionales.

El presidente de dicha organización, Mario Draghi, se muestra como un banquero perezoso. El italiano compró el 5% de la deuda mientras que la Reserva Federal adquirió el 13% y el Banco de Gran Bretaña el 18%.

Los números son claros e irrebatibles.

Después del resultado de las elecciones generales, los recortes se han incrementado aquí. A la votación del pasado 20 de noviembre, valga el ejemplo, no acudieron los “indignados” porque, dijeron, que “nuestros sueños no caben en sus urnas”.

¿Cómo puede remediarse una situación como la actual si el núcleo sólido de la Unión Europea está herido y comienza a pudrirse?

También, José Dârao Barroso, presidente de la Comisión Europea, echó en estos días su gato a retozar: “Hay un malsano equilibrio de poder en Europa”

¡Y todos se fueron a la playa! Bueno, se irán a la playa cuando llegue el verano si es que todavía estamos aquí.

De la afirmación de Joaquín Almunia, comisario económico en la Unión Europea, que expresó hace ya algún tiempo, mientras se reía satisfecho, que “hay cola para entrar al euro”, hemos pasado a ser la cola de un euro usado y tambaleante.

¿Saben cómo nos doran la píldora? Así: se anuncia a bombo y platillo que se investigará a las hermanas de la caridad en el momento en que se detecte una práctica indebida.

¿Y quién lo hará? Seguramente, algún socio de esas agencias que tienen intereses en bancos transnacionales e influencia en el mercado de valores, convertido en estos momentos en el tiovivo del mundo.

Bueno, pues que el mundo siga dando vueltas al revés.