Entrevista a Antonio Hernández García/Director general de Política y Minas de España
Regino Díaz Redondo
Madrid.- Es cuestión de sobrevivencia y para defender a los grandes intereses, como siempre, pero, sea como sea, en Asia se están construyendo 12 de los 15 reactores nucleares que hay en proyecto y allí se encuentran los dos tercios de esas centrales.
También en Rusia y Ucrania apuestan en estos momentos por la energía atómica para producir electricidad, informa en y exclusiva Antonio Hernández García, director general de Política y Minas del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio de España.
Unidos al átomo
Esta situación —no lo dice él— preocupa porque la utilización de esas bases representa un peligro para la seguridad internacional. Aunque, al mismo tiempo ahora es necesario y no debe pararse el proyecto porque generaría el caos y la paralización del bienestar general.
El hombre, pues, está unido al átomo.
A nadie escapa que todo lo que fabrica el ser humano es susceptible al error y la equivocación, pero también contribuye al desarrollo tecnológico para que no escaseen alimentos ni ocurran confrontaciones no importa que se justifique con la ya consabida frase de que hay que tener bombas atómicas para asegurar la paz en el mundo.
Nuestro globo terráqueo sustituyó y lo sigue haciendo, la confraternidad de los pueblos por el enfrentamiento y, para guarecerse, tirios y troyanos apuestan por ser más y más belicosos.
Construyen muros, levantan alambradas de púas, cierran acceso a la libertad y en los desfiles nacionales se exhiben como tributos de honor los últimos adelantos en armas y misiles que podrían acabar con todos en un par de minutos.
El mundo es multipolar y sus habitantes somos unos mentirosos empedernidos. La euforia de razas y nacionalismos sigue vigente aunque a simple vista parece menos evidente. Es quizás más firme pero se adorna con el silencio de los vasallos y la soberbia de quien les dicta doctrinas desde su euforia para imponer criterios y sentenciar como en cualquier momento de la Edad Media.
En su despacho de los Nuevos Ministerios (se edificaron a finales de los 50 y siguen llamándolos así en esta tierra donde nada es como es sino al revés y este revés se convierte en practica poco convincente), Hernández García asegura que es preciso establecer un diálogo sincero entre los países sobre el porvenir de la energía nuclear.
Este funcionario español es un experto, analítico, serio y responsable. Agrega: “Después de Fukushima, surgieron muchas dudas sobre la seguridad de las centrales atómicas, tanto en los procesos de generación de energía como en el posterior tratamiento de sus residuos”.
Considero que sin un sentido humanitario por parte de los dirigentes políticos y financieros que manejan el presente y el futuro, los camposantos aumentarán por las víctimas que se cobran los usureros. La civilización se convertirá en un enorme bloque negro de humo y desperdicio.
De lo que está seguro Hernández es que para evitar el estallido de radiactividad habrá que hacer mayores inversiones por lo que se encarecerá el precio del producto.
Dos soluciones
Expresa lo obvio: “Las dos posibles soluciones para las próximas décadas son las energías nuclear y las renovables, aunque habrá que impulsar éstas últimas para que vaya realizándose un cambio que permita crecer sin peligro. Por ejemplo, las renovables pueden aseguran un abastecimiento dos mil veces superior a la demanda actual”.
Es un convencido de que las energías no renovables pueden explotarse a mejores costos, con inversiones fácilmente adaptables al tamaño de cada mercado y que se ajustan especialmente bien a las zonas remotas, rurales y aisladas.
Existe en Europa la tendencia a ir sustituyendo las centrales atómicas como lo afirmó recientemente la canciller alemana Angela Merkel, con la única excepción de Francia donde hay 18 terminales en funciones que abastecen a las tres cuartas partes de su demanda nacional.
En España, asegura, los ocho reactores que tenemos producen un 20.2% de la electricidad que se consume. Y la tendencia es ir a menos pero no de inmediato.
O lo que es lo mismo, si queremos sobrevivir habrá que considerar que la energía que producen las plantas nucleares deberá ser minoritaria en un grado importante.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. La energía que puede producirse sin la ayuda del átomo, tiene que evitar que se incremente la emisión de gases de efectos invernadero.
Por lo pronto, hay que conceder que aquí no está prevista la construcción de alguna central atómica y que las que funcionan serán revisadas para clausurarlas cuando lleguen al término de su vida activa para no sembrar la inseguridad.
China y su programa nuclear
—¿Qué medidas ha tomado la Unión Europea después del accidente en Japón?
—En el seno de este grupo tan importante la energía nuclear genera un tercio de la electricidad. En la OCDE la producción de estas fuentes no renovables supone el 21% y en el ámbito mundial el 14%.
Hay que concebir una política de sentido común para compaginar la independencia del átomo sin afectar el desarrollo de la investigación científica y la productividad.
(Cabe recordar que en estos momentos en que la paz es palabra olvidada y ajena, se gastan 30 mil millones de euros al día en armas y, simultáneamente, se mueren de hambre 60 mil personas cada 24 horas).
Escalofriante cifra que mantienen vivo y alimenta el fantasma de la incongruencia y de la ineptitud humana o al menos revela su indecisión porque seguimos con la amenaza permanente de la destrucción masiva.
El desarrollo económico y las exigencias financieras desproporcionadas siguen dando resultados funestos.
En China, India y Corea del Sur se estudia si seguir o no con la utilización de reactores pero aún no se ha tomado una decisión tan necesaria aunque tengamos todavía presentes las imágenes de los horrores causados por la termonuclear nipona.
Inmersos en una carrera continua, aunque con escalas políticas para asustar al mundo, las grandes potencias que poseen la bomba atómica temen, con razón, claro, la nuclearización bélica de Irán y Corea del Norte.
Pero no quieren ni pensar en reducir el número de sus cabezas nucleares “para evitar que estas naciones puedan agregar intranquilidad y deterioro entre la gente”, manifiesta.
Por ahí se avanza, sigilosamente, que China, segunda potencia mundial antes de que arrebate el predominio a Estados Unidos, está desarrollando un programa nuclear para convertirse también en una potencia que disponga de recursos atómicos para su tranquilidad.
De esto no se habla pero se filtra en los corrillos de investigadores y expertos.
—¿Cómo evitar al máximo las fugas radiactivas?
—Más inversiones para depurar los puntos negros, sostener el desarrollo científico y propiciar mejores niveles de vida. No se conoce aún ningún programa definido, aunque a principios de enero debió ser entregado un estudio sobre el asunto.
Si India, Pakistán e Israel tienen capacidad para producir la bomba atómica ¿por qué no habrían de intentarlo otras naciones?
La respuesta aunque sencilla es paradójica y obtusa: no hay democracia suficiente en el mundo. Los dictadores no son de fiar. Estamos de acuerdo pero ¿qué tanta fiabilidad hay en las operaciones sumergidas que efectúan los países árabes?
¿Hasta cuándo se van a detener las ventas de las enormes fábrica armadoras que existen en muchísimos países, inclusive en España, que ganan con lo que llaman, guerritas?
Sin embargo hay que reconocer, como pequeña satisfacción, que en esta tierra roja de molinos de vientos que se convierten en gigantes y de mozas vestidas de Dulcinea, en donde un escudero se hizo gobernador por obra y gracia de unos marqueses, todos intentan contribuir para que se reduzca el uso del átomo para fines bélicos.
A ver qué nos depara el nuevo gobierno español.